En la ética de la investigación científica se reconoce que parte de saber respetar, es vivir a cabalidad el deber de garantizar, en lo que de cada miembro del grupo de investigación depende, la integridad, salud, vida y mejor desarrollo posible, de cada ser que se observa o en quien se experimenta.

Un científico honesto, en su trabajo profesional de indagar lo que es y sus causas, de modo sistemático y partiendo de los efectos para llegar a las causas, jamás sacrifica en el altar de los deseos, al mayor bien posible de otro ser humano, porque tiene claro que, en cuanto miembro de la familia humana, nadie vale más que otro desde el referente ecológico inequívoco de su genoma que evidencia la humanidad de la que cada uno es su exclusivo propietario.

Probablemente pasen siglos antes de que, con más ciencia y tecnología, se logre ver, garantizando dicho respeto, a seres humanos que inician su existencia dentro del cuerpo de una mujer. Mientras esto sucede, sólo puede haber hipótesis o teorías con alto riesgo de falsedad.

Se sabe que el inicio del proceso denominado “concepción” es la entreda del espermatozoide al óvulo y que ese es el momento cero del único e initerrumpido automovimiento del ciclo vital de un nuevo cuerpo humano que, desde ese instante, autoorganiza sus propias estructuras y funciones, segundo a segundo hasta el final de su vida, sin dejar de necesitar de su entorno como sucede a todo cuerpo vivo, que en este caso es la Trompa de Falopio y, a partir de aproximadamente quinto a sexto día de su crecimiento y desarrollo, el útero.

Hasta aquí suelen enseñar lo mismo los manuales de Embriología, pero la mayoría de sus autores siguen sin cuestionar una hipótesis de 1922 y que ha predominado desde hace más de 60 años, porque su autor, el embriólogo George Corner no puso suficiente empeño en corregir el error globalizado de considerarla lo que era, mera suposición y no evidencia, que es como la difundieron la mayoría de publicaciones que exponen el origen de los gemelos.

Los seres no son de cierto modo porque así los imaginamos. La intensidad de perfección de un ser jamás es comparable con la de un acto (imaginación) de una facultad (cerebro suficientemente sano y desarrollado) de la que es propietario un ser capaz de actuar imaginando así.

Según la teoría para algunos e hipótesis en la realidad, de George Corner, en los primeros 14-15 días de vida, un nuevo ser humano podía dividirse formando dos seres humanos, pero en 2010 el médico patólogo español Gonzalo Herranz Rodríguez, evidenció la falta de rigor científico en la teoría anterior, por fallas de lógica investigativa en su interpretación y sus incoherencias con nuevos avances en Genética, Biología molecular, Biología del desarrollo, Embriología y Fetología, y concluyó una nueva hipótesis para explicar la posible causa y el momento en que surgen gemelos, describiendo este hecho, también denominado hermanamiento monocigótico (MZ).

El error de no rectificar a tiempo, por parte de George Corner, llevó a universalizar a nivel jurídico y práctico, el aborto durante los primeros 15 días de vida de un nuevo ser humano, argumentándose habitualmente que no tenía identidad por la posibilidad de que surgieran dos o más seres humanos.

Este argumento tiene múltiples falencias, como la de expresar que no se es constitutivamente mientras no exista cierto suceso que sería imposible sin ser previamente y sin poseer el propio modo específico de ser.
No se vale por lo que es probable que se llegue a ser y a causar, sino por lo que se es, aunque a medida que pasa el tiempo, varíen los propios modos de ser y sus efectos.

En la naturaleza, cada ser humano comienza a ser, teniendo un cuerpo unicelular denominado zigoto, que además es totipotencial porque de éste surgen las demás células del mismo organismo de nuestra especie, hecho que no sucede con ninguna otra célula individual.

A causa de estos datos científicos, se puede concluir con certeza que no oponerse o incluso proponer, la destrucción de seres humanos en sus primeros momentos, días y meses de vida, es un error evidente, frecuente y de efectos mortales entre quienes pueden y deben ejercer su derecho y deber de ser responsables con la generación actual y las futuras.

En el cosmos conocido, todo ser humano “es” desde su primer automovimiento de vida porque un ser vivo no es si no vive y no vive si no es, y además tiene el gran “potencial” de seguir siendo en el siguiente instante mientras le alcance la dotación natural que hace posible la continuidad de su vida física.

