Crecí en un barrio popular, muchos de mis amigos de la infancia hoy no están, recuerdo en especial a Cristian con quien competía en bicicleta bajando por las Mellizas hasta el Redondel, era común disfrutar del peligro de los buses de Buenos Aires y sentir la adrenalina de lo prohibido, mi mamá lo sabía y cuando estaba terminando de dar la última curva, ella estaba atenta en el pequeño balcón para decir las palabras que odiaba escuchar: “Juan se entró ya”.
Hoy Cristian no está y para ser muy sincero no recuerdo su rostro, lo que recuerdo es que a los 14 años ya sabía portar un arma, ya vendía dosis en la entrada de aquella escuela que recuerdo con tanto amor, ya no era el amigo contra el que jugaba enfrentando la adrenalina de la velocidad, él cambió el placer de sentir la rueda libre sin control, por la rueda libre de un calibre 38.
Años después, me enteré que de su memoria únicamente quedaba una madre recordándolo como un buen muchacho que encontró el camino equivocado en una ciudad violenta, imparable en muertes, en madres sin hijos, hijos sin padres y padres sin amor por un hogar.
Con la noticia de su muerte me pregunté a cuantas personas hizo daño, cuantos seres lo odiaran por sus actos y al mismo tiempo cuantas personas tenemos recuerdos de afecto para con él, pasé mi niñez junto a un futuro delincuente que no entendía cuál podría ser su futuro, el soñó con ser médico.
Perder el intento de encontrar un culpable, es cometer el error eterno de dejarlo todo a las cifras, las cuales en Medellín son un concepto contradictorio, se reportan 5 pero la realidad se multiplica por 3.
Como Cristian existen miles de niños en escuelas imparables, llenas de color gris y premios arquitectónicos, niños que desconocen su futuro, con grandes y pequeños sueños que se frustran por la realidad de una ciudad necesitada de autoridad real, pero sobre todas las cosas, más que armas, secretarías de seguridad, batallones especiales y cámaras de seguridad, requiere urgente de igualdad material, de oportunidades que permitan soñar, tener metas y creer en un futuro.
Siempre lo repito, un pueblo con hambre no estará dispuesto a tener paz, seguramente llenaremos de jóvenes como Cristian la antigua Bella Vista, o la nueva cárcel a las afueras de la ciudad, pero siempre tendremos delincuentes dispuestos a quitar su vida y la mía, a quitarle sus pertenencias y demostrarle que una ciudad no puede ser imparable, no puede ser la más educada y no se puede presumir de una tarea realizada, cuando las necesidades de la población se entienden cumplidas con obras, cuando el hambre se combate con bibliotecas multimillonarias y la falta de educación se suple con estructuras.
Cuando se efectúan críticas a la administración anterior y a la actual, es un común denominador que los seguidores de estas nefastas formas de pensar la ciudad, argumenten su apoyo incondicional con su famoso conteo regresivo de las obras y premios, sacan a relucir el presupuesto educativo y cultural de Medellín (Cultural que se queda en los contratistas y operadores logísticos) incluso se atreven a mencionar el nivel de popularidad de Salazar (encuestado en el piso 8 ) pero cuando se habla de seguridad, del metro plus y desarrollo educativo, la culpa es del gobierno nacional.
No es dejar de reconocer las obras realizadas, pero es apenas lógico que el presupuesto de Medellín, permita desarrollar ideas, y allá es a donde se dirige mi crítica, a las ideas que no están acorde con lo que necesita la población necesitada, la que con el tiempo se convierte en el problema social que pone sus muertos, los míos y los de ellos.
Usted allá sentado en su cómodo sillón de oficina, en su casa estrato 90, desde su celular costoso con lo que se da de comer a una familia 2 meses (ese celular seguramente terminará en el bolsillo de un delincuente y horas después lo estarán vendiendo en una de las tiendas del delito central) si usted piensa darle un voto a la continuidad de 8 años de desastres sociales, no se ande quejando por la W pidiendo que le regresen sus documentos, no se queje cuando en cada semáforo le soliciten una moneda, no se desespere cuando una moto se haga al lado de su carro y el conductor le apunte con un arma mientras lo despoja de sus pertenencias y su vida, al final de cuentas, la culpa la tenemos todos por elegir promesas y no realidades.
Recuerde que ese delincuente, era igual a Cristian, tenía sueños, metas y quizás un corazón, tiene una madre y un padre perdido y ahora, después de vivir en carne propia el rechazo social, vio morir sus ideales con los pocos años, ya no tiene nada eso, ahora tiene su billetera, su celular, su computador y esperemos que no tenga su vida.
Nota: Con varios amigos críticos de la dura y desesperante realidad de Medellín, vamos a convocar un “planton” por el tema de Metro Plus y la incompetencia administrativa, esperamos contar con muchos de ustedes, requisito fundamental no llevar elementos de campañas políticas, los candidatos que quieran asistir los recibimos con todo afecto, pero no queremos proselitismo, queremos una manifestación de paz y tranquilidad, una movilización de conciencias. NO ES MARCHA.
Por twitter estaremos informando lugar y fecha. @juancaval
* Juan Caval es crítico político, termina sus estudios en la Universidad de Medellín como abogado, trabaja en el sector privado y adelanta procesos de estructuración en oralidad y concursos que permitan la expresión a través de la palabra. Es asesor de campañas políticas para enfrentar debates de argumentos y actualmente lidera el proyecto Medellín tu Cuento, diseñado como un espacio para escuchar propuestas de ciudad que permitan el desarrollo cultural y social.
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