El continente está en vilo: la cultura contemporánea latinoamericana tiene a uno de sus hijos pródigos debatiéndose entre la vida y la muerte. A Gustavo Cerati el exceso de adrenalina le jugó una mala pasada. Se trata de uno de los artistas más talentosos de la región, de un creador de clásicos para las masas y a la vez un vanguardista que abrió la carretera de la modernidad musical al sur del Río Bravo. Es el cantante pop cuya voz ha sido más escuchada en el mundo hispano; el creador de la primera gran banda de rock en español: Soda Stereo. Hace un mes se aprestaba a despegar una vez más rumbo a su universo de shows impactantes, trabajo creativo imparable y fiestas agotadoras.

Pero el cuerpo dijo “hasta acá llegué”. Y esta vez fue de manera contundente. Fue el pasado 15 de mayo, cuando Cerati sufrió un accidente cerebro vascular ni bien terminaba la presentación de su nuevo disco, Fuerza natural, en Caracas. Venía de un intenso concierto en Miami y otro en Bogotá tres días atrás. Repentinamente, se desvaneció al terminar su actuación en suelo venezolano. Aparentemente los excesos acumulados se cobraron sus deudas. Los médicos que lo atienden resaltaron el tabaquismo como un grave riesgo para su salud y sobre la noche del episodio la prensa de distintas latitudes comentó que llegó a la clínica caraqueña La Trinidad desvanecido, con restos de drogas, alcohol y medicamentos. Más allá de las especulaciones, lo que es seguro es que Cerati estaba excedido en trabajo y tabaco.

Desde entonces los rumores sobre su salud se esparcieron mientras que alrededor de todo el continente sus fans se suman a una interminable cadena de oración que reza por su salud, ya sea en persona o través de internet. Según el diagnóstico de los médicos, Cerati “sufrió un daño cerebral extenso con un infarto en el hemisferio izquierdo y daño del tronco cerebral secundario a hipertensión endocraneana”. En los últimos días se registraron “leves mejorías”. Se mantiene con respiración asistida. De acuerdo con pronósticos extraoficiales el accidente seguramente dejará secuelas que afectarán su voz por siempre. El diagnóstico que brindaron algunos especialistas no es alentador: probablemente –si sobrevive– quede hemipléjico.

El lunes 7 de junio el músico fue traído a su Buenos Aires natal por una aeroambulancia equipada como unidad de terapia intensiva rumbo al prestigioso Instituto Flenni. El espectacular operativo fue transmitido en vivo por todos los canales de televisión nacionales. La preocupación es enorme. El domingo 13 de junio, pese a la humedad y la niebla que entristeció la capital del país, los fans porteños de Cerati se congregaron en el Planetario, donde se filmó el videoclip de Zoom. Café Tacuba, Juanes, Shakira y una gran cantidad de músicos argentinos mandaron señales de aliento.

Hasta dónde llegaré

Quienes lo conocen de cerca, saben que Cerati se considera a sí mismo alguien que podría estar muerto. Es que muchos de los grandes talentos musicales de su generación fueron víctimas de los excesos. Al terminar la sangrienta dictadura militar que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983, salió a la luz una nueva camada musical que primero trajinó los escenarios de los subsuelos underground y luego llegó a los grandes estadios de fútbol. La cirrosis, las sobredosis y el sida se llevaron a varios de los mejores exponentes creativos de aquellos anfetamínicos años 80. “Me considero un sobreviviente. Metí de todo y sigo forzando la máquina. Me he llenado de humo, me he llenado de algunas cosas y en algún momento he tenido que pegar ciertos cortes”, reflexionó Cerati hace unos años al repasar su relación con la pulsión de muerte que ha hechizado a algunos mitos del rock y el pop.

Cerati pasó momentos de fuerte dependencia a distintas sustancias. Él mismo confesó en no pocas oportunidades sus años cocainómanos. Sin embargo, de todas las drogas, hay una que no abandonó prácticamente nunca: la nicotina. Y hay otro componente que se le hace vital para su existencia: las giras. Es que la adrenalina propia de los aeropuertos, los hoteles y los conciertos en estadios repletos de fans se transformó en algo más indispensable para su vida que lo que cualquier psicotrópico puede llegar a ser.

La década del 80 fue una época donde en el submundo contracultural porteño se consumía cocaína y anfetaminas en abundancia. Corría el año 87 y Cerati tenía 28 años. Soda Stereo giraba por el continente presentando el disco Signos. Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Costa Rica y México se rendían a los pies de tres jóvenes admiradores de The Police que se conocieron estudiando Publicidad en una universidad católica de Buenos Aires. Pero Cerati no se encontraba a gusto con su vida. Así se lo confesó a la revista Rolling Stone: “Estábamos muy nerviosos por lo que pasaba alrededor nuestro. Era ese momento del auge de la cocaína en los 80 y recuerdo que un día me levanté muy angustiado y me fui derecho a un hospital pensando que me moría. Le dejé como 100 mangos al taxista; no me importaba nada. Bajé, me metí en la guardia, pateé a un epiléptico –un pobre pibe que estaba antes que yo – y le dije al doctor: “Por favor, atendeme”, en un estado de deformidad drogada, pero al mismo tiempo con una angustia de vida que no había sentido nunca. Terminé en los brazos de mi madre, en la bañera de su casa, tratando de calmarme”.

