El desarrollo humano puede ser percibido como la propiedad que se adquiere con la acogida, cuidado y perfeccionamiento de sí mismo, los demás de la especie y el entorno natural y artificial, según lo que se conoce sobre el origen y la razón de ser en cuanto realidad corporeoespiritual, y del universo del que se es parte.
Si fuéramos solo cuerpos más evolucionados que los demás vivos, nunca comprenderíamos el sentido de la propia existencia ni lo podríamos lograr. Las únicas aspiraciones que nos parecerían sensatas serían las veterinarias.
Es honesto asumir lo que falta al desarrollo humano propio y de los demás miembros de la especie, actuales y futuros, en lo que está dependiendo de uno mismo.
El trabajo de prepararse bien para este logro, con el estudio y la constancia necesaria, es el primero, ineludible para hacer los demás y por eso es un derecho y un deber de impacto infinito como nuestro propio ser, perfeccionado con este empeño.
El trabajo honesto promueve siempre la integridad, salud, vida y pleno desarrollo humano armónico, integral, incluyente y sostenible, durante el ciclo vital completo de cada uno de todos los miembros de la familia humana, sin excepción alguna.
El trabajo bien hecho nos absorbe porque en él lo material y lo espiritual se enriquecen mutuamente, sin daños ni dispersiones que descentren de la razón de ser de todo, que da categoría a cada acción y a cada implemento, prescindiendo de bienes que dispersen del óptimo, que es la mejora personal propia y de terceros, y el respeto a la perfección en que consisten los bienes naturales y artificiales, y que reflejan la del ser del que en definitiva proceden.
Al incluir en la finalidad por la que estudiamos y trabajamos, el encuentro y el servicio a los demás seres humanos, actuales y futuros, de algún modo, les facilitamos ser mejores, a través del propio esfuerzo. Así se conoce lo grande de lo pequeño bien hecho: perfeccionar lo infinito por medio de lo que se descompone, que a su vez alcanza así su mayor valor.
Por ser también cuerpo, todo ser humano necesita unos medios de subsistencia y crecimiento personal, y requiere trabajar para el desarrollo propio y de los demás, por eso merece el reconocimiento de su esfuerzo, con los medios para que cubra sus necesidades y, por su corresponsabilidad familiar y social, las de los demás y las generaciones futuras.
La primera de estas generaciones se evidencia más en los propios hijos y los niños por nacer y nacidos que constituyen la familia extensa, que tanto estimulan el desarrollo personal y familiar. Cuidándolos se presta el mayor servicio a quienes son la continuidad de la sociedad, y ésta debe subsidiar lo que la familia no alcanza para conseguir su razón de ser durante el ciclo vital completo.
Es connatural al ser humano amar a través del trabajo y a la vez existe el derecho y deber de cobrar lo equitativo y razonable por hecerlo del mejor modo.
En lo público hay trabajos que nadie paga y que son de gran beneficio para muchos. Cada uno decide prudentemente cómo asumir estos compromisos.
Con la calidad del trabajo se suele ampliar y profundizar, en las relaciones de amistad y compañerismo, en las que se brinda ayuda con ocasión de los intereses y esfuerzos comunes.
De este modo se aporta a la solución de necesidades de personas y el cuidado del entorno natural y artificial, porque el reconocimiento del bien propio y ajeno, facilita compartir cada don -nadie se causó a sí mismo-, por la perfección en que consisten, con los seres humanos a quienes les sirva para ser mejores.
Esto significa que entre las competencias para el trabajo está la de tener presente en el modo de hacerlo, a cada persona como totalidad y a la totalidad de posibles beneficiarias, hasta la última generacion que pueda ser impactada por la labor que se realiza.
Cada actitud y acción en el trabajo, puede generar un impacto grande, amplio, profundo y trascendente, y de esto vale la pena mantenerse correctamente enfocado en toda decisión.
La exigencia continua que esto reclama puede generar dificultades, pero si a la actitud de acoger para poder ayudar se suma un buen nivel de comunicación transparente y amable, se logra el crecimiento del talento humano y todos serán más corresponsables, conscientes de que nadie se hace mejor persona sin la convivencia en la que se suma con otros, al bien que se es y que hay en los demás y el entorno, y el que se puede llegar a ser a través del buen hacer.
Esta apertura hace posible que el trabajo sea plural, diferenciando el error del acierto y abriéndose a rectificar y a compartir y depurar, con el mejor saber laboral posible y con profesionalidad, hasta elegir la alternativa que parezca la mejor, en el contexto de los límites personales y el margen de lo imprevisible.
Trabajar con competencia implica hacer cada cosa a tiempo, que no siempre coincide con lo previsto, sino con lo que realmente demanda la consecución de medios y el esfuerzo generoso de cada implicado. Es también el tiempo de aportar el bien particular poniendo las mejores capacidades, también el corazón, para dar todo lo que puede acrecentar el bien común.
Un trabajo así acrecienta la densidad de la vida, excluye tiempo para preocupaciones porque se ocupa en servir con las mejores soluciones y porque hay ayuda mutua.
En un trabajo talentoso, tanto en la intención como en las obras, se aprovechan ordenadamente los medios y el tiempo, con una buena jerarquía de valores, de modo constante e impacto creciente.
Así el trabajo es sereno y sanamente intenso, porque se distribuye el tiempo previendo cómo invertir las horas imprevistas en capacitación y otros bienes laborales, y se cuidan los horarios de inicio y terminación, para alcanzar también el pleno desarrollo humano en ámbitos diferentes a los enriquecidos con esta labor, contribuyendo también a la salud física y mental, y al fortalecimiento de la unidad y el desarrollo de cada trabajador, en su ambiente familiar.
De este modo el prestigio de las personas y empresas será proporcionado a la mejora personal y laboral, y facilitarán aún más al pleno desarrollo humano. Los compromisos cumplidos por todas las partes, acrecientan la esperanza que renueva el empeño.
Con el trabajo bien hecho se fortalece la unidad de las realidades humanas físicas y espirituales -culturales, económicas, sociales y políticas, las biológicas, materiales y técnicas, y se garantiza el mejor cuidado de la naturaleza.
Así vivido, será un trabajo fecundo porque contribuirá al logro del sentido de la propia existencia, que es el único modo de saber agradecerla a cabalidad. Y aportará a la alegría y la paz, que se irradiarán a los demás ambientes, porque se habrá logrado la mayor ganancia posible del trabajo: aproximarse del mejor modo, al pleno desarrollo humano con cada decisión y acción. Esta es la mayor dignificación de esta labor, con la que se acierta en la cantidad del sueldo justo y en la sinergia entre el trabajo y los demás bienes humanos.