Quiero darles la bienvenida a TANTRA, columna que acercará a los políticos a conceptos técnicos y a la ciudadanía en general a entender algunas claves de la magia del mundo seductor de la política.

Tantra significa tejer en sánscrito y en el budismo se entiende como el camino más expedito para llegar a la iluminación; en occidente por segregación comercial tiene un concepto generalizado ligado a la sexualidad.
Basado en lo anterior, esta columna apelará exclusivamente a buscar analogías con algún grado de picardía, para ir acercando al lector a apartes de metodologías con la que los estrategas en comunicación política, gobierno y marca personal, desarrollamos nuestra disciplina.

Intentaré no adentrarme en temas tan sensibles como la comida que Petro le pegó al ideario Conservador, o el travestismo político de Roy Barreras, ni tampoco a la habilidad como billarista de Germán Vargas. Al máximo, intentaré que Tantra no involucre mi opinión sobre temas de actualidad política colombiana, pues, al fin y al cabo, de eso vivimos los consultores y criticarlo podría lucir hipócrita.

En esta primera entrada les hablaré de cómo el voto es como el orgasmo. Esta es una de los mayores secretos que guarda la ciencia política. ¿Por qué creen ustedes que Colombia no es gobernada por Adriana Ocampo, astrónoma, geóloga y piloto astronauta? ¿O la doctora Martha Gómez, quien es una eminencia mundial por haber clonado el primer gato en la historia? ¿O Jorge Reynolds, el científico que su reconocimiento mundial se debe a haber inventado el marcapasos artificial externo?

Primero, porque seguramente ni a Adriana, Martha o Jorge les interesa; pero, ¿por qué a nadie tampoco se le ha ocurrido postularlos? Porque el voto es emocional y no racional. Si el voto fuera racional, todos los países del mundo, pero sobretodo, los que en teoría luchan por salir de la pobreza, serían gobernados por los cerebros más brillantes. Pero no, como la gente decide su voto emocionalmente sin que esto descarte el uso de la razón, nos gobiernan personas con alta capacidad de transmitir mensajes emocionales.

A diferencia de las grandes multinacionales donde el proceso para escoger los cargos directivos se debe a extensos procesos de selección, basados en el conocimiento, la capacidad y la experiencia; en política electoral acostumbramos al elector a que debe decidir basado en 280 caracteres o, en videos comerciales de 30 segundos.

Bajo este mercado, el contexto de las campañas políticas se basa, en su gran mayoría, más a cuánto logra el candidato acercarse al elector por su antipatía con un enemigo común y su entorno, que con un programa de gobierno en particular.

Entonces, ¿por qué decir que el voto se parece al orgasmo? Porque candidato puede ser cualquiera, pero para el caso de las elecciones a cargos unipersonales como presidencia, alcaldías o gobernaciones, solo hay un ganador. Entonces, ¡sexo puede tener cualquiera!, en algunos casos por complacer, en otros por obligación, incluso como profesión. Pero para llegar al orgasmo hay que estar emocionado y ser abrazado por las emociones.

Todo político y elector debe tener este concepto claro. El primero para enfocar sus esfuerzos para que su posible electorado se convierta en voto duro que no tiembla ante la tormenta, ojalá movilizado por un programa y no por odios. Y el segundo, porque si más y más colombianos entendemos el por qué de nuestras decisiones, posiblemente elijamos mejor o por lo menos más consientes.

En próximas columnas profundizaré sobre los factores movilizadores, las elecciones, los candidatos y el electorado. Sin embargo y por ahora, es importante estar atentos a todo lo que pasa en el Congreso, azuzado por el Gobierno Nacional, no vaya y sea que por estar distraídos se los estén comiendo y ni cuenta se estén dando.

Giovanni Monroy Pardo (Yoko)
CEO Emporia Consultores y Asociados
www.emporiacya.com
info@emporiacya.com

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Redacción Minuto30

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