Llegó diciembre de 2025 y con él ese momento inevitable en el que el calendario nos invita a mirar hacia atrás, a revisar los pasos que dimos —y también los que no—. Es tiempo de balances sinceros, de esos que no se publican en redes ni se celebran con pólvora, pero que pesan en el corazón y forman carácter.
En la casa, ¿cómo nos fue?
¿Hubo paciencia o más bien estallidos de mal genio? ¿Compartimos la mesa, la risa, el oficio, o nos ganó la prisa y la pantalla? En la vida cotidiana siempre queda un registro silencioso: el día en que ayudamos sin que nos lo pidieran, o aquel en que fingimos no ver la tarea pendiente. Todo suma. Todo cuenta.
Con los amigos, con la novia o el novio, con cada persona que hace parte de nuestro pequeño universo… ¿fuimos leales? ¿fuimos apoyo o tormenta? Los vínculos también hacen inventario y saben muy bien cuándo dimos amor y cuándo dimos excusas.
Y está la ciudad… esa otra casa que compartimos con miles.
La cultura metro, la cultura ciudadana, los gestos sencillos que sostienen la convivencia: ceder el paso, dar las gracias, separar los residuos, respetar la fila, cuidar el espacio público. Diciembre siempre es un espejo, y este 2025 seguramente nos revela si fuimos parte del problema… o de la solución.
Y hablando de soluciones, ¿cuántas multas o comparendos nos dejó el año?
¿Fuimos prudentes en la vía o seguimos peleando con los semáforos y los límites de velocidad? Cada comparendo, cada llamado de atención, es también una historia que nos recuerda que la vida no admite retrocesos.
Las tentaciones también tienen su capítulo.
Las dietas prometidas que se derrumbaron ante un buñuelo recién hecho, el gimnasio al que íbamos sí o sí… hasta que dejamos de ir. Somos humanos: caemos, nos reímos de nosotros mismos y volvemos a prometer, como quien reinicia un juego.
Ahora llega la Navidad, ese territorio donde la nostalgia camina descalza.
¿Bailaremos cada paso con los seres queridos?
¿Habrá natilla, buñuelos, un regalo sencillo pero lleno de amor?
Porque a veces el mejor obsequio no cuesta: es estar, es escuchar, es abrazar sin mirar el reloj.
Lo que viene ya asoma detrás del 31 de diciembre.
Un año nuevo, limpio, listo para ser escrito. Y aquí, en este punto, nace la pregunta más honesta de todas:
¿A qué nos vamos a comprometer?
¿A ser mejores?
¿A cuidar más, a cuidarnos más, a hablar menos y escuchar más, a respetar la ciudad, a amar con paciencia, a no abandonar los propósitos a la primera tentación?
La respuesta, como siempre, depende de nosotros.
2025 se va…
2026 nos invita.
Y cada quien decide si cruza esa puerta siendo el mismo… o siendo mejor.
2025-12-08
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