El Gobierno sueco reiteró este martes su apuesta por una estrategia más suave contra la pandemia de la COVID-19, a pesar de registrar una mortalidad muy superior a la de otros países nórdicos y del mayor número de críticas recibidas en los últimos días.

«Es una visión a largo plazo. Decir que todo transcurre como si nada en Suecia es un mito, no ha habido confinamiento pero sí muchas restricciones», señaló hoy en una rueda de prensa en Estocolmo con medios extranjeros la ministra de Asuntos Exteriores, Ann Linde.

Aunque ningún país nórdico ha confinado a su población, el resto cerró gran parte de la vida pública durante más de un mes, mientras que Suecia optó por muchas recomendaciones para proteger a los grupos de riesgo y apelar a la responsabilidad individual, introduciendo algunas restricciones de forma progresiva.

Así se han cerrado institutos y universidades, prohibido visitas a residencias de ancianos y concentraciones de más de 50 personas, siguiendo el criterio de las autoridades sanitarias, de acuerdo con la tradición de autonomía de las agencias públicas en Suecia.

«En el fondo tenemos la misma estrategia que el resto: intentar reducir el contagio y el número de muertos, que no se sature la sanidad y minimizar los efectos en la economía y el empleo», aseguró Linde, que habla de «una maratón y no un esprint» contra el virus.

Suecia tiene una tasa de mortalidad por COVID-19 de 39,26 por 100.000 habitantes, cuatro veces más que Dinamarca, ocho que Finlandia y nueve que Noruega, aunque lejos de los países más castigados como Bélgica, España, Reino Unido e Italia, según el recuento de la universidad estadounidense Johns Hopkins

«No es una buena idea comparar países distintos», sostuvo Linde, aludiendo a que pueden estar en fases diferentes de la epidemia y a la forma de contabilizar muertos (Suecia sí cuenta a los fallecidos en residencias de ancianos, al contrario que otros países).

RESIDENCIAS DE ANCIANOS, FALTA DE MATERIAL Y PRIVATIZACIONES

Linde resaltó que la curva de contagios y muertes se ha reducido desde hace semanas y que la sanidad no ha colapsado (las unidades de cuidados intensivos han mantenido una capacidad disponible del 20 al 40 %), aunque admitió el fracaso en impedir la transmisión en asilos.

El 70 % de las algo más de 4.000 muertes por COVID-19 en Suecia se han producido en residencias de ancianos y la edad media de los fallecidos es de 82 años, dijo Linde, además de apuntar que la mejora de la protección y formación del personal han contribuido a reducir los casos.

Según un estudio de la televisión pública SVT, más de la mitad de las quejas enviadas en marzo y abril de los asilos al Servicio de Inspección de Sanidad aluden a la falta de material para el personal.

Una encuesta entre los responsables de los asilos en las regiones de Estocolmo y Sörmland, dos de las más afectadas, señala en cambio al personal asintómatico y al que acudió a trabajar con síntomas como el principal causante.

La tardía prohibición de las visitas a asilos (1 de abril) y el alto grado de privatización de las residencias, así como el empleo precario, han sido apuntados también como posibles causas, señalando indirectamente al anterior Ejecutivo de derecha (2006-2014) y al gobierno municipal de Estocolmo.

En la peor fase de la epidemia, mientras los hospitales de la capital pedían más personal para atender a pacientes de COVID-19, clínicas privadas seguían realizando operaciones de cadera, rodilla o de estética, según el conservador «Svenska Dagbladet».

Casos como el del Hospital Universitario de Uppsala (centro), con más de 300 empleados contagiados, según se ha conocido hoy, han provocado las críticas de los sindicatos por la falta de material protector para el personal desde el inicio de la pandemia.

«Ese será un gran tema de discusión después de la crisis. Mi partido no está a favor de esa política. Gran parte del personal tiene contratos temporales y eso afecta a la calidad del cuidado», señaló hoy en la misma comparecencia la ministra de Economía, la socialdemócrata Magdalena Andersson.

Socialdemócratas y ecologistas gobiernan en minoría desde 2014; en la actual legislatura, gracias a un pacto con el centroderecha.

CRÍTICAS DE LA OPOSICIÓN Y EXPERTOS

Las críticas al Gobierno y a la Agencia de Salud Pública (FI) han ido en aumento en las últimas semanas, comenzado por un artículo en «Dagens Nyheter», el principal diario, publicado a finales de abril por una veintena de científicos de universidades suecas que pedían un cambio de estrategia.

«Esa es la principal debilidad de la estrategia sueca: nos hemos convertido en un fenómeno mundial, el país en boca de todos. Dar marcha atrás y reconsiderar la decisión puede parecer como que se reconocen errores ante todo el mundo», escribía hace dos días en un editorial este diario liberal.

El Partido Moderado (conservador) ha reclamado una comisión que analice ya la actuación de las autoridades, aunque el Gobierno sostiene que es mejor esperar a que se supere la crisis.

A los críticos se ha sumado recientemente también la exepidemióloga jefe de la FI, Annika Linde, que ha denunciado la falta de coordinación entre las autoridades y no haber optado por mayores restricciones desde el principio.

«Dudo mucho que pudiéramos haber hecho mucho más», se ha defendido el sucesor de Linde y cabeza visible de la estrategia sueca, Anders Tegnell, si bien ha apuntado también a que la «calidad» del cuidado en los asilos ha sido tema de discusión desde hace años.

INMUNIDAD DE REBAÑO Y TEST

Muchas de las críticas contra Suecia, sobre todo del exterior, señalan a que se ha querido apostar por la inmunidad de rebaño, aunque las autoridades lo han negado siempre y solo admiten que sería un efecto, no un objetivo en sí mismo.

Los cálculos de la FI y de Tom Britton, matemático de la Universidad de Estocolmo, indicaban que a mediados de junio se podía lograr un 40 % de inmunidad en Estocolmo.

Los primeros resultados de un estudio de la FI realizado en 9 regiones a principios de abril y difundidos hace unos días señalan no obstante que solo el 7,3 % de los habitantes de la capital había desarrollado anticuerpos.

Britton habló de «tragedia» e invalidó su pronóstico; Tegnell, en cambio, aseguró que los números no difieren mucho de lo que esperaban y que no están «muy intranquilos», además de estimar que la inmunidad actual en la capital podría rondar el 20 %.

Uno de los objetivos marcados por las autoridades suecas es aumentar el número de test de COVID-19 hasta los 100.000 semanales, pero los datos de la última semana registran menos de 29.000, 4.000 menos que la anterior, lo que las autoridades regionales explican por problemas logísticos.

A pesar del aumento de las críticas, los sondeos muestran que el Gobierno goza de niveles de apoyo superiores al año anterior, al igual que otras autoridades: el 77 % de los suecos mantienen una confianza grande en la FI, según un estudio difundido ayer por la Agencia de Emergencias Civiles..

EFE

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