Durante muchos años, inclusive cuando los muiscas y/o chibchas tenían a su antojo la Sabana de Bogotá, los cerros se han enmarcado como un símbolo de orgullo bogotano, que no solo se ha erigido en la bienvenida a los turistas, sino en una orientación para dirigirse al norte, sur, este y oeste.

Pedro José Rivera Giraldo

El Cable (con sus antenas a pesar de los terribles accidentes aéreos ocurridos allí), Monserrate (quien no ha subido allá a probar tamal con chocolate), Guadalupe (la imponente virgen), Sumapaz (a pesar de las Farc), etc., han estado ahí acompañando al Distrito Capital en medio de sus alegrías y frustaciones, como compañeros leales en todo momento. Cuando uno llega a la antiplanicie, lo primero que mira son las imponentes montañas haciendo que sean adoradas en su verdura que sobrevive a pesar del terrible accionar humano, la politiquería y la polución.

Lamentablemente, Bogotá se ha convertido en un monstruo que crece sin control, que no ha podido satisfacer sus necesidades y las de sus habitantes; todo eso gracias a una población que se ha mostrado pasiva frente al mal accionar de sus dirigentes y un desmadre industrial que no ha sabido lo que es el Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible, con consecuencias imborrables, que lamentablemente llevarán cambios negativos. Aquí, gobiernos (nacionales, distritales y locales), agentes ilegales, politiquería e indiferencia han hecho de las suyas, cual estilo vampiro que le chupan la sangre al lugar de origen de la Leyenda del Dorado, mientras que en otras ciudades (tanto en Colombia como en otros países están luchando por controlar estos fenómenos negativos, con resultados para tener en cuenta). Hay que destacar los esfuerzos positivos como los procesos de limpieza de las Quebradas Las Delicias y Moracir, cuyos avances se pueden ver diariamente; pero también es indispensable que se vean acompañados por veedurías que traten de impedir que los agentes negativos destruyan y desmoralicen todo.

Para empezar a denunciar lo negativo en los cerros, se arranca por el sur: el desorden público en la zona de Usme y Sumapaz, donde el frente 53 de las Farc sigue haciendo de las suyas; hace pocos días emboscaron de la manera más cobarde un camión de las FFMM con militares muertos y heridos. ¿Porqué lo hacen? Por su vocación antiambiental y antisostenible, el grupo ilegal necesita un corredor para sacar la cocaína que obtiene en los llanos orientales y por ende, necesita pelear de la manera más ruín esa zona despoblada, que tiene unos campos de frailejones muy hermosos, pero que se encuentran en peligro. Inclusive, se dice que hay un carreteable donde en otras épocas, los Romañas y Jojoys desfilaban triunfadores mientras hacían desplazar a la población que tenía que renunciar a sus tierras y viviendas, para llegar a una selva de cemento.

Monserrate y Guadalupe, los santuarios que han sido motivos de orgullo desde los antepasados, también tienen sus problemas con los asentamientos, no solo los ilegales sino también con los legales y de gente de la pesada (caso de Universidades que levantan casi que a diario moles de cemento en su afán de enriquecerse sin importarles las enseñanzas que dejan en los futuros profesionales, bien sea a nivel pregrado o posgrado). Agonizan en medio de los ladrillos y cambuches; los carreteables y las basuras; los políticos y grupos al margen de la ley de poca monta (hampa ciudadana). Y lo más triste, su fauna y  flora original ha venido siendo reemplazada de la manera más cruel. ¿Qué pasará cuando estos cerros pasen a mejor vida, y la gran urbe empiece a asfixiarse en medio de la basura y la mole? Grandes enigmas de la humanidad.

El Cable, el más grande de todos, que tiene antenas de comunicación y una estación de policía. Tiene un asentamiento ilegal que se ve desde todas partes, no solo por su tamaño, sino por su ubicación, además de que lo aleja del Parque Nacional (que se localiza en sus estribaciones). Pero a este cerro hay que sumarle algo más triste; durante los veranos, se convierte en el lugar favorito para las quemas y fogatas, quedando los efectos ahí, sin que nadie haga algo al respecto; se está convirtiendo en un peladero cuan cantera vergonzosa de las que existe a lo largo y ancho de la sabana cachaca, cuyos dueños no se preocupan ni por el bienestar de sus trabajadores.

Finalmente, los cerros del norte que no solo se han convertido en el asentadero de los ricos que se oponen al Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible por considerarlos enemigos del supuesto progreso, sino que como tienen dinero, ellos mandan e imponen el todo vale. Pero aquí vale la pena denunciar un vergonzoso caso ocurrido en los últimos días: el carreteable hecho por la Familia Córtazar entre Bogotá y La Calera (donde la CAR no ha realizado una exhaustiva investigación). Según expertos en la materia, los daños solo se vendrán a reparar dentro de muchos siglos y en algunos casos, es irreversible. ¿Qué dicen los Córtazar? En forma cínica, afirman que como ellos compraron los terrenos, pensaron que no necesitaban acudir a las correspondientes autoridades para realizar dichos trabajos. Vale la pena destacar el trabajo de investigación realizado para El Tiempo, por Yesid Lancheros. Mientras tanto, ¿qué dicen las autoridades de La Calera, que se han visto muy relacionadas con este problema? El Alcalde, Alvaro Venegas se defiende diciendo que supuestamente no conoce nada de los Córtazar (¿le habrán ayudado a su campaña electoral, lo mismo que Julio Cuestas?), niega que los constructores manden en su pueblo (pese al desmedido crecimiento de las construcciones).

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Redacción Minuto30

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