Hace exactamente diez años y dos meses, escribí un artículo con el título: “Que pereza ir a la escuela”. En él, empecé llamando la atención del por qué niños y jóvenes saltan de alegría cuando el docente, por algún motivo, anuncia que el día siguiente no habrá clases. ¿Por qué tanta alegría cuando la escuela se cierra? ¿Qué les aburre tanto que no les gusta ir a la escuela? Y, quiero aclarar que cuando hablo de escuela me refiero a todo período académico desde el preescolar hasta los posdoctorados.

En verdad me cuestiona esta situación y lo digo porque en mis vastos años de experiencia, como profesor, lo he vivido en diferentes grados de escolaridad, y, a pesar del tiempo transcurrido, admito no haber encontrado respuesta a tanta alegría. Seguramente hay quienes son felices y les gusta estudiar y aprender, pero, lo triste del caso es que no todos los muchachos se amañan en la escuela. Hoy más que nunca sigo diciendo que la “escuela está enferma”, se nos enfermó la escuela.

Recuerdo que después de publicado el artículo recibí comentarios de personas que decían estar identificadas conmigo cuando dije que después de tantos años de haber cursado la primaria y el bachillerato, nunca me había encontrado con un binomio al cuadrado por la calle, como tampoco le había encontrado otra utilidad a la tabla periódica sino para llenar crucigramas, dije además que de las mitocondrias y el retículo endoplasmático no había vuelto a tener noticias, y, menos del señor Aurelio Baldor, de quien me hicieron aprender los diez casos de factorización que pronto se me olvidaron, como también olvidé con prontitud la raíz cuadrada y las capitales del mundo.

Algo que me preocupaba en aquel momento era saber en qué tiempo verbal estaba hablando, si en pretérito pluscuamperfecto o en presente condicional, la verdad es que hoy aún no sé si lo hago en modo subjuntivo o indicativo. Siendo muy respetuoso con mi escuela, creo que me quisieron enseñar de todo, pero no me enseñaron lo más importante, a leer y escribir.

Sin duda alguna lo que debe enseñar la escuela hoy es a aprender no a repetir, absurdamente en Colombia prevalece el sistema de imposición de teorías o pensamientos, graduando estudiantes esquematizados, a quienes se les obliga a aprender muchas teorías y casi nada es optativo, es por esto que el estudiante termina usando la memoria y poco la razón, aprende por obligación y no por gusto o motivación.

Obvio que la educación necesita cambios, pero estos deben ser producto de una reflexión y transformación actitudinal tanto de docentes como de estudiantes, por más decretos o leyes que se expidan el sistema educativo no cambiará mientras los principales actores del ejercicio educativo no se comprometan y acepten que la sociedad necesita personas bien formadas académicamente y educadas en medio del respeto reciproco.

Después de muchos años hoy me pregunto, ¿por qué algunos profesores y estudiantes no queiren volver a la escuela? ¿Qué les preocupa o motiva a no volver a las aulas? Debo admitir que no solo en las aulas escolares se aprende, algunos genios no tuvieron muchos años de escolaridad ni títulos para hacer cosas maravillosas, pero, en este caso no hablo de genios sino de una comunidad académica reacia a continuar asistiendo a los claustros escolares.

Quiero ser respetuoso, muy respetuoso, pero me siento en la obligación de decirlo, es el colmo que algunos de mis colegas profesores no se vacunen para tener una excusa y no realizar su ejercicio docente en la presencialidad, también sé de estudiantes universitarios que hoy no asisten a clases alegando no estar en condiciones óptimas, mientras los fines de semana departen con un cúmulo de compañeros en discotecas y otros sitios más sin ninguna medida de seguridad.

Por otra parte, acabo de leer en la prensa local, que algunas universidades apenas están planeando como regresar a la presencialidad el próximo año. Caminando la ciudad he visto aglomeraciones en el transporte público y, del Metro ni se diga, en parques y avenidas la gente camina como si el Coronavirus fuera algo del pasado. En los restaurantes la gente se ve normal, ahora, en almacenes de cadena los tumultos no faltan y nadie dice nada.

La verdad no sé qué está pasando, pero me duele, la ciudad se mueve a un ritmo casi normal y la gente no tiene miedo al contagio, otra pregunta, ¿por qué en la escuela si se pueden contagiar y en otros lugares no?, ¿qué virus raro hay en la escuela? Para terminar, quiero decir que no son todos los profesores o estudiantes quienes no quieren regresar, no, no estoy generalizando, pero me preocupa. Repito algo que me dijeron hace algunos días, “los bachilleres en la virtualidad van a salir mal preparados”, yo respondí, también los médicos, ingenieros, abogados y todo profesional saldría mal preparado.

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Redacción Minuto30

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