Es increíble ver cómo todo va cambiando acelerada y rápidamente, y nuestros principios y valores se ven influenciados por la época en la que vivimos y por la sociedad donde nos desenvolvemos.

Vemos cómo, hoy en día adquirir un automóvil, en muchos casos dejó de ser más que una necesidad para desplazarnos, y se convirtió en símbolo de poder, utilizado para aparentar un status social. Todo el tiempo, sin darnos cuenta estamos recibiendo información acerca de la importancia de tener, poseer y atesorar, como el día de ayer cuando veía una publicidad gringa en una revista, que decía: “Tu eres… lo que tienes” y salía un carro deportivo rojo último modelo con mucha gente alrededor, embobada mirándolo. Este es sólo un ejemplo de lo que vemos repetidamente en nuestros medios de comunicación, que nos están recordando permanentemente la importancia de tener, más que de ser.

He visto cómo en algunos casos, de acuerdo al automóvil que poseas o conduzcas, se te abren puertas que probablemente no se te abrirían si llegases en un bus o en un carrito viejo destartalado de una línea económica. Sin embargo, el tener un lindo auto, no necesariamente está ligado a tener un lindo corazón, ni a tener dinero y bienestar, ya que muchas veces las personas sacrifican prioridades para poder tener un auto lujoso, por el afán de tratar de impresionar a los demás o ser reconocido en su grupo social.

De igual manera, muchas veces quien menos imaginamos, es quien más calidad humana tiene, por lo que definitivamente tener dinero nunca será sinónimo de tener amor y compasión en el corazón.

Hace algunos días, mientras esperaba a que cambiase la luz de un semáforo se parquearon, a mi lado derecho un carro deportivo último modelo y a mi lado izquierdo una carreta vieja llena de chatarra, cartones y papeles de periódico para reciclar, halada por un caballito viejo. Los tres vehículos quedamos alineados en primera fila. De repente, un niño malabarista saltó a la calle y comenzó alegremente su show de lanzar pelotas al aire, con el que usualmente nos entretienen en nuestras calles de Bogotá. Cuando terminó su función, se acercó con una sonrisa llena de esperanza a nuestros carros para pedir una monedita. Con gran sorpresa vi, que quien iba en el carro deportivo al ver que el niño se acercaba, lo ignoró despectivamente y ni siquiera lo miró, mientras que el zorrero, para mi asombro sacó de su bolsillo unas cuantas monedas, se las entregó al niño y lo felicitó efusivamente por el lindo show que nos había dado. Me quedé mudo ante este lindo espectáculo, que me llenó de gozo y me inspiró a reflexionar en todas aquellas cosas que podemos dar y hacer por los demás, y quizás dejamos de hacer.

Por eso, desde hoy revisa muy bien la información que estás recibiendo a través de los medios de comunicación, y genera un filtro para que puedas dejar de concentrarte en el tener y comiences a vivir hacia tu interior, donde está tu fuerza.

Y por último, cuando vayas en tu carro, mira atentamente qué puedes hacer o dar a tantos seres que están a tu alrededor tratando de sobrevivir, así sea una simple sonrisa, una palabra reconfortante o un acto de amor incondicional, que pueda inspirarlos aunque sea por un instante a tener una esperanza o un momento de regocijo en sus difíciles vidas, y mejor aún si comienzas a dedicar algo de tiempo para darle herramientas a alguna de estas familias que están en la calle, no dándoles el pescado, sino enseñándoles a pescar; al igual que la filosofía que tenemos en nuestra Fundación Niños de los Andes.

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Redacción Minuto30

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