Los 148 estudiantes muertos en la frontera entre Kenia y Somalia, y los más de 500 desaparecidos parece que poco le ha importado al mundo occidental; escasamente ocupó los titulares de algunos medios. No hubo reproche, sanción ni manifestaciones de censura al terrorismo de oriente que arraso con una masacre apocalíptica.

Santiago Sierra

Basta con mirar el calendario 3 meses antes, cuando el mundo occidental se unía con plena solidaridad para recriminar el atentado nefasto perpetuado en París. Exactamente en las instalaciones del periódico Francés, Charlie Hebdo, en donde murieron 12 integrantes del medio de comunicación. Lo que genera cierto malestar es porqué decenas de kenianos de creencia cristiana son subvalorados en el mundo occidental, y no se les presenta con el despliegue comunicativo que el hecho debería tener.

Lo curioso es que los autores del atentado son miembros del Yihadismo (Terrorismo del Islam), y pertenecientes al grupo Al Shabab, misma secta religiosa, aunque de diferente bando, de quien ejecutó el atentado terrorista en Francia. Pero esta vez el único doliente de resonancia mundial que encontró este hecho macabro fue el Papa Francisco, quien cito en varias celebraciones de la semana santa lo ocurrido en Kenia, reiterando a todo el mundo cristiano oración por los jóvenes muertos en oriente.

La manera como se comporta el mundo de potencias a nivel occidental ante los hechos terroristas de oriente; desilusiona cualquier tipo de “apoyo” que se reciba para la verificación de la senda correcta sobre el camino para la paz en Colombia. Inclusive me atrevería a expresar que algunos representantes internacionales no tienen claridad alguna del origen de la violencia en nuestro país.

La falta de claridad en la tacha de los actos terroristas a nivel de prensa y del poder mundial, cuestiona sobre la dimensión del terrorismo. En unos territorios y sobre unas personas es reprochable y sobre otros lugares e individuos es apenas un hecho noticioso.

Cuando el mundo ubica víctimas de segunda sobre los conflictos, no se puede confiar en ese “mundo”, no vale la pena arriesgar nuestra patria, nuestra riqueza por una filosofía penal de tercera. En donde a unos les cae el peso de la sanción, y a otros el “peso” de la resocialización. No hay coherencia alguna para creer, en esos que predican la moral que deben sostener las naciones tercermundistas, por su doble calificación del peligro, en donde se podría citar que sostienen el: Depende de.

Triste y desconcertado por la actitud mundial con el centenar de jóvenes muertos en Kenia; expreso mi voz de solidaridad, mí sentida condolencia a todos los familiares de las víctimas, de un continente (África) al que poco le importa a occidente, si en esa región hay terrorismo o no.

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Redacción Minuto30

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