A pesar de los consumos exacerbados, Cerati siempre fue alguien alejado de los escándalos, más allá de algún que otro desliz, como destrozar el baño de un hotel en alguna gira de los inicios de su carrera. Casi siempre mantuvo la compostura pública propia de un verdadero dandy forjado en la clase media porteña. “Fue nuestra mayor época de locura a nivel de viajes, drogas, sobre todo cocaína, estar muy poco en casa, realmente no tener casa prácticamente. Eran épocas que hacíamos giras muy largas y no volvíamos en seis o siete meses”, rememoró en el libro Antología del rock argentino, de la periodista Maitena Aboitiz. Con el disco Ruido blanco ya los Soda Stereo se hicieron fuertes en Nueva York: no había cómo pararlos. El coctel “disco + gira + noches de diversión” parecía infalible. Las groupies se amontonaban en todos los rincones del continente. Se habían convertido en “los Beatles de Latinoamérica”.

Cuando cambió la década, Cerati encontró el amor de Cecilia Amenábar, la modelo chilena que supo ser su bálsamo y con quien tuvo dos hijos. Lanzó su primer disco solista en el 93: Amor amarillo, un long play que genera ambientes introspectivos. En esos días se lo vio más tranquilo. “A la vida la siento como nunca. Muchas veces me sentí bajoneado y pensé que la vida se me escapa por la cabeza, por canales que uno no conoce. A lo mejor son pasos necesarios. Para mí este es el año de la vida. Eso es lo que intento mostrarle a la gente. Estar unido a la vida es algo que es muy valioso. Es algo que está adentro y a veces no la podés ver, la despreciás. Un nuevo ser te da esa dimensión”. El nacimiento de su primer hijo, Benito, le cambió la perspectiva.

Unos años más tarde una reportera peruana insistió con el tema y Cerati se mostró superado: “La situación de tomar cocaína está súper out. En algún momento lo hice, pero me di cuenta de que mi vida se destruía, acelerada por meterme en esa historia”. ¿Realmente había logrado desembarazarse de la adicción al excitante polvo blanco? La década había cambiado y nuevas sustancias copaban el mercado: de la mano de la música electrónica desembarcaba el éxtasis, la droga sintética diseñada para las raves, o sea las fiestas donde se baila hasta el trance con ritmos surgidos de computadoras.

Una gira sin fin

En el 97, los Soda Stereo anunciaron que se separaban. Deberían pasar diez años para que la banda se reunifique para una gira que rememoró los viejos tiempos. En 2002, se separó de Amenábar, con quien también tuvo a Lisa. Luego vendría el promocionado romance con la ex modelo y actual cantante de INXS Deborah del Corral, con la actriz Leonora Balcarce y recientemente con Chloé Bello, una rubia modelo de 22 años. La vida de Cerati se parece bastante a sus videoclips: siempre rodeado de chicas bonitas, finamente hermosas. El músico es un seductor nato, de los que aman acumular conquistas.

En todos estos años Cerati nunca paró de crear: sacó cuatro discos, colaboró con otros músicos, experimentó con prestigiosas orquestas sinfónicas, buceó en las últimas tendencias de la música electrónica más de avanzada y rocanroleó con su guitarra eléctrica. A pesar de sus ganas de seguir creando, el tiempo no pasó en vano. El vicio tabáquico, sumado a una tendencia irrefrenable al trabajo, largas noches de juerga y hábitos sedentarios, le causaron problemas.

En 2005 tuvo que suspender la presentación de su nuevo disco porque sufrió fuertes dolores e intensos calambres en una pierna. Le diagnosticaron trombosis y le recomendaron reposo absoluto. En ese entonces se dijo que el estado de salud de Cerati era muy grave. El compositor se asustó: “Dejé de fumar de un día para otro. No era un factor de riesgo concreto para esta cuestión arterial, pero fumaba treinta cigarrillos diarios. Pude cortar sin parches ni caramelos ni nada para la ansiedad. Tal vez trajo un par de kilos más… Fumaba desde los dieciocho años, pero el susto pudo más y dejé el pucho…”, confesó poco después a la revista Gente. Sin embargo, después de ese episodio, volvió al tabaco.

La ex modelo argentina María Vázquez le preguntó a Cerati en su programa de televisión a qué cosa le diría “chau”, Cerati contestó que a los cigarrillos. “Por ahora no puedo. Se acerca ese momento de todas maneras. Voy a mantener vicios. Es imposible no tener. Cuando era chico tenía unos problemas en los pies y consulté a un médico y me dijo que tenía ‘patrón de marcha viciosa’. Nunca había escuchado y nunca más escuché una cosa así, pero me marcó de por vida”, se rió Cerati de sí mismo. “Con la edad te das cuenta de que, si querés seguir en esto, te tenés que cuidar”, afirmó a la BBC. Desafortunadamente, su búsqueda de equilibrio no comenzó a tiempo.

Diez días antes del accidente cerebro vascular Cerati tocó en el Waterfront Theater del American Airlines Arena de Miami. Cuentan quienes presenciaron el recital que se lo veía bastante delgado y que se bebió dos vasos de whisky mientras duraba la actuación, que fue impecable. Los médicos le habían recomendado que tomara distancia entre cada vuelo, debido a su presión alta. Cumplió con esta advertencia, pero no alcanzó: después de tocar en el estadio de la Universidad Simón Bolívar su cuerpo dijo ¡basta! Desde entonces, millones de latinos ruegan para que Cerati tenga una oportunidad más en el mundo de los vivos. Es muy pronto para que pase a ocupar el panteón de los rockeros que murieron antes de tiempo.

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Redacción Minuto30

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