Alicia Bárcena acaba de hacer dejación de la Secretaría ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), después de 14 años de estar al frente de la misma y está en marcha el proceso para su relevo. De ella tenemos mucho qué aprender. Cuando aún se estaba en la cresta de la ola lo advirtió que “en Colombia, al igual que Latinoamérica, nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados” y remató diciendo, “así nos será muy difícil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”.

Insistió, además, en que “hay que procurar que las exportaciones vayan más allá de las materias primas”. No obstante, su exhortación a los gobiernos para cambiar el modelo económico extractivista por otro que promueva la diversificación productiva fue desoído. Y más recientemente reitero su mensaje, en el sentido que “necesitamos replantearnos una visión de desarrollo, ya que cada país de la región es distinto. Debemos pensar el desarrollo de una manera diferente, innovadora, diversificada e inclusiva». Desafortunadamente como lo dijo nuestro laureado Gabriel García Márquez en su discurso titulado Ilusiones para el Siglo XXI pronunciado el 8 de marzo de 1999 en París que siendo “nuestra virtud mayor la creatividad, sin embargo no hemos hecho mucho más que vivir de doctrinas recalentadas y guerras ajenas”. Tal cual!

Fue, además reiterativa en que «el telón de fondo de América Latina no es la pobreza; es la desigualdad. La redistribución de la riqueza es una tarea pendiente en América Latina. Debemos buscar la manera de crear políticas sociales de nueva generación mediante, por ejemplo, nuevos impuestos redistributivos que graven al 1% más rico de la población. Hay que desmantelar la cultura de los privilegios, rediseñar políticas sociales con enfoques de redistribución y cambiar la conversación entre el Estado, el mercado y la sociedad». Ya lo había dicho anteriormente, es necesario “crecer para igualar e igualar para crecer” ya que “una mejor distribución del ingreso, además de disminuir el número de pobres, refuerza el crecimiento”.

Y lo subrayó el año anterior en un pronunciamiento en el que enfatizó que “la igualdad no es un resultado del crecimiento económico, es una condición necesaria, indispensable para la eficiencia y el propio crecimiento”. Definitivamente, para decirlo en sus propias palabras, “la impronta de la igualdad y su incidencia clave en el desarrollo de la región marcan el legado de la CEPAL en la última década”.

Y a propósito de la crisis económica y social que se precipitó en 2020 a causa de la pandemia del COVID 19 manifestó que “el proceso de recuperación de la actividad económica a sus niveles pre-crisis va a durar más de lo que se esperaba, al menos tres años y será más lento de lo observado en la crisis subprime”. Y fue más lejos al afirmar que “esta crisis no va a durar poco, por lo que muchas medidas que se piensan como coyunturales deben verse como estructurales”. Es el caso de programas como Ingreso solidario, que llegó para quedarse, el cual junto con otros que conllevan transferencia monetaria, condicionada y no condicionada, como jóvenes en acción, lo cual debería conducirnos al establecimiento de una Renta básica focalizada en los vulnerables de forma permanente.

Ella no dudó en plantear que “salir de la crisis requiere un cambio radical en los modelos de desarrollo. Además de temas de urgencia  como una política fiscal expansiva, usar medidas no convencionales…una nueva estrategia de crecimiento y desarrollo”, para lo cual se va a requerir más Estado y no menos Estado, como se empecinan en plantearlo quienes pregonan demagógicamente el Estado minimalista. Insistió en que “hay que asumir que la globalización no funcionaba  como se esperaba… salir de la crisis requiere un cambio radical en modelos de desarrollo”.

Pero, al hablar de cambio de modelo precisa que “la recuperación debe ser distinta esta vez, basada en sectores verdes, con un gran impulso a la sostenibilidad o de economía verde”, la cual debe estar en el centro de la estrategia de reactivación. Según ella, las inversiones en la economía verde “alentarían la innovación, nuevos negocios y empleos decentes, efectos positivos en la oferta y demanda agregada en las economías de la región, superiores a los de los sectores tradicionales”. Y añade, “si tomamos estas acciones, América Latina y el Caribe saldrán reforzados de esta crisis y podremos decir que fuimos responsables para con la Casa común que, como dice la Encíclica, se nos ha confiado”. Esta demostrado, además, que, contrariamente a las suposiciones, las inversiones en una economía más sostenible generan muchos más y mejores empleos.

[1] Miembro de Número de la ACCE

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Redacción Minuto30

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