La calidad de una democracia se conoce cuando los ciudadanos valoran la libertad, cumpliendo con sus obligaciones, antes de salir a reclamar sus derechos o a cercenar los derechos de los demás.

Apenas empezamos a ver una pequeña muestra de la magnitud del desorden en que el gobierno anterior dejó al Estado colombiano. Cada día aparecen más compromisos y se incrementa el tamaño de la cuenta social, cultural y económica, que no dejaron con que pagar.

Entre tanta “culebra” heredada, los críticos en los medios, con contadas excepciones de algunos periodistas cultos, responsables y equilibrados, le tiran al alma al nuevo gobierno y sus áulicos solo repiten como loras mojadas que la culpa es del nuevo presidente que no logra poner la paloma a volar. Sin embargo, les cuesta trabajo pensar en las preguntas que nos deberían ocupar a todos los ciudadanos de bien:

– ¿Cómo hago para obrar correctamente, como un ciudadano de bien?
– ¿Cómo ayudo a mis compatriotas a tener para todos un Futuro con progreso?
– ¿Qué vamos a hacer cada uno de nosotros por Colombia?

Esta sociedad no está pensando en “dejar de beber”, sino más bien en a quién echarle la culpa del dolor de cabeza que produce el guayabo después de una juerga de 8 años. Pauta y contratos aseguraban que el gobierno y los delincuentes fueran unos “Santos”, unos héroes campeones de paz. Mientras, el líder de la oposición democrática representaba al demonio, al mal, y fuera quien resultara acusado de todo lo malo que sucedía en Colombia.

Dos procesos electorales, dos victorias de la democracia frente a la ilegalidad y el populismo, parecen no haber sido suficientes para entender, qué es lo correcto en una democracia. Aquí se invirtieron los papeles: desde el 7 de agosto, el gobierno y el oficialismo pasaron a de ser los culpables de todo, mientras que el crimen organizado, amparado por los medios tradicionales, juega el papel de víctima desde la oposición.

Claro, es más fácil exculparnos de las obligaciones que cumplirlas, pero tengamos presente que esa es la forma más simple de consolidar el caos y perfeccionar una anarquía, cuando tenemos en nuestras manos la oportunidad de recuperar el camino del desarrollo.

Llegó el 2019 y es el momento de responder: ¿En dónde está el compromiso de todos para sacar esta sociedad adelante? ¿En dónde está la determinación de sudar la camiseta del progreso?

Tenemos un líder joven, capaz y con la voluntad y determinación de hacer lo correcto. Ahora es cuestión de que cada uno decida si apoyamos, cambiando nuestra actitud, o nos dedicamos a seguir repitiendo como loras mojadas, entre críticas y lamentos, sin ayudar a solucionar nada.

Tenemos un presidente culto, respetuoso, mesurado, coherente, prudente y conciliador, pero determinado a la vez. Es un hombre transparente, trabajador, honesto, estudioso e inteligente. Es un hombre sano y familiar, buen padre, buen hijo, buen amigo, buen ciudadano, con vocación de servicio, con empaque de estadista y que está luchando a brazo partido contra la acumulación de atrocidades, atropellos éticos, desordenes, ilegalidades, violaciones, robos y abusos, más grande que los que puede soportar sociedad alguna.

Y así como el tiene la obligación de cumplir las leyes y hacerlas respetar, tenemos todos la obligación de ayudarlo. No podemos esperar que el elegido solo, haga milagros. Ocupémonos todos de hacer lo correcto, de contribuir un poco y de ejercer una sanción social enérgica contra la corrupción y el delito. No vendamos la soga con la cual nos pueden ahorcar los afines al populismo, que al final son los peores enemigos de la libertad. No nos dediquemos, como lo han hecho por años los mediocres que respaldan la insurgencia, a echarle la culpa de todo al gobierno.

Valoremos el hecho de que tenemos un presidente de lujo, un buen ser humano, que sin miedo a la critica superflua, a la alegría del canto, la guitarra o el balón, en solo 120 días consiguió 7 mil millones de pesos en un Congreso compuesto por individuos rehaceos al cambio, que braman por el destete de la mermelada.

Valoremos el hecho de que tenemos un presidente que no ha vacilado en reconocer y luchar contra las dificultades que le representan al futuro de nuestra nación más de 200 mil hectáreas de coca y del crecimiento exponencial de organizaciones criminales afines al narco-terrorismo. Que no ha vacilado un segundo en ordenar que se combatan a quienes siguen delinquiendo alzados en armas.