Afirmar que hay seres humanos “en potencia” o que éstos son “una masa informe”, o un “preembrión”, es promover el error y desconocer que, según la ciencia más actual, el proceso natural de la concepción de un ser humano es el más complejo, perfecto y determinante del universo conocido.

Todo ser humano es siempre en acto, es real, y tiene la potencia o posibilidad de obrar según su propio modo de ser.

Un nuevo ser humano es una realidad que es un bien superior al universo de los seres no humanos, porque sus genes evidencian que pertenece a la única especie capaz de vivir lo que no se corresponde necesariamente con la satisfacción de necesidades biológicas.

En un universo en aumento de complejidad de interacción entre partículas de energía, siempre hay un margen de error con el que, sin dejar de ser de esta especie y precisamente porque se pertenece a ella, puede haber fallas químicas que dificulten que el cuerpo exprese, por ser cauce, capacidades superiores y exclusivas de los seres humanos, como la de un grado profundo de abstracción que hace posible que con el cerebro humano suficientemente desarrollado y educado, alguien se pueda plantear la nada.

Si fuéramos apenas energía, no podríamos ir más allá de lo que es el Cosmos y no nos plantearíamos la ausencia de ser. Pero, porque en nuestra especie podemos concluir acerca de la nada, nos damos cuenta de que nuestro cuerpo es una de nuestras expresiones constituyentes y es cauce, aunque imperfecto, de otra que es simple y trasciende la energía misma aunque se exprese a través del cuerpo humano constituido de ésta. Por eso cada ser humano posee dignidad intrínseca -por las perfecciones que lo constituyen y la lógica interna de éstas-, y ninguno tiene un valor meramente veterinario, aunque su cuerpo enferme y muera.

Al entrar el espermatozoide en el óvulo y polarizarse inmediatamente la distribución de calcio en la membrana citoplasmática de éste, se ha iniciado el automovimiento que caracteriza a un nuevo cuerpo vivo de la especie humana, que por sí mismo organiza sus propias estructuras y funciones, en primer lugar con el denominado proceso de la concepción, que para algunos dura aproximadamente 11-12 horas, cuando se ha fusionado la mayor parte del genoma, y para otros, tarda 6 horas más, cuando sucede la primera división celular llamada transición cigoto-blastómero.

Otra actividad muy importande en este proceso es que se desencadena la finalización de la segunda y última reproducción celular del óvulo, quedando una estructura pequeña denominada segundo cuerpo polar -por eso hay dos cuerpos polares en un cigoto- y la dotación del nuevo ADN ovular, surgido en un entorno inmediato en el que está presente la cabeza de un espermatozoide con su núcleo que contiene el ADN masculino, y la ya mencionada membrana citoplasmática con el calcio polarizado, que contribuye en la regulación del proceso de unión de los ADN nucleares del padre y la madre.

En primer lugar, Herranz afirma en su hipótesis que el hermanamiento MZ sería un evento que sucede en la fertilización, de modo que en la primera división celular del zigoto o cigoto, surgen los zigotos gemelos.

Esto es una excepción, porque lo habitual es que el cuerpo del nuevo ser humano pase de vivir una etapa unicelular a vivir otra en la que tiene dos células especializadas, de las que de una descienden las células que dan origen al cuerpo que continúa después del nacimiento, y de la otra, que se reproduce más rápido, se forman los órganos que son necesarios solo durante la gestación; esta célula se duplica una hora después de terminada la primera multiplicación celular del cigoto, quedando el ser humano con su cuerpo de tres células.

La primera expresión de actividad por sí mismo, del nuevo ser humano, es su propia autoorganización interna.
La segunda, formar y enviar a la madre, a través de su membrana citoplasmática, moléculas con las que impide que el sistema inmune de ella lo rechace -la mitad del genoma nuclear es recibido del papá-, y también produce otras moléculas con las que termina de preparar su segundo habitat más inmediato, que será el endometrio uterino, logrando que aumente un milímetro más y se irrigue mejor de vasos sanguíneos.

Luego emprende más intensamente la construcción de las faneras o estructuras -placenta, cordón umbilical y corion con el que se arraiga en el endometrio que le preparó su madre-, de las que depende, entre otras necesidades, la anidación en la segunda semana y la circulación con un sistema vascular provisional, mientras construye el definitivo.

