El 6 y 7 de noviembre de 1985, el corazón de la justicia colombiana fue tomado por las armas. El Palacio de Justicia, símbolo del Estado de Derecho y de la soberanía de la ley, se convirtió en escenario de una de las tragedias más profundas de nuestra historia. “ El Movimiento Guerrillero” o 19 de Abril (M-19), irrumpió violentamente, asesinando, secuestrando y destruyendo en nombre de una supuesta causa revolucionaria que, con los años, se descubrió que estaba al servicio del narcotráfico y del cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar, quien buscaba en su momento, impedir su extradición hacia los Estados Unidos por narcotráfico.
Aquel acto no fue una expresión de justicia social, sino una agresión directa contra la justicia misma y el Estado de Derecho. Detrás de los discursos ideológicos se escondía el dinero, la ambición y el terror de quienes pretendían torcer la ley de la manera mas cobarde, con las balas. Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que encarnaban la independencia judicial, fueron víctimas del fuego cruzado de quienes nunca respetaron la palabra ni el derecho.
Mientras el país se estremecía, militares y policías acudieron al llamado del deber, ingresando al edificio en llamas para rescatar rehenes, proteger vidas y defender la institucionalidad. Su misión no era asesinar ni vengar, sino cumplir con su juramento de servir a la Nación, en medio del caos y la confusión que dejó aquel ataque terrorista.
Hoy, casi cuatro décadas después, rendimos homenaje a las víctimas, magistrados, empleados judiciales, visitantes, militares y civiles, que perdieron la vida o desaparecieron en llamas y quedaron reducidas a cenizas, en esos días de horror. Recordarlos con nombre y dignidad es un deber moral con la verdad y con Colombia a continuación, recordamos sus nombres que quedaron en la memoria de sus seres queridos y amigos:
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia
Empleados judiciales y funcionarios:
Miembros de la Fuerza Pública caídos en cumplimiento del deber:
Civiles y visitantes desaparecidos o asesinados
Sus nombres son testimonio de un país que lloró, pero también resistió. Cada vida perdida representa una página de nuestra historia escrita con dolor, pero también con honor y coraje. Rendirles homenaje es recordar que sin justicia no hay democracia, y sin instituciones no hay país.
El fuego que consumió el Palacio de Justicia, pretendió borrar la ley, pero no pudo destruir el sentido del deber de quienes, a pesar del miedo, eligieron servir.
Hoy, en su memoria, reafirmamos que la violencia nunca será el camino en ningún país. Que los ideales no se defienden con fusiles, sino con principios, valores y argumentos. Y que la verdad y la institucionalidad del Estado, deben prevalecer siempre sobre la manipulación política y la mentira histórica.
Que la memoria no sea selectiva, ni la justicia ciega frente a la historia.
El Palacio de Justicia no cayó por culpa del Estado: fue atacado por el narcoterrorismo y por el Grupo Guerrillero M19 que actúo de manera deliberada. Y fue defendido, con valor, por muchos hombres y mujeres que cumplieron con su deber.
2025-11-09
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