Fue uno de los grandes escritores antioqueños. Su obra es motivo de orgullo para la región y un tesoro para la literatura hispana. Me refiero a Manuel Mejía Vallejo, autor de importantes obras como La Casa de las Dos Palmas con la que obtuvo el premio ‘Rómulo Gallegos’ a finales de la década de los 80 del siglo pasado.

Nació en Jericó, pero pasó casi toda su vida en Jardín, uno de los municipios más bellos del país que le hace honor a su nombre.

En 2023, se conmemorará el primer centenario del nacimiento de Manuel Mejía, pero he querido adelantarme a esa importante conmemoración para rendirle un homenaje a ese hombre inteligente, sensato, comprometido y, sobre todo, amante de Colombia.

Generoso y desprendido, invirtió buena parte de su tiempo para impulsar la carrera literaria de otros talentosos escritores, dejando de lado sus propios intereses.

Su ambición no era otra que la de impulsar la cultura colombiana.

Por eso, a un año y medio de su centenario, admiradores, familiares y promotores culturales empiezan a planear una gran evocación con el propósito de mostrar a Manuel Mejía en toda su extensión. Estimular la lectura de sus novelas, empezando por La tierra que éramos, libro escrito y publicado a mediados de los 40 y que fue reconocida por el premio Nadal de literatura. Además de sus novelas, que fueron 11, están sus cuentos, sus poesías y ensayos.

En 1997, un año antes de su fallecimiento, publicó Los invocados que fue una suerte de epílogo de La Casa de las Dos Palmas. Allí, revivieron los habitantes de dicha casa, recordando tiempos pasados, recorriendo pasos andados. Una novela llena de melancolía y en la que quedó perfectamente plasmada la sensibilidad de Mejía Vallejo.

Una de las asignaturas que no han cumplido los ministros de Cultura es la de, precisamente, estimular en las nuevas generaciones la lectura de los grandes autores nacionales. El inexorable paso del tiempo se encarga de sepultar grandes tesoros literarios, hasta llegar a un punto en el que los nombres de quienes llenaron de lustre a las letras colombianas, se desvanece impunemente.

Me sumo con desbordada emoción y compromiso a los actos que se empiezan a planificar para la celebración del aniversario 100 del natalicio de Manuel Mejía Vallejo. Los organizadores de los mismos le apuntan a que estas efemérides se traduzcan en el enaltecimiento de ese gigante de las letras, en la presentación de su obra ante los jóvenes que no lo conocen, pero sobre todo en un homenaje a la memoria de un ser humano cuyo paso por el mundo dejó una huella imborrable.

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