En síntesis, la teoría de Herranz es que, debido a cambios químicos durante la concepción, los gemelos surgen en la primera división celular, que sucede a las 21-24 horas de una relación sexual fértil. En cambio, según la la teoría o más bien hipótesis caduca, podrían surgir incluso hasta el día 14 o 15 de crecimiento y desarrollo de un nuevo ser humano.

Por efectos del genoma ambiental, cada gemelo comienza a crecer y desarrollarse con expresiones diferentes de su igual ADN, que se expresarán, por ejemplo, en huellas digitales distintas. Cada uno de estos nuevos seres humanos, duplicará el tamaño de su cuerpo seis horas después; en la séptima tendrá tres células y estarán conformado por 32 células cerca del quinto día, cuando pase de la trompa de Falopio al útero, que es su segundo habitat sin el que no podrían seguir viviendo.

Alrededor del quinto día tendrá cada uno la cavidad líquida dentro de él por la que se le denominará “blastocisto libre” cuando pasa al útero pero todavía no se ha implantado.

Entre los días 5 y 6 estos blastocistos gemelos se unen, generalmente a la pared superior y posterior del endometrio del útero, que es la zona habitual de implantación. Otros suelen ubicarse en la zona superior anterior o en unas en que es más esporádico hacerlo.

La interacción entre enzimas producidas por el hijo y las consiguientes reacciones físicoquímicas de la madre, tiene como efecto que en su segunda semana de estar vivos, ambos hijos se incorporen al interior del endometrio que les ha preparado la madre para acogerlos y solucionarles sus necesidades de nutrición y protección.

Cada uno de estos nuevos seres humanos conforma su propia placenta, que es un órgano con el que realiza, con su madre, un intercambio metabólico. También forman su propio cordón umbilical y entre los días 11-12 ya tienen circulación uteroplacentaria porque construye una cavidad para esto que se llama saco vitelino.

Al final de su segunda semana de estar viviendo, están arraigados con bellosidades coriónicas, que son estructuras formadas por ellos con la ayuda del intercambio químico que continuamente realizan con su madre, y terminan su proceso de implantación. En la tercera semana producen sus propias células sanguíneas.

En segundo lugar, la hipótesis de Herranz interpreta de modo diferente el hecho de que, en ocasiones, los gemelos comparten el mismo corion -monocorionicidad- y la misma placenta o amnios -monoamnionicidad.

Herranz afirma en su hipótesis que la monocorionicidad y la monoamnionicidad -que los gemelos compartan la placenta y el corion-, como a veces sucede, dependería de la fusión de las membranas de ambos.

En su artículo de la revista Zygote, Herranz afirma de la hipótesis a veces llamada teoría o modelo de Corner, que “[…] ha jugado un papel decisivo en las disputas sobre el estado legal y ético del embrión humano.” (Cambridge University Press 2013 DOI: 10.1017/S0967199413000257), pero no es sostenible con los últimos avances científicos en Embriología.

No suele ser leve el error de presentar como un hecho lo que solo es una suposición. En este caso supuso confusiones que facilitaron la difusión de la subcultura promotora de la destrucción de seres humanos en sus primeras etapas de crecimiento y desarrollo, y un considerable atraso científico en Embriología.

La hipótesis de Herranz sigue estando vigente después de 10 años y coincide con el respeto incondicional a cada ser humano desde el inicio de su concepción.

Ojalá que la Corte Constitucional de Colombia, que actualmente tiene que responder a cuatro demandas sobre aborto, no repita el error que ya cometió 23 veces, de promover el falso derecho al aborto, con argumento de “excepciones” que siempre han sido científicamente insostenibles.

Esperemos que esta vez la totalidad de magistrados de la Corte Constitucional se niegue a ser cómplice de la destrucción de los seres humanos más inocentes e indefensos, y cese de respaldar las falsas hipótesis científicas de 1922.

Esperemos que esta vez y mientras ejerzan su cargo, todos los magistrados y jueces de Colombia tengan en cuenta la Medicina basada en la evidencia científica. más actual, en lo que afecte la salud de todo ser humano dentro del territorio nacional.

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Redacción Minuto30

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