Hablar de corrupción es ya un lugar común en Colombia, no hay noticiero de televisión ni periódico escrito en el que no se escuchen o lean noticias sobre esta mala práctica y aun cuando se adelantan investigaciones con ocasión de hechos de esta naturaleza, son muy pocas las personas que son declaradas culpables por ellos, a decir verdad, más calamitosa que la corrupción misma, que lo es, son los niveles de impunidad de que gozan los responsables de los delitos contra la administración pública y la recta y eficaz impartición de justicia, que es lo que comúnmente se denomina corrupción.

En todas las ramas del público, vale decir, en la ejecutiva, la legislativa y la jurisdiccional y en todos los niveles de ellas hay, según se nos da cuenta, hechos de corrupción, lo cual no significa que todos quienes hacen parte de este andamiaje institucional comulgan o incurren en esas prácticas. Pareciera no haber solución viable que dé resultados efectivos y prontos a esta problemática, todos los días se escucha a los jefes de estas mismas ramas del poder y a las cabezas de los órganos de control y de la fiscalía, hacer manifestaciones al respecto, en el sentido de que se van a implementar tales o cuales medidas o se van llevar al congreso de la república, imagínense ustedes, un proyecto de ley para vetar de por vida a quienes hayan sido condenados penalmente por hechos de corrupción, para incrementar las penas (a esto se apela de manera invariable), también para impedir que los responsables de estos delitos no tengan casa por cárcel.

Todo eso ya está hace rato, nada nuevo están diciendo o aportando, lo hacen con la única finalidad que calmar los ánimos de la opinión pública que, día a día, se da cuenta que hay más corrupción y siguen los mismos en lo mismo. Cómo entender que los Nule, todos, tengan hoy por hoy casa por cárcel?; que los responsables del famoso caso Interbolsa, hoy prácticamente en el olvido, tengan, también, casa por cárcel y ad portas de conseguir la libertad?; o de los presuntos responsables de una pirámide que captaron un billón doscientos mil millones de pesos y hace poco quedaron en libertad por vencimiento de términos?; o que los principales responsables en el sonado caso Odebrecht no están todavía detenidos, mientras que solo unos pocos lo están, y de pronto uno de ellos como chivo expiatorio, según lo denunciara el ex presidente de la Agencia Nacional de Infraestructura, Luis Fernando Andrade, detenido por este mismo caso?; dónde están los responsables de los sobrecostos por más de 4.000 millones de dólares que costó la refinería de Cartagena (Reficar)?

Hace pocos días la Universidad Externado de Colombia hizo público un estudio sobre la corrupción en los sectores público y privado que tardó 2 años en hacer y concluyó, entre otras cosas, que anualmente los corruptos se llevan 9 billones de pesos (3.000 millones de dólares) de los dineros públicos; que es un mal endémico, ya que se incrustó en la sociedad colombiana y se tornó sistémico e inherente a nuestro actuar social y que cada vez es más difícil rastrear a los corruptos como a los dineros ilícitamente apropiados. Si a esto se le suma lo que estableció un informe que el contralor general saliente, Edgardo Maya Villazón, entregó al congreso de la república sobre los 4 años de su gestión, que menos del 5% de los dineros con los que se quedan los corruptos se logra recuperar, el panorama es bien desalentador, mejor dicho, hasta el momento han inútiles todos los esfuerzos en torno a “reducir la corrupción a sus justas proporciones”.

Tan cierto es lo acabado de afirmar que en el año de 1995, según Transparencia internacional, Colombia tuvo una calificación de 34 sobre 100, siendo este último número sinónimo de cero corrupción y en el 2016 tuvo una calificación de 37 y el puesto que ocupa en el rankin mundial es el 90 de 176 países evaluados y uno de los 10 más corruptos de América Latina. Qué hacer entonces? Difícil la respuesta, lo que sí no admite discusión es que los corruptos van ganado hace rato la partida y la seguirán ganando hasta que exista una cultura generalizada de que lo ilegal no es el camino, que el pueblo escrute con más exhaustividad los gobernantes y representantes que elige y que estos entiendan que el servicio público no es para enriquecerse, sino para procurar el interés general. Ardua, muy ardua aspiración.

El reto más importante de cualquier gobernante es lograr reducir la corrupción, los males que ésta ocasiona son de grandes proporciones, a más de no poderse realizar los planes que traen bienestar a los más necesitados, hace inevitable o son el pretexto perfecto para que cada que llegue un nuevo gobierno lleve a cabo una reforma tributaria para crear más impuestos, subir los existentes y en general, gravar más. Y como la corrupción crece en progresión geométrica, entonces se vuelven a subir los impuestos y así sucesivamente en un círculo vicioso interminable en el que siempre terminan perdiendo los mismos. Qué problema.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio