Aprendí que la trapeadora es el mejor indicador para saber qué tan aseados son en una casa, restaurante, oficina, empresa u otros sitios más, si la trapeadora está sucia allí no impera el aseo sino la suciedad revuelta con mugre y muchas cosas más, imposible pensar que el piso quede limpio con una trapeadora sucia. Traigo a colación esta premisa por algo que me sucedió hace un par de días en el centro de la ciudad, caminaba desprevenido en plena Avenida Oriental, una vía principal con alto flujo peatonal y vehicular.

No miento si digo que sentí una tristeza enorme al ver montones de bolsas con basuras acumuladas por todos lados, la gente caminaba por encima de desechos de comida, plásticos, icopor, papeles, tarros, cartón y muchas inmundicias más, el concierto de moscas y otros bichos era como para alquilar balcón. Sin saber que pensar o decir, por un momento quedé pasmado, anonadado, sin palabras, me negaba a aceptar que aquello que veía fuera verdad.

En medio del caos recordé el día que mi padre nos llevó, a mi hermano y a mí, a conocer la principal avenida de la ciudad de Medellín, corría el año 1975 y el ensanche de dicha avenida estaba en pleno apogeo, eso sí, la ciudad era impecable, con decir que la llamaban la “tacita de plata”.

En la misma época, de los años setenta, las Empresas Varias de Medellín, vendieron unas canecas de color naranja y tapa negra para recoger las basuras, el plástico no se usaba, todo lo envolvíamos en papel, hasta los carniceros nos daban la carne envuelta en papel periódico.

Las canecas se pagaban por cuotas en la misma cuenta de los servicios públicos; llega a mi mente la imagen del barrio, porque al escuchar la campana del carro recolector íbamos sacando orgullosos la caneca naranjada, esa imagen quedó grabada en el cajón de los recuerdos gratos.

Insólito, en el barrio les decíamos los señores de la basura, hoy después de viejo recuerdo eso y digo, ellos no son los señores de la basura son los señores del aseo. Como no existían los edificios ni las unidades residenciales o conjuntos cerrados, todos salíamos a barrer la acera y así la ciudad permanecía resplandeciente, sí, ¡la ciudad era de todos!, Medellín olía bien y se veía hermosa.  Cómo me duele ver toda carisucia a Medellín.

Una de las tantas administraciones municipales, en un intento por mantener limpia la ciudad, repartió por todos lados bolsas para la basura de dos colores, una para los desechos orgánicos y otra para el reciclaje. Entusiasmados empezamos a separar y reciclar, pero, ¡oh sorpresa!, los señores del aseo echaban todas las bolsas en el mismo carro recolector, fue así como tanto esfuerzo quedó reducido a unas buenas intenciones y nada más.

Es claro que de nada sirve eso de canecas y bolsas de colores si no hay una cultura del reciclaje, por más que se hable de daños ambientales nadie quiere creer que el planeta tierra está en vía de extinción debido al reguero de basuras por todos lados.

Esta misma semana que termina, pensando en las imágenes aciagas de mugre y cochambre que no se borraban de mi mente, me paré frente a unos recipientes de basura para depositar un vaso desechable, había tres opciones, un contenedor blanco, el del medio verde y el otro negro. Como había que leer bien antes de depositar la basura me pregunté ¿cuántas personas leen antes de deshacerse de sus desechos? Leyendo una de las tantas biografías que existen de Albert Einstein, encontré que el controvertido físico alemán, de quién se han inventado una cantidad de anécdotas, decidió comprar todas sus camisas y pantalones de un mismo color, la idea era no seguir gastando neuronas frente a su closet sin saber que ponerse que combinara bien. ¿Será que la gente si gasta neuronas leyendo lo que está escrito en cada recipiente antes de depositar la basura?

Hace más de siete años escribí un artículo acerca de las basuras, en él, dejé claro que otrora las cosas duraban y se reparaban, hoy todo es desechable, con una facilidad asombrosa algunos objetos se convierten rápidamente en basura, abunda la basura. Antes había una cultura del cuidar, guardar y reutilizar, el hombre del siglo XXI está inmerso en el botar y botar, las cosas se rompen fácilmente, se oxidan, se gastan, en un abrir y cerrar de ojos ya son obsoletas, hay que botarlas. Según expertos, en los últimos cincuenta años se ha producido más basura que en toda la historia de la humanidad. Debemos hacer algo por la ciudad, no podemos permitir que las basuras pululen por todos lados.

Como dice el dicho, “Al que le caiga el guante, que se lo chante”, que mal administrada está la ciudad en términos de aseo, si eso pasa en el centro, ¿qué será de los barrios? Lo cierto es que los cobros por tasa de aseo no los dejan de hacer, y cada vez aumentan su valor, ¿entonces? Quienes vivimos en Medellín no estamos acostumbrados a ver tan sucia la ciudad, ojalá que este problema de basuras acumuladas y regadas por todos lados no ocurra en otros municipios. Señores, a quienes corresponda, no afeen más la ciudad.

Coda: lo mejor es mantener limpia la trapeadora.

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Redacción Minuto30

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