¿Quién es usted? la pregunta más tonta que me hacen cada vez que soy entrevistado para efectos laborales, lo malo del asunto es que no contento el interlocutor con semejante estartazo, como cortados con la misma tijera, siempre hacen la misma petición, “hábleme de usted, descríbase”. La verdad no sé qué siento, mi presión sanguínea se acelera queriendo reventar mis desgastadas venas, el estómago se me retuerce y mi semblante cambia automáticamente. Jamás negaré que odio hablar de mí, sobre todo en primera persona del singular, yo, yo, yo, mí, mí, mí… Aprendí de mi madre que uno no habla de uno, menos adularse o creerse más que los demás, eso no está bien, como no está bien ir contando nuestra vida íntima a diestra y siniestra, yo creo que debemos ser cautos y prudentes.

Consecuente con lo anterior debo admitir que nada más elocuente y sobre todo elegante, que ante una presentación grupal decir el nombre, si se quiere acompañado de los apellidos, pero nunca mencionar los títulos, lo digo porque no faltan quienes tratando de intimidar al resto del grupo, empiezan a esgrimir sus títulos o condecoraciones, tampoco se deben utilizar expresiones como ex magistrado, ex alcalde, ex concejal, ex candidato… lo que fue, fue, estamos entre iguales, el nombre de pila es suficiente. Pensando en todo esto, recordé la frase del filósofo y ensayista español, José Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias…”, ahí entendí que las situaciones de mi vida analizadas en modo, tiempo y lugar me pueden ayudar a saber quién soy, o mejor, de donde vengo yo.

Empecé por recordar que a mis escasos cinco años, un camión me atropelló, me recogieron del pavimento casi inconsciente y no me morí, cuatro años después una camioneta me elevó unos cuantos metros, caí turulato y seguí caminando rumbo a la escuela sobándome los raspones, allí compré un mango biche con sal, mango no muy higiénico, afortunamente no habían inventado el Coronavirus. Recuerdo que el centro comercial de mi época escolar era salir de clase y ver en la calle un montón de venteros que ofrecían de todo, corozos, solteritas, hostias (obleas), algarrobas (pecuecas), guamas, bolas de chicle, entre otras muchas cosas más. Y, es que la gastronomía de mi infancia y juventud fue algo bien particular, no faltaba el sancocho al medio día y los frijoles en la noche. Las ensaladas eran de repollo, sal y limón, nada de vinagretas, ni tomates cherry, menos lechuga batavia o romana. Es de resaltar que los más riquitos consumían leche Klim, Cal C Tose y Emulsión de Scott (hígado de bacalao). En mi casa madrugábamos a comprar la leche en botella y nunca faltó la aguapanela. Ah, me olvidaba del Moresco.

En términos económicos, recuerdo que mi madre compraba muchas cosas a crédito, por el barrio pasaba un señor los fines de semana a quien se conocía como “el señor de los contados”, era la época en que existían las tiendas de barrio donde no faltaba un enorme cuaderno para anotar los fiados, en mi barrio pobre la gente vivía del crédito, con decir que los sábados mis hermanas mayores salían en bus a pagar el club, como ellas, muchos iban al almacén “que fía porque confía en usted”, pagar los clubes y los fiados era algo infaltable en aquella época. Ah, los diciembres las compras se hacían en los almacenes, El Caravana, El Tía o El Ley, en este último hacían promociones cada año cuando el dueño cumplía años, Don Julio. Como tener cuenta bancaria era cosa de ricos, en los barrios había natilleras allí la gente guardaba su dinero incrementando sus ahorros por medio de bingos, bailes, rifas, arroz con leche y muchas actividades más.

Recuerdo que por aquellos años maravillosos pelábamos los colores para marcarlos, le poníamos forros y márgenes a los cuadernos, nada más vanidoso que escribir con el Kilométrico y tener un borrador doble cara, una para borrar lo escrito a lápiz y la otra para romper la hoja. Imposible olvidar cuando se tapaba el computador, teníamos forro para la pantalla, para el teclado, la CPU y el mouse, (ratón), se cuidaba como lo más preciado de la casa ya que teníamos la enciclopedia Encarta, el internet de mi época. Como se me acaba el espacio para recordar muchas cosas más, señalaré algunas que llegan a mi mente porque aún no se me han borrado, recuerdo que por las calles iba un señor con un lorito verde y chiquito, el cual sacaba de un cajón una boleta y, ese era nuestro horóscopo, cómo olvidar el betún y Griffin para mantener bien los zapatos y los tenis, es imposible no recordar la lecherita, el clavo y la piedra para hacerle el huequito. Alquilar bicicletas, alquilar revistas y salir al Parque Norte o a las piscinas de Comfama eso sí que era algo extremo.

Imposible contar todo esto en una entrevista laboral, el ser humano guarda en su memoria un montón de cosas lindas, otras no tan lindas, que no cuenta al mejor postor. Por eso cuando me dicen, “hábleme de usted, descríbase”, solo digo que soy un ser humano ávido de conocimiento y nada más, tuvo razón el filósofo cuando dijo que el hombre está hecho de circunstancias, razones de vida que solo él sabe explicar, pero, no contar a los cuatro vientos. ¿Quién es usted?

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Redacción Minuto30

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