Quien quiera podría dejarse llevar, soltar las riendas de sí mismo dando prioridad a su sensibilidad o actuando solo por motivos basados en la reflexión, o también podría armonizar toda su dotación natural, jerarquizando bienes que pone en juego con su decisión consciente y voluntaria, sus actitudes y conductas.

Podemos cambiar siendo plenamente conscientes de lo que hacemos, o con ignorancia, inadvertencia, olvido, omisiones en nuestras previsiones, o errores en datos porque nos queda imposible conocer o no pusimos todos los medios para enterarnos a tiempo.

También tomamos decisiones con insuficiente experiencia o, como efecto del paso del tiempo, sin la debida actualización y con las habilidades menguadas, con olvidos y dudas, que llevan a desaciertos que dificultan el logro de la anticipación requerida ante lo que se viene.

La flexibilidad es adaptar ágilmente el pensamiento, las actitudes, la fuerza de voluntad, los afectos, el cuerpo, el discurso y la conducta, a las circunstancias o situaciones personales y de los demás, y al entorno natural y artificial, puliendo los criterios de actuación y disponiéndose eficazmente a la mejor reacción y los mayores logros.

A veces tendemos a cultivar una tendencia intensa, con pocas excepciones en ciertos ambientes, pero que en el fondo sigue quedando arraigada.

Podemos habituarnos a filtrar, con la inteligencia, la información y los impulsos sensibles, físicos y espirituales, o consentirnos dejarnos llevar por el impulso ciego de los prejuicios, a los que añadimos miedo, ira, odio, aversión o supuestos compromisos, pero esto tiene un componente de sentimentalismo, no de intelectualidad y afectividad maduras, con las que se mantiene la acogida a cada ser humano y, por eso, se le puede ayudar.

Pero, ¿Cuándo ser flexible? La flexibilidad tiene sentido cuando va dirigida intencionalmente a la búsqueda de una verdad y de un bien, personal o de otros, con una adecuada jerarquía de valores. Fuera de este marco referencial, se confundiría con la arbitrariedad y la ausencia de las referencias, necesarias para acertar con lo que nos hace mejores personas.

En lo opinable -muchas cosas lo son- si somos flexibles consideramos que nuestra posición es provisional. Cuando honestamente pensamos que algo es verdadero, lo sostenemos y argumentamos mientras no hallemos motivos razonables para cambiar el modo de pensar.

Ante lo real que nos parece importante, solemos tener una actitud operativa de profundizarlo más y lo estudiamos, defendemos y difundimos.

Las aplicaciones de la flexibilidad son incontables. Sirve para aprender en nuevas situaciones, saber trabajar en equipo, fortalecer nuestra identificación con los mismos valores que tenemos como referencia de buena conducta, que no es reducible a la norma aunque esta ayuda cuando es justa.

Aprovecharíamos todas las oportunidades si no nos quedamos satisfechos con los logros alcanzados, en cualquier campo del desarrollo humano, y si avanzamos en lo fundamental con cada actitud, decisión y acción, cambiando diligente y honestamente lo que haga falta.

Nuestra flexibilidad, si es cualidad, supera los horizontes de la tendencia generalizada al desorden de querer probar el contenido del impulso espontáneo, visceral o intuitivo, sin que haya motivos realmente razonables para hacer cualquier cosa con tal de hallar agrado, porque ésto dispersaría de los mejores gozos.

La cualidad de ser flexible requiere ser firme en lo fundamental, desprendido en lo transitorio, transigente en lo relativo, magnánimo, diálogante y diligente para reconsiderar y rectificar.
Se es flexible contando con la experiencia propia y ajena, aprendiendo más a observar, escuchar y comprender, perfeccionando diariamente el criterio, y cultivando cada día lo fundamental al ritmo de cada decisión y acción, aseguramos la armonía en el propio desarrollo y el de los demás, en lo que depende del nuestro.

¿Cómo lograr ser flexible sin abdicar de lo mejor de sí mismo? Cultivando un amor grande y, por eso, ordenado, se abarca sistemáticamente la realidad como punto de apoyo para poder reaccionar asertivamente con nuevas priorizaciones en valores, principios y pautas de acción, que dan la altura del proceso de madurez personal.

Quien quiera desarrollarse como persona, siendo flexible, necesita analizar la congruencia interna de la información y del diálogo, tener en cuenta cada punto de vista desde el que se puede contemplar lo que se percibe como real, aclarar las dudas, esforzarse por lograr la mayor fiabilidad y precisión en los datos, identificar causas, discernir la solidez de los argumentos, mantenerse actualizado, no dejarse llevar por las primeras impresiones, reconocer el valor de las intuiciones, saber identificar el afán de justificación, discernir la proyección de los hechos y propuestas, diferenciar la verdad, de las intenciones personales, no dar por hecho que todo lo que se lee o escucha es verdadero, evitar los prejuicios, identificar posibles interpretaciones, formar convicciones personales de las cosas y mantener su actitud de compromiso con cada ser humano en el marco de lo que concluye como la realidad, aunque conlleve renuncias grandes.

Una persona flexible sabe, adaptarse y adecuar su entorno familiar y social, a cambios inherentes a vivir, y es exitosa en la medida en que tiene en cuenta la fuerza de dos extremos: lo que se es y la relación de toda actitud, decisión y acción, con el logro de la propia razón de ser, que es la verdadera novedad en la vida humana, lo que le da intensidad, mayor perfección y gozo.

Esta motivación es la más persuasiva porque es un bien mayor, es el principal referente para gerenciar nuestras emociones y demás tendencias, armonizándolas hacia los mejores logros propios, familiares, sociales y de las generaciones futuras, en lo que están dependiendo de nosotros, también si hay circunstancias de carencia e incertidumbre. Las mejores soluciones pasan por la flexibilidad solidaria.

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Redacción Minuto30

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