Superar la aprensión, saber usar los equipos de protección individual, confiar en el protocolo de seguridad y no temer el estigma a la vuelta son las reglas básicas de la treintena de voluntarios que, tras ser entrenados por la Cruz Roja, viajarán mañana hacia África Occidental para luchar contra la epidemia de ébola.

organismo ebola

«Lo más importante es no tener miedo de que te vas a contagiar porque sino, no te puedes concentrar en el trabajo que debes hacer», explicó Adam, estadounidense, que mañana viajará hacia Monrovia.

Adam ha participado durante dos días en el entrenamiento proporcionado conjuntamente por Médicos Sin Fronteras (MSF) y la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR) en Ginebra para aquellos que se han presentado voluntarios para luchar contra el ébola.
A parte de las lecciones teóricas, el cénit del entrenamiento ha sido saber colocarse y quitarse correctamente los llamados equipos de protección individual, el traje que los preservará de entrar en contacto con alguno de los fluidos corporales de los enfermos portadores del virus.

Durante el entrenamiento -en el que no hay enfermos- Adam ha tocado con un dedo el guante de la mano opuesta y la entrenadora le ha reprendido.
Cuestionado sobre si tiene miedo de no estar preparado, responde negativamente.

«Lo más importante es confiar en el protocolo y saber que se ha concebido asumiendo que vamos a cometer errores, pero que a pesar de esos errores, no nos vamos a contagiar», y recuerda que sí, que ha tocado un guante, pero que previamente se había lavado las manos cinco veces con cloro, con lo que ya no quedaban rastros del virus.
«Aunque hubiera sido mejor que no me hubiera tocado», asume.
El proceso de vestirse es lento y minucioso, pero el de quitarse el traje es realmente estresante y agotador, y puede demorarse entre cinco y diez minutos.

Guantes externos, gafas externas, máscara externa, capucha, máscara interna, delantal, botas, traje, todo puede ser foco de contagio, por ello, los voluntarios siempre trabajan en pares: uno que ejecuta el proceso y otro que va dando instrucciones y supervisa.

Los voluntarios aprenden también a sacar un enfermo de la ambulancia, a llevarlo hasta el centro de tratamiento, y a lidiar con los fluidos infectados como sangre, vómitos, orina y heces.

Adam, como el resto de la treintena de voluntarios que mañana partirán al terreno, prefiere no dar su apellido, y la razón es muy simple: temen el riesgo del estigma a la vuelta.

«Yo he hablado con mi familia y mis amigos de a dónde voy, y que voy a hacer. A priori nadie me ha dicho nada, pero presiento que algunos no querrán verme durante un tiempo a mi vuelta. Lo entiendo y lo respeto», explica Xavier, francés, que también viajará a Monrovia.

«Uno de los grandes problemas actualmente es el estigma al que están siendo sometidos algunos de nuestros delegados», explica Cristina Estrada, la responsable de gestión de crisis en la FICR, y responsable de la respuesta al ébola.

«Algunos, al volver a Europa, han sido claramente estigmatizados por sus empleadores o por su comunidad. Tenemos un caso de una persona que entró a un supermercado y el recinto se vació inmediatamente», agregó Estrada.

Esta situación preocupa especialmente a la Federación, no sólo porque afecta al estado psíquico de sus empleados y voluntarios, sino porque está provocando que algunas personas que pensaban viajar al terreno hayan cambiado de opinión.

«Esta epidemia es distinta. Los voluntarios no vuelven a casa y son recibidos como héroes, al revés, la respuesta es hostil y son acusados de ser egoístas y de traer el virus a casa», explica, a su vez, Panu Saaristo, coordinador de emergencias de Salud.

«Tenemos el caso de una persona que canceló el viaje 12 horas antes de partir. Pero nosotros entendemos el miedo y la aprensión y no juzgamos a nadie. Si el nivel de ansiedad es alto y no se siente cómodo es mejor no ir. Porque si estás preocupado por tu familia no estás concentrado en lo que estás haciendo y en tu seguridad», agregó Saaristo.

Conscientes de estas dificultades, los voluntarios son contratados en periodos de 8 semanas: una para entrenamiento y viaje; cuatro sobre el terreno «el máximo periodo en que puedes hacer el trabajo con seguridad», especifica Saaristo; y tres en casa.

«Las tres semanas coinciden con los 21 días de máxima incubación del virus, en las que los voluntarios son vigilados para detectar eventuales síntomas. Pero sobre todo, ese tiempo sirve para adaptarse de nuevo a la realidad, tras un periodo muy intenso, muy estresante», explica Estrada.

A pesar de estas dificultades, la Federación ha logrado entrenar y mandar al terreno a un centenar de voluntarios internacionales -locales ha entrenado a más de 5.000-, y la idea es poder preparar treinta por semana en Ginebra, y otros 26 en Madrid -donde se realizan también cursos de preparación- hasta finales de año. EFE

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Redacción Minuto30

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