La presencia de Gina Parody en el Distrito Capital le ha resultado incómoda al alcalde Gustavo Petro, toda vez que sus opiniones lo irritan a tal punto que todas sus actuaciones son observadas con lupa por la excandidata a la Alcaldía Mayor. Sin timideces, la consejera no se ruboriza señalando los errores que cada día son más evidentes en la administración de la metrópoli.

Saldo en rojo.

Petro tiene enorme deuda con la ciudadanía bogotana. Desde cuando llegó al Edificio Liévano no tenía quién le hiciera ver sus falencias que a medida que transcurre el tiempo se hacen más notorias. Porque el exalcalde Paul Blomberg, en los primeros tres días de su Alcaldía le formuló una serie de reparos, Petro hizo mutis por el foro y prefirió que su asesor se fuera.

Un matrimonio.

La misma suerte corrió su inseparable amigo Daniel García-Peña, a quien también sacó de la Administración, en compañía de su esposa, por no compartir los  justos reclamos que su “lazarillo” le hacía de manera responsable, tratando de darle celeridad a lo propuesto en la campaña, pues los reclamos de los electores los recibía el nieto de don Roberto García-Peña. El alcalde desestimaba las críticas de sus amigos.

Balance.

Al pisar la alfombra roja de su despacho, lo primero que hizo Petro fue tildar de “corruptos” a la mayoría de los concejales de Bogotá. Les advirtió  que no se iba a dejar dar órdenes de unos concejales que parecían unos contratistas, que no tenían reglamento del Concejo sino Ley 80, y provocó  un distanciamiento que ni Antonio Navarro, su soporte político y amigo de todas las jornadas, tampoco pudo soportar y se marchó.

Improvisaciones.

Acometió Petro la recomposición del gabinete. Nombraba gente sin ninguna experiencia que debía sacar a los pocos días. El tema de movilidad, por ejemplo, ya lleva varios gerentes a cuestas y este, que es el más grave de los problemas que padece la capital, no encuentra solución. Se enfrenta luego a la Empresa de Energía de Bogotá y pone en peligro la estabilidad financiera de la misma, que es consideraba “la joya de la corona” por inversionistas nacionales y extranjeros. Después ordena en rueda de prensa la demolición del nuevo puente de la Carrera Séptima con la calle 26 para construir otro porque se le acababa de ocurrir la idea del tranvía que pasara por esa arteria.  Anti-taurino. Se enfrenta al estrato nueve capitalino. Acaba con las corridas de toros en La Santamaría. Ofrece poner la plaza como escenario eminentemente cultural. Después de unos actos transitorios, la plaza permanece cerrada, sin ninguna utilización.

Anti-fútbol.

A los directivos de Santa Fe y Millonarios les dijo, en reunión privada, que el fútbol no es ningún espectáculo de multitudes y que hay que llevar el deporte a los barrios marginales de Bogotá.  Remedio. Con este dilatado catálogo de yerros,  al presidente Santos no le quedó otro remedio que nombrarle una persona de su confianza que vigile sus actuaciones, porque el Concejo de Bogotá, con pocas excepciones, formula reparos a la gestión y nada más.

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Redacción Minuto30

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