Tenemos un presidente que combate la dosis mínima, porque como padre no va a consentir que el micro-tráfico siga arruinando a la niñez y a las familias más vulnerables, y que además se preocupa por la prevención y la atención al adicto.

Valoremos el hecho de que tenemos un presidente que, por la vía de la legalidad, quiere atender la voluntad popular y enmendar los errores de los acuerdos, de manera que algún día- ojalá muy cercano-, todos seamos ciudadanos de igual derecho y dejemos de ser una sociedad extorsionada por los violentos.

Valoremos el hecho de que este gobierno quiere recuperar la economía en lugar de seguir gastando irresponsablemente contra la tarjeta de crédito de cada ciudadano. Valoremos que el gobierno de Duque quiere recuperar la legalidad y la estabilidad económica, sin tener que empeñar la constitución en Cuba, como se hizo anteriormente.

Los tales acuerdos con el secretariado de las FARC-EP, que desgraciadamente son Ley de la República, prometieron paz, pero nos alejaron de la convivencia pacífica. Este presidente fue de los pocos que, con Uribe, batalló duro por el NO y por una recomposición de los acuerdos frente a un marco lógico de legalidad constitucional y de derecho internacional humanitario.

El gobierno anterior nada hizo por combatir la violencia intrafamiliar, que es la verdadera causa del 78% de los homicidios en Colombia. Sin embargo, sí violó la voluntad democrática de las mayorías, cambiando la ley en favor de un puñado de criminales en complicidad con el Congreso y las Cortes. Duque, por el contrario, fue de los pocos que siempre apoyaron los fundamentales de la legalidad.

Agradezcamos que tenemos un líder que sigue firme en la lucha por los principios de una recuperación económica, que en parte estropearon los medios ignorantes y la crítica a la ley de financiamiento por parte de los evasores recurrentes, que ahora, curiosamente, sí recordaron que el IVA también afecta los pobres.

Duque es un hombre que genera confianza pues de entrada colocó un bono exitoso en los mercados externos y le ha regresado al país la posibilidad de atraer inversión, obligado a enfrentar una dura realidad financiera, como el padre de familia que queda sin empleo, y que debe reactivar para tener a futuro un estado eficiente que pueda bajar impuestos a quienes generan empleo. Duque se reunió con las etnias, con las centrales obreras y sindicalistas, con los estudiantes y los maestros, con los transportadores y con todos emprendió un dialogo realista y transparente a diferencia de las mentiras que todos sabemos les dijo el gobierno anterior.

En mi opinión de persona que vive en el campo, Duque recibió una finca enmontada, con las cercas caídas, sin inventario porque todo se lo robaron, con cuentas y obligaciones vencidas y con los trabajadores desmotivados y acostumbrados a robarle al patrón. Su reto es poner esta finca a funcionar, y lo está haciendo con firmeza y sin darse bomba, con juicio y perseverancia, cambiando los atropellos legales de los acuerdos, adaptándolos a las realidades de la Nación.

Sin duda la forma en que fueron planteados los acuerdos con las FARC-EP, representan la operación de lavado más grande de toda la historia. La contravención a la voluntad popular y al proceso legislativo, desfiguraron por completo internacionalmente y ante la gente del común, la imagen de la ética democrática del parlamento y de la justicia colombiana. Todo para jubilar poco más de 20 magnates del crimen, camuflados de comunistas, como si fueran héroes históricos de nuestra sociedad.

Que nadie se engañe, el presidente Duque, respetuoso de las leyes que heredó, sean ellas producto de violaciones constitucionales o no, comprende que la única manera de proceder es adaptando los términos oscuros de los acuerdos a las posibilidades económicas y legales del país. Si desconoce los acuerdos, o los hace trizas como pregonan algunos que mucho dicen y poco hacen, terminaría enjuiciado por el Congreso al estar violando la Ley de la República.

Santos dejó todo en este país atado a sus acuerdos con la delincuencia; todo es todo. Es mucho lo que quedó condicionado y contratado; ese inventario hay que presentárselo bien al país. Sin embargo, Duque está avanzando en la recuperación de la legalidad y para eso necesita ayuda de todos y especialmente de quienes diariamente critican sistemáticamente, con espíritu sensacionalista y de chivatero, peleando contra el necesario destete de la pobre vaca de la cual mamaron, hasta secarle toda la leche.

