Tal vez la sentencia más fuerte que uno pueda escuchar es esa, “te odio”… la verdad no sé si sepa odiar, pero no niego que con el paso de los años he repetido lo que otros dicen cuando alguien no nos simpatiza o nos cae mal, entonces apretamos los dientes y decimos en voz baja a quien está a nuestro lado “uh… me cae más gordo”. Lo que no me queda muy claro es porque siendo la persona, a la que nos referimos, flaca y diminuta acudimos a sentenciarla de gorda. Bueno, eso que lo resuelva Google. De mi parte traigo el tema a discusión debido al odio que expelen por estos días las redes sociales con motivo de las elecciones al congreso que ya pasaron, y, las presidenciales que nos esperan, en estos días electorales abre uno el Facebook, el Twitter u otra red social y, de una queda salpicado con tanto odio y rencor que se respira de una campaña a otra. Insultos van y vienen, memes ridiculizándose mutuamente y sobre todo la burla en todas sus dimensiones. Imposible olvidar al filósofo francés Jean Paul Sartre, quien dijo “Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera”. Nada más cierto.

Otrora uno podía decir con toda tranquilidad, en cualquier escenario, cuál era el candidato de su predilección, hoy, si quienes lo escuchan a uno son contrarios, todo termina en una discusión y en señalamientos estúpidos de izquierdista o derechista, lo triste del cuento es que no pocos terminan repitiendo de todo sin saber qué es eso de la izquierda o la derecha, cada quien desde su propio bando sentencia al otro como de lo peor. Extraño los años en que la política se hacía en la plaza pública con propuestas y sin insultos. Ha llegado a tal bajeza la campaña electoral que algunos argumentan que si votamos por tal candidato no seremos como Venezuela, pero si como Chocó. Qué falta de respeto por nuestros territorios. Están preocupados nuestros dirigentes por dos o tres casos de brotes de sarampión, pero se les olvida que ellos mismos están expandiendo, en los cuatro puntos cardinales del país, la peor enfermedad, el odio.

Estoy de acuerdo, se vale la oposición, bienvenida la oposición, discutir, debatir, cuestionar, controvertir, objetar, pero, sin odio, sin insultos, sin ridiculizar, no entiendo porque tienen que ridiculizarse mutuamente tratándose de idiotas, incultos, borregos, paramilitares, guerrilleros, populistas, derechistas… qué sociedad más enferma. En medio de esta tormenta electoral, no quiero posar de ingenuo, pero creo que hoy por hoy, para nadie es secreto que la clase política colombiana y por ende nuestros dirigentes, hace rato perdieron la vergüenza, hablan de equidad, de oportunidades y sobre todo de acabar la corrupción. Yo pregunto, si todos los candidatos, de todos los partidos dicen no acolitar la corrupción y querer acabar con ella, entonces ¿quién o quiénes se han robado este país por tantos años? Tristemente, en este país macondiano, se olvidan con facilidad los atropellos que cometen los politiqueros de turno contra los menos favorecidos, es así como cada cuatro años se repite la historia cuando llegan los aires electorales.

Pobre democracia la nuestra tan maltratada y manoseada, qué lástima produce verla desfigurada y herida por nuestros dirigentes, quienes sin vergüenza ni escrúpulos la tienen envuelta en odio y rencor, la verdad nuestro sistema político no deberíamos llamarlo democrático sino clientelista, sí, aquí prevalece el clientelismo envuelto en grandes dosis de oportunismo, una mezcla explosiva que enferma a toda la sociedad. La verdad me considero demócrata y con las mejores intenciones de ayudar a la reconstrucción de este país, no se trata de ponerle palos a la rueda, pero sí de advertir que llegó la hora de pensar muy bien a quien o quienes estamos eligiendo con el fin evitar tanta corrupción y desgobierno y, sobre todo tanto maltrato a nuestra democracia.

Increíblemente el pueblo colombiano que tan rápido pierde la memoria, sigue alimentando un congreso corrupto y deshonesto, que carga bajo sus hombros los más bajos índices de credibilidad de la historia política nacional. Y, es que quienes hacen el papel de congresistas en el sainete nacional, están más preocupados por reelegirse cada cuatro años que por legislar seriamente en favor de todos los colombianos, ojalá los nuevos ocupantes de curules demuestren que llegaron para hacer cosas diferentes a lo que han hecho por tanto años los políticos tradicionales, beneficiarse ellos y sus familias y nada más. Imposible negar que hace muchos años en Colombia se viene repitiendo la frase que es necesaria una renovación política y que ha llegado la hora de darle la oportunidad a gente nueva, pero nada cambia y las caras nuevas son las de los hijos de ex presidentes y congresistas que aspiran a reemplazar a sus padres ya vetustos y desgastados con discursos y promesas de otras épocas. Ah, la verdad señores candidatos no los odio porque no sé odiar, pero… me caen gordos.

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Redacción Minuto30

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