Medellín, ha sido sin duda, una ciudad de vivencia tranquila, y no pretendo con ello olvidar, los malos tiempos con ocasión a la violencia, más sí, resaltar, la capacidad de su gente, para permanecer en alegría y pacifismo, en medio de sus normalidades, incluyan lo que incluyan.

A Medellín, la hemos construido todos, directa o indirectamente, de forma pasiva o activa, en la medida en que la habitamos, la vivimos, la caminamos, la cuidamos, e inclusive, en la medida en que algunos la soñamos, han sido muchos momentos, de diferencias superadas, capítulos cerrados, esfuerzos aunados, y sobretodo de madurez social, que han permitido que Medellín, sea un grandioso Valle, pero no de lágrimas.

Hemos soportado ruidosos llamados a perder la calma, como aquellos que han pretendido a través de la violencia o la ilegalidad, imponer costumbres o formas de vida, hemos resistido con cabeza en alto, los ataques de quienes han querido desvanecer las bondades de una ciudad que lo tiene todo, nos hemos acoplado a las condiciones cotidianas que se suscitan en todo ámbito, hemos tomado postura para defender territorios, liderazgos y proyectos sociales de desarrollo, y nuestras discusiones publicas habían respetado ciertas líneas, y poco habían trascendido, a la violencia moral o psicológica, escuchábamos atentos, sin permitir afectación, y conservábamos la calma.

El ciudadano inteligente, para conservar su calma, ha escogido el camino de la crítica propia, el control y la opinión personal, formando sus propios conceptos, acatando sus propias ideas, dando cuenta de la necesidad, de que atrás deba quedar, ese tradicional arraigo, de los discursos que lanzan, porque no los emiten, desde sus trincheras de privilegios, algunos que agitan, dividen y distancian a iguales, logrando réditos y carcajadas desde la distancia.

Todas las personas, con responsabilidades públicas, son pasajeras de un periodo y unas circunstancias, por el contrario, todo ciudadano es permanente, de nada sirve la confrontación entre ciudadanos, que luego serán los mismos, que confluyan en esfuerzos, para reclamar justos avances sociales, necesidades, que siempre han persistido, pero que desaparecen en la medida en que los discursos lanzados desde trincheras distraen su atención, y a su paso, agotan la calma.

Medellín, no tiene que ser grande otra vez, EPM no tiene que ser grande otra vez, son grandes, y no dejarán de serlo, aunque alguna orilla así lo dictamine, aunque algún grupo económico lo pida, ni porque una campaña definida, así lo busque.

Lo leí, y lo repito; que no nos falte grandeza, para permitir que retorne la calma, que Medellín pueda ser vacunada, contra el Covid-19, contra la desigualdad, contra las mentiras, las intenciones de destruir y perseguir, el ego dañino de sectores representativos, y en contra del afanado propósito, de secuestrar al ciudadano, bajo el discurso de bandos, buenos y malos, corruptos y no corruptos, en el que algunos se esconden para maltratar la democracia.

Si a Medellín retorna la calma, habrá retornado todo.

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Redacción Minuto30

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