Duque cambió la narrativa alineada con la misión del PC3 (Partido Comunista) concedida por el gobierno Santos, por la real intención de unir los colombianos en función de progreso y esperanza, de la libertad y de la justicia democrática, y lo hizo sin necesidad de apelar a un discurso cargado de odio y resentimiento.

La elección de Duque se hizo en función de una visión de futuro, fundamentada en legalidad, emprendimiento y equidad. Esto se traduce en: seguridad ciudadana; justicia; convivencia con rechazo a la violencia, lucha contra la corrupción y la droga; inversión; empleo y equidad en educación; salud, e infraestructura y progreso de la clase media, del pobre y el rico también.

El Presidente Duque es firme en que “el que la hace la paga” y por eso NO se ha sentado con el ELN, que continúa delinquiendo, matando, secuestrando y destruyendo con violencia inhumana. Si la justicia acepta extraditar a Santrich, éste será despachado a Estados Unidos como pepa de guama. Ya ha extraditado a más de 44 criminales solicitados por la justicia implacable del país del norte.

Duque lleva casi 50 extradiciones, pero eso no lo destacan las loras mojadas. Más de 800 capturas importantes empezando por la cabeza de la oficina de Envigado, pero con eso tampoco hacen bulla las loras mojadas. No ha podido fumigar porque lo dejaron prohibido por ley, pero su determinación es férrea en que es algo necesario, al igual que los controles al tránsito para que no se use como forma de narcotráfico. Duque inició un ataque frontal al micro-tráfico. Y está trabajando contra el ingreso de precursores, armas y al lavado de activos y dineros, al contrabando y a la evasión tributaria.

Duque valientemente ha confortando la dictadura venezolana y humanamente ha enfrentado la ola migratoria más grande de la región. Ha desplegado una diplomacia efectiva, respaldada por demandas legales que han apoyado otras naciones, en contra del yugo que azota a la hermana nación venezolana; esto se le reconoce más por fuera que en la prensa local.

De forma clara, Duque se convierte en un líder sólido en representación de los valores democráticos que falsean en buena parte de la región, demandando corresponsabilidad de la comunidad internacional ante la epidemia de la droga y la crisis de Venezuela, y pidiendo que haya solidaridad en el combate contra un populismo que desafortunadamente se financia por medio de la ilegalidad.

Es curioso, tampoco hablan criticas loras, de que se está erradicando manualmente con el Ejército, mientras la guerrilla sigue sembrando minas, siguen dedicadas a la minería ilegal y siguen matando inocentes; secuestrando; quemando y extorsionado; volando torres y oleoductos; contaminando los nacimientos agua, los ríos, y acabando con nuestra biodiversidad con la misma intensidad con la que lo han hecho desde hace 50 años.

El gobierno de Duque y el Congreso está a un paso de darle conectividad a un país que por sus dificultades geográficas necesita aún más banda ancha para desarrollar conocimiento. El trabajo de Duque con las IAS (Fiscalía, Contraloría y Procuraduría) es armónico, respetuoso y productivo, cosa que irrita a los bandidos y que no pasó ni en el gobierno Santos- donde cada entidad se mandaba embarradas por su cuenta-, ni en otros gobiernos donde estas entidades estaban captadas políticamente.

Duque recuperó el diálogo directo con la ciudadanía y le devolvió los Consejos de Seguridad, cosa que no ocurría hace ocho años en Colombia. Esto lo critican los mamertos y los tiesos de la ultra derecha, que sigue anquilosada en realidades inexistentes en el mundo actual.

El problema que vivimos se debe a que hay un parlamento corrupto en donde están atornillados todos los de la FARC-Política, algo que no son capaces ellos mismos de juzgar, como se hizo con la parapolítica.

Es complejo también, pero innegable que la justicia está envenenada ideológicamente, pues así lo hemos permitido desde hace 30 años o más, porque la política colombiana la ha tratado como a una Cenicienta: la ha dejado a un lado atada a vicios e inoperancias aberrantes. Y los presidentes, todos, toditos, la han ignorado y la han dejado politizar. Unos por controlarla, otros por exceso de respeto con ella. Pero tenemos una justicia que, al igual que la política parlamentaria, el comercio, la educación, la salud, las propias Fuerzas Armadas, los medios y el crimen organizado, se han acostumbrado a sobrevivir operando de manera mafiosa. Este presidente de forma valiente está combatiendo esto en solitario.

