Sin fanatismo de ninguna clase, ante una pandemia que arrasa sin piedad con buena parte de la población mundial; ante los males del mundo, ante un clima variable y ondeante (como dice Montaigne, del hombre), ante el maltrato al planeta, debemos hacer algunas reflexiones necesarias. Para ello, nada más propicio que la voz autorizada del astrofísico y defensor declarado de nuestro planeta tierra, el maestro Carl Sagan.

En una de sus series, dice Sagan: “Los humanos ahora hemos logrado la honrosa distinción de hacer nuestras propias catástrofes, tanto intencionales como inadvertidas. Nuestra generación debe elegir qué valoramos más. ¿Beneficios a corto plazo o la hospitalidad a largo plazo de nuestro hogar planetario? El mundo está dividido políticamente pero ecológicamente está estrechamente unido. No hay hilos inútiles en el tejido del ecosistema. Si se corta cualquiera de ellos, se deshacen muchos otros.

Hemos descubiertos otros mundos con atmósferas asfixiantes y superficies mortíferas. ¿Es nuestro propósito recrear estos infiernos en la Tierra? Hemos encontrado lunas desoladas y asteroides desiertos, ¿vamos a causar cicatrices y cráteres en este mundo azul verde a semejanza de aquellos?

Las catástrofes naturales son raras, pero llegan con alguna frecuencia. No necesitamos forzar la mano de la naturaleza. Si arruinamos la Tierra, no hay otro lugar a donde ir. Este no es un mundo desechable y aún no somos capaces de recrear otros planetas”.

Sin recurrir a un lenguaje apocalíptico, hoy debemos entendernos como los sepultureros de nuestro planeta. Un planeta lleno de bellezas, de agua, de vida, de asombro, de amor en cada flor que se abre a los brazos del sol; un planeta que se estremece dulcemente con cada estación, o con cada verano o con cada invierno. Un planeta que ruge con sus volcanes; un planeta que se hace nuevo cada día con cada centímetro que caminan sus placas tectónicas. Un planeta que se despereza tiernamente con cada rayo de sol; que sueña con cada romántica aparición de la luna; que llora con cada vendaval, con cada sequía, con cada tsunami, con cada pandemia. Tendría que citar extensamente a Whitman, para cantar la vida y el hombre y el planeta:

“Quién contiene a la diversidad y es la Naturaleza;

quién es la amplitud de la tierra y la rudeza y sexualidad de la tierra

y la gran caridad de la tierra, y también el equilibrio,

quién no ha dirigido en vano su mirada por las ventanas de los ojos

o cuyo cerebro no ha dado en vano audiencia a sus mensajeros,

quién contiene a los creyentes y a los incrédulos,

quién es el amante más majestuoso,

quién, hombre o mujer, posee debidamente su trinidad de realismo,

de espiritualidad y de lo estético o intelectual,

quién después de haber considerado su cuerpo

encuentra que todos sus órganos y sus partes son buenos,

quién, hombre o mujer, con la teoría de la tierra y de su cuerpo

comprende por sutiles analogías todas las otras teorías

la teoría de una ciudad, de un poema

y de la vasta política de los Estados.

Quién cree no sólo en nuestro globo con su sol y su luna

sino en los otros globos con sus soles y sus lunas;

quién, hombre o mujer, al construir su casa

no para un día sino para la eternidad

ve a las razas, épocas, efemérides, generaciones.

El pasado, el futuro, morar allí, como el espacio

indisolublemente juntos.

“El desierto más cruel y desolado de la Tierra -prosigue Sagan-, es mucho más hospitalario que cualquier lugar en Marte. La superficie brillante, arenosa y polvosa de Marte refleja suficiente luz solar al espacio para enfriar el planeta, congelando todo el agua y encerrándolo en una perpetua edad glacial. Algunas actividades humanas hacen estéril nuestro planeta y nuestra atmósfera, esto finalmente podría causar una edad glacial. Al mismo tiempo, liberamos grandes cantidades de dióxido de carbono, aumentado el efecto invernadero”.

No hemos podido comprender que esta es nuestra verdadera casa; nuestra única casa, y sin embargo… a cada paso, en cada acción, en cada mirada, parece que repetimos ingenuamente los versos del Cavafis:

“Iré a otra tierra, iré a otro mar

Otro lugar mejor que este he de hallar”…

Sin pontificar de naturalista, de defensor de la tierra, de encabezar movimientos por la defensa del mar, de los animales, del hombre mismo, pongo el corazón, pongo el lamento, a la hora de hablar de nuestro hermoso planeta asaltado día a día.

Termino estas reflexiones con la advertencia y la pregunta de Sagan:

“Hay mundos que comenzaron con la promesa de vida tan aparente como la Tierra, pero algo caminó mal. El saber que los mundos pueden morir, nos alerta del inminente peligro. Si un habitante de otro mundo llegara a visitarnos, ¿qué cuentas rendiríamos de nuestra administración del planeta Tierra?”.

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La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com

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Redacción Minuto30

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