Los fusiles, pistolas y granadas siguen su camino desde el exterior atravesando fronteras para llegar al corazón de Colombia, a lo profundo de las montañas, de la misma selva que día a día consume a nuestros compatriotas por el infame delito del secuestro que viene acompañado de enfermedades que los llevan al ocaso de sus vidas, en una situación poco digna, muy dura; no apta para un ser humano.
Las noticias a diario registran los actos de barbarie cometidos por el grupo narcoterrorista de las FARC quien lleva más de 50 años atropellando y acabando con los derechos humanos, los derechos básicos, acabando con la esencia misma del ser humano.
Al despertar se confunde el sonido de los gallos cantando con las ráfagas del fusil, las bombas activadas en parques, estaciones de policía, colegios y en las mismas calles que arropan a las personas temerosas de dar un paso sobre ellas.
El país se encuentra sumergido en una grave situación de inseguridad, que por perder y enterrar las banderas que en 8 años tanto bien le hicieron al país; hoy las consecuencias son nefastas.
Un llamado “proceso de paz” que se hace a miles de kilómetros de la guerra que se vive, en la mayor comodidad posible, prueba del Estado derrochador en el que estamos, los cabecillas del grupo terrorista están de viaje, sus peones se asesinan junto a los policías que por un sueldo bajo abandonan sus familias, sus raíces, su bienestar y ponen el pecho para recibir las balas que matan en Colombia, las balas hoy auspiciadas por la misma clase política de la región.
Es triste ver el rumbo que ha tomado el país en 2 años de gobierno burocrático, falso y rebosado de mentiras. Las FARC día a día asesinan los sueños de miles de personas, sus vidas quedan tiradas a lo largo de una vía pública, bajo las paredes de sus casas que segundos antes de una bomba; eran sus refugios más seguros, su bien más preciado. El costo que hoy estamos pagando los colombianos por montarnos en un carro que va directo al abismo es grande, enorme, de gran magnitud.
No concebimos la idea de que las personas que matan, secuestran, torturan y violan los derechos fundamentales en Colombia, estén a tan solo unos pasos de ser quienes nos gobiernen, estén a un corto tiempo de ser quienes decidan sobre nuestros recursos, estén a unos contados instantes de ser quienes manejen la política de un país fuerte, luchador incansable de la paz, pero sobre todo; golpeado por las esferas más altas del poder, el mismo gobierno totalitario que reprime las ideas del pueblo buscando el bienestar de terroristas
sin saber nosotros el por qué de estas actuaciones, se supone deberían arreciar las acciones militares para lograr la verdadera paz, porque el camino no es sentados en una mesa discutiendo un sueldo y un partido político para los que le hacen daño al pueblo; sino castigando, sin un porcentaje mínimo de impunidad, a todos estos bandidos que corroen a diario los estamentos públicos y privados del país.
Presidente Juan Manuel Santos; Jamás habrá paz con impunidad. Jamás habrá paz premiando el crimen. Jamás habrá paz encubriendo a los gobiernos vecinos auspiciadores y colaboradores del terrorismo. Jamás habrá paz utilizando los buenos deseos del pueblo para beneficio personal. ¡Jamás habrá paz en Colombia siendo usted presidente! Porque la solución no es entregar el poder; la solución es hacer respetar el poder y la voz de un pueblo que pide a gritos la estabilidad social de toda una nación. @Heiderlogatto
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