Recuerdo como si fuera ayer aquella tarde en la que en un centro comercial de la ciudad y en compañía de mi señora madre, me encontré a Teodora, sí, la mismísima amigota de los narcoterroristas y promotora de ese movimiento de nombre tan taquillero como de oscuras intenciones. Eso sí, en ese entonces con mucho menos bisturí y sin ese turbante perturbante.
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