venezuela maduro y guaido

Caracas, 4 jun (EFE).- Las condiciones dispares que plantean el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el opositor Juan Guaidó para empezar un diálogo en busca de una solución a la crisis, lejos de acercarlos, los distancian cada día más, cuando ni siquiera está planteada una posible fecha para el comienzo de las negociaciones.

Este viernes, cuando falta una semana para que se cumpla un mes de la propuesta de Guiadó al Gobierno, siguen en el aire puntos determinantes para que se avance hacia la urgente negociación, como el asunto de las sanciones de Estados Unidos a Venezuela, que se ha convertido en la clave fundamental para sentarse a dialogar.

ENCUENTRO MADURO Y GUAIDÓ

Pero no es este el único escollo que hace pensar que el encuentro entre el gobernante y el dirigente opositor es, si no imposible, poco probable.

En los últimos días, Maduro puso sobre la mesa otra condición que, de inmediato, rechazó Guaidó. El mandatario exige que las negociaciones se hagan en público y con medios de comunicación que documenten y transmitan al pueblo todo lo que allí se hace y se dice.

SANCIONES Y RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL

Mientras que el jefe de Estado exige que se levanten las sanciones antes de sentarse a negociar, el opositor trata de usarlas como moneda de cambio en función de cómo avance el diálogo y las cesiones que esté dispuesto a hacer el chavismo. Si este no cede, no se levantan las sanciones, asegura Guaidó.

Si no hay un preacuerdo sobre este asunto en el que ambos cedan parte de sus objetivos iniciales, es imposible siquiera acercarse a la mesa de negociación.

En paralelo al levantamiento de sanciones, también se debe proceder a la «devolución» de bienes y activos de Venezuela en el extranjero, actualmente bloqueados y sin posibilidad de acceso, exige Maduro.

El levantamiento de sanciones y liberación de activos no depende de Guaidó pese a ser el mensajero de la promesa, a cambio de garantías «democráticas» cuyo fin debe ser la celebración de unas elecciones «transparentes, libres y justas», algo que Maduro -considera- ya existe.

No obstante, EE.UU. -que sí tiene la capacidad de decidir- está dispuesto a «evaluar sanciones, siempre y cuando haya cambios irreversibles en la restauración de la democracia», según manifestó el representante diplomático estadounidense para Venezuela, James Story, quien insiste en ver antes algunos «logros», ya que «levantar sanciones sin compromisos sería un error».

Y además del desbloqueo, Maduro exige que se reconozca el actual Parlamento, de mayoría chavista, elegido el pasado 6 de diciembre en unos comicios que, tanto la oposición como parte de la comunidad internacional, consideraron un «fraude», razón por la cual se han negado a reconocerlo como válido.

De igual modo, la parte opositora debe reconocer el resto de instituciones y todos los poderes establecidos en el país, bajo gestión chavista, un reconocimiento que está muy lejos de ser aceptado por Guaidó, ya que su meta es que la pertenencia de esas instituciones se dirima en una nuevas elecciones.

LIBERACIÓN DE PRESOS Y DIÁLOGO ABIERTO

En los planes de diálogo del opositor entra la inmediata liberación de reos considerados por su grupo «presos políticos» o «de conciencia», que «nunca deberían haber sido detenidos por pensar diferente al Gobierno».

Sin embargo, Maduro asegura que en Venezuela no hay presos de conciencia, sino que quienes están entre rejas han cometido delitos de diversa gravedad y que, por tanto, deben permanecer recluidos y afrontar los procesos legales correspondientes.

Pero Guaidó se encuentra, en este caso, con una barrera más, que procede de asociaciones que velan por los derechos humanos de los reclusos, como el caso de Foro Penal, que exige que los presos no sean usados como «moneda de cambio en ninguna negociación», sino que tienen que ser liberados sin condiciones, al margen de conversaciones a dos bandas.

Y tampoco coinciden en el fondo y la forma de realizar el diálogo. Por una parte, Maduro quiere que en las negociaciones haya presencia de periodistas, cámaras y dejar constancia de todos los detalles.

«Si vamos a reunir la mesa, tiene que ser un acto público, con cámaras y periodistas, con comunicados, fotografías, imágenes y transparencia, cero secretismo, como debe de ser (…) las reuniones deben ser públicas y el país debe conocer los detalles», dijo el mandatario esta misma semana.

Para Guaidó, que pretende que el diálogo comience lo más pronto posible, proceder de esa forma (pública) «resta seriedad al proceso» ya que sería «una negociación de micrófono».

Así las cosas, la distancia entre Maduro y Guaidó, en lugar de reducirse de cara a resolver los problemas de los venezolanos, se hace cada día más grande.

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