En medio de la oscuridad de un desempeño irregular y decepcionante del Deportivo Independiente Medellín, las excusas encuentran su hábil manera de bailar en la boca de su entrenador, Alejandro Restrepo. La constante que se repite, como un lamento predecible, es la falta de tiempo. Es la carta que se juega una y otra vez, la misma melodía desafinada que la nefasta dirigencia del equipo parece disfrutar escuchar.
Alejandro dirá que no ha tenido el tiempo suficiente para plasmar su idea de juego, para moldear al equipo a su antojo y conseguir resultados. Sin embargo, mientras él busca afanosamente ese tiempo que nunca parece ser suficiente, la poderosa hinchada se ve atrapada en un ciclo vicioso de despidos de técnicos a mitad de camino, contrataciones que prometen un mañana que nunca llega y excusas que repiten la misma canción una y otra vez: “No necesito que estés arriba para quererte glorioso DIM”
La dirigencia del Medellín, más interesada en mantenerse a flote en aguas tranquilas de mediocridad que en navegar hacia la grandeza, repite su guion una y otra vez. Cambian piezas en el tablero sin cambiar la estrategia, esperando resultados distintos con las mismas acciones. Los hinchas, corazón inquebrantable del equipo, sufren en silencio una y otra decepción, viendo cómo se desaprovecha su pasión y entrega.
Pero no solo la nefasta dirigencia encabezada por el “político” presidente y su mayor accionista Raúl Giraldo, merecen la crítica en esta obra desafinada. Alejandro, con su justificación de mantener en el campo a jugadores que no aportan, se escuda en el argumento de no ser él quien los trajo al equipo. La sombra de la mediocridad se alarga sobre el césped mientras nombres como Baldomero Perlaza, Pablo Lima, Daniel Londoño, José Ajá por solo mencionar algunos, ocupan un espacio que pareciera no merecer. Las decisiones se vuelven cuestionables, las excusas más débiles, y los resultados, inexistentes.
El hincha, fiel seguidor que nunca abandona, merece más que palabras vacías y promesas incumplidas. La exigencia de resultados reales, de una ruta clara hacia el éxito, debería ser el estandarte que enarbole el Deportivo Independiente Medellín. La pasión no puede ser moneda de cambio para una dirigencia que se conforma con la mediocridad.
Es hora de romper con el ciclo vicioso, de exigir más y conformarse menos. Alejandro Restrepo no puede esconderse tras la excusa del tiempo. La clasificación al octogonal final, superar la serie de la Copa Betplay y pelearla en la final son imperativos. De no lograrlo, estaremos hablando de un nuevo fracaso, donde la nefasta dirigencia del Medellín deberá enfrentar su culpabilidad en este trágico guion que se repite una y otra vez. El hincha merece más.
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