Cansados de la corrupción, de ver que siempre gobernaban los mismos con las mismas y de que el poder se lo alternaran entre unos pocos, los habitantes de algunos países latinoamericanos optaron por elegir candidatos, que disfrazados de demócratas y de ser respetuosos del estado de derecho, llegaron al poder y una vez en él volvieron un infierno sus pueblos, a pesar que desde que eran candidatos algo así se podía olfatear, pero los electores se taparon sus narices, hicieron la mirada a un lado y decidieron darle la oportunidad a quienes les prometieron el oro y el moro, bajo el entendido que ahora sí todos tendrían una verdadera representación, tendrían doliente y la oligarquía no continuaría haciendo de las suyas y gobernando para unos pocos. Al poco tiempo esta nueva corriente, que en realidad no era tan nueva, sino que estaba esperando con toda la paciencia la oportunidad de llegar al poder, se denominó “Socialismo del siglo XXI”, que como se vió más ligero que tarde y los hechos lo muestran de manera irrefutable, se trataba de un comunismo, camuflado de democracia, porque entre otras cosas se convoca a elecciones, fraudulentas todas eso sí, mandado a recoger hace décadas porque el daño hecho a la humanidad, desgraciadamente hay que decirlo en presente y no en pasado, es inconmensurable. Los ejemplos los tenemos delante de nuestros ojos: Venezuela, Bolivia, Argentina, el país que hace un tiempo fue el más educado de América Latina y uno de los más ricos, los esposos (Néstor y Cristina), lo quisieron parecer a Venezuela, lo dejaron debilitado, por fortuna llegó un presidente como Mauricio Macri, que con reformas impopulares está tratando de deshacer las malas políticas de sus antecesores.

Otro caso que ha pasado un poco desapercibido ante la opinión pública de la región, no así ante la de su país, es el de Nicaragua, cuyo presidente, Daniel Ortega, a punta de corromper todas las instituciones e instancias públicas y aún privadas de su país, logró que le aprobaran una reelección indefinida, es presidente hace 11 años y esta semana que pasó, lo que comenzó como una manifestación contra una reforma pensional se convirtió en la oportunidad perfecta para protestar por la concentración de poder, la corrupción y muchas cosas anómalas que suceden en la nación bajo su mando, “Ortega y Somoza son la misma cosa”, dicen las pancartas de los manifestantes, para hacer alusión a que lo de ahora es idéntico a lo que ocurría en la época del dictador Anastasio Somoza, derrocado por Ortega. Algunas cifras hablan de 37 muertos, otras de 63 por la represión de las fuerzas estatales. Tanto es el nepotismo que hasta su mujer, Rosario Trujillo, es la vicepresidenta, le ha importado más acompañar a su marido, aún a costa de tolerar que éste violentara sexualmente a la hija de ella y no de él, Zoilamérica, que hacerse a un lado. Ortega traicionó los ideales sandinistas bajo los cuales se hizo elegir. Intelectuales de la talla de la escritora Gioconda Belli, que antes fue compañera de militancia de Ortega en el sandinismo, piden su renuncia.

Degradación moral, corrupción, nepotismo, intolerancia a la crítica, persecución a la oposición, exilios forzados, violación a los derechos humanos, represión, todo esto es lo que representa el “Socialismo del siglo XXI”.

En menos de un mes en nuestro país se llevarán a cabo elecciones para elegir presidente y vicepresidente de la república, los candidatos son por todos conocidos, hay uno de ellos al que le conocemos su origen, cómo gobernó cuando tuvo la oportunidad, sus ideas, su talante, y como Chávez, Morales y Ortega, se quiere apuntalar en unos ideales aparentemente democráticos para hacerse elegir, pueda ser que este zorro con piel de oveja lo estemos viendo la gran mayoría de los que podemos elegir al próximo presidente de Colombia, no podemos jugar con el futuro de nuestro país, con lo que queremos en los años venideros. Este candidato es muy popular entre las gentes jóvenes, pues como se sabe, esta porción de la sociedad es amiga de lo novedoso, así sea malo y no beneficioso, de lo contestatario y de lo que no se amolda a los cánones convencionales, pueda ser que muchos de ellos salgan del letargo en el que se encuentran y no se equivoquen y no lloren luego por la equivocación cometida.

Es verdad que hay mucha corrupción, nepotismo, que han gobernado los mismos con las mismas, pero con todo ello hay algunas cosas rescatables y como le oí decir a alguien, estamos mal, pero no quiero que estemos peor.

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Redacción Minuto30

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