Duque recibió una justicia acabada que permitió que la pisotearan con una JEP que no es para defender los jueces del poderío y la fuerza del crimen organizado, sino que parece ser para defender los criminales del peso de la justicia.

Duque recibió unas Fuerzas Armadas desmoralizadas y doblegadas por Santos y sus negociadores. Podríamos decir que estaban confundidas si se quiere, que lentamente están volviendo a tomar el rumbo, pues desde los altos mandos se había suspendido la línea de comando necesaria para obrar con contundencia y se habían suspendido los suministros necesarios para poder operar eficientemente en regiones de alta complejidad. De forma diligente, Duque esperó para hacer los cambios sin atropellos, para no romper los plazos y cambiar la cúpula sin atropellar los derechos individuales.

Duque recibió la salud quebrada y está trabajando en solucionarla dándole dientes a la superintendencia. Es urgente contar con una ley de corte y con la colaboración de todo el sector, antes de que los pasivos se conviertan en monstruos inmanejables y en otra obligación imposible para el erario fiscal.

Duque no recibió la olla raspada; la olla la llenaron y se la llevaron para el extranjero, dejando las cuentas nacionales en rojo y totalmente desfinanciadas.

Duque recibió un país con corporaciones autónomas ambientales, carcomidas de corrupción y desprovistas de una misión de desarrollo y progreso. Urge el nombramiento de personas probas y transparentes que reemplacen la ratonera que hay en esas direcciones y en esas juntas.

Duque recibió un Ministerio de Cultura que se opone a todo por sistema y no soluciona y, que al igual que el de Medio Ambiente, ha estado captado por dos corrientes que lo hacen inviable: un río de corrupción, y un remolino ideológico que imposibilita el progreso responsable. Es obligación de estos ministros hacer que allí no se ataje más el desarrollo sostenible de Colombia.

Duque recibió unos sistemas de consulta previa poco técnicos y poco prácticos, cargados de ideología. Recibió unos sistemas de compensación a comunidades opuestos al progreso de las mismas, unas medidas como las de la “línea negra”, que retrasa las probabilidades de unir a Colombia como una sociedad avanzada y que supone que todo desarrollo de infraestructura o explotación de recursos es perverso.

Duque recibió un desarrollo rural, un sistema de restitución de tierras y licenciamientos, que quedó atado a grupos corruptos de las entidades y a una forma de pensar basada en la ideología revolucionaria cubana de Castro, que solo ha creado miseria por donde quiera que se expande.

Duque recibió un sindicalismo anticuado, que poco piensa en el crecimiento y que muchas veces no concuerda con la posición ideológicamente errática y resentida de quienes para beneficio personal controlan las centrales obreras, comprometidas con corrientes ideológicas arcaicas.

A Duque le toca lidiar un periodismo, en buena parte, diabético y “chivatero”, mediocre, corrupto, que poco estudia y menos razona. Un periodismo que por un rating poco le importa inventarse fábulas y novelas que destruyen la honra y la reputación ajena; muchos medios sin liderazgo editorial con carácter y sentido patriota, plagados de prácticas y transacciones mafiosas que viven bajo las naguas de la libertad de expresión, la reserva de las fuentes y los editoriales sin responsable ni firma personalizada.

En el mundo de hoy la función de eficiencia busca “la creación de valor sostenible”, mediante el rendimiento del trabajo ético y profesional apalancado en tecnología. Así progresa el Asía, que superó las discusiones teóricas, filosóficas y políticas, la dialéctica y la analítica occidental. Mientras, aquí en Latinoamérica seguimos debatiendo todo en función de aparecer en los medios tradicionales, que se mueven por apreciaciones subjetivas. Unos medios que, afortunadamente, irán siendo reemplazados por las redes sociales y una comunicación factual, válida y auténtica, que proviene de datos en tiempo real convertidos en conocimiento.

Si queremos cambiar y obrar con decencia, tenemos que reconocer que nos hemos amancebado a una cultura mafiosa, que se ha esparcido como una viruela por todo el cuerpo de nuestra sociedad. Tenemos que reconocer con humildad los errores y no sentarnos a esperar que un presidente de carne y hueso, como si fuese un súper héroe, termine solo con los problemas que como sociedad nos negamos a confrontar.

Lo más importante de Duque es que ha demostrado que se puede trabajar sin que medie transacción corrupta. Y eso es cambio para bien, es un precedente importante, pues en el cambio vive el germen de la esperanza de alcanzar un mejor futuro para todos.

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Redacción Minuto30

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