Lejos de pensar lo que este título sugiere a primera vista, mi posición no es en ningún sentido anarquista, ni pretendo hacer alusión a un sistema de caos cuyos postulados son tan utópicos como irrealizables. El problema que recae sobre la actualidad política es que está llena de simples políticos. Abundan los ministros, los senadores y magistrados, pero hay más bien pocos lectores, escritores, académicos y estudiosos capaces de vislumbrar un panorama que vaya más allá de sus torpes egoísmos, centrándose meramente en tomar decisiones arbitrarias en favor de sus intereses individuales.

Hace algunos días tuve una conversación con un gran maestro de la Universidad del Rosario, haciendo memoria sobre los políticos de hace ya bastantes décadas. El hablar de sus obras y labor a lo largo de sus vidas me hizo caer en cuenta de la vasta riqueza cultural que poseían, aunque algunos todavía la poseen, los políticos de antaño. Es en pequeños detalles que se distingue la grandeza de una persona, por cuanto su experiencia y sabiduría no se han basado en el ánimo de obtener más votos o reelegirse indefinidamente.

Los Senadores de aquellas épocas no pueden menos que recordarme a los caballeros londinenses en la Inglaterra Victoriana, cuyos principios, valores y fundamentos eran inamovibles. Los ideales y la conciencia pesaban fuertemente y la ignorante premisa de que la política es “dinámica” no era más que una conjura contra la moral. Dista mucho ese pensamiento de la realidad, en donde los bandos abandonan su ideario con cada nueva elección y la camiseta azul se vuelve roja de la noche a la mañana. Es casi inexistente ya la lealtad a un partido o movimiento y pueden más las dádivas y satisfacción ególatra que las creencias y los principios.

El vacío académico que se viene dando sistemáticamente no sólo afecta a jóvenes y adultos, sino que se ha hecho con las curules del Congreso y los pasillos de las altas cortes, sembrando semillas que germinarán para no dar fruto alguno. Un político que no lee, que no estudia, que no se prepara ni posee un amplio panorama cultural con visiones sin sesgos ni polarizaciones absurdas no merece ser un “padre de la Patria” y regir los destinos de quienes se dedican incansablemente a prepararse para entregárselo todo a la causa que todos tenemos llamada “Colombia”.

Soy partidario de las comparaciones, sin importar qué tan odiosas puedan ser, pues sin comparar objetivamente nunca podrá fijarse una meta u objetivo que demande más de nosotros y procure hacernos mejores. Tengo que decir que me llevé una gran decepción con las elecciones legislativas celebradas el pasado 11 de Marzo, en donde, recordando al asombroso liberal Tomás Vargas Osorio, contemplaba como obtenían el triunfo deleznables personajes cuyos únicos logros han sido promover la cultura del crimen, el narcotráfico y la pésima imagen de nuestro País ante los ojos del mundo. Me pesó ver que al recinto donde alguna vez pusieran pie don José Camacho Carreño y el caudillo Jorge Eliécer Gaitán, pronto entrarán criminales que derramaron sangre colombiana y tiñeron de rojo las verdes tierras del Urabá, el húmedo suelo selvático caqueteño y del Putumayo, la árida península de la Guajira y otros tantos lugares de nuestra geografía nacional.

Sería irresponsable de mi parte afirmar que todos los políticos son como lo acabo de manifestar, naturalmente hay brillantes ejemplos de lo contrario, pero es la excepción la que confirma la regla. De manera que el panorama no deja de ser desconsolador y decepcionante.

Tengo plena confianza en la regeneración y el resurgimiento de jóvenes ávidos de conocimiento y cultura que aspiren algún día ocupar altas posiciones en las ramas del poder público, a sabiendas de que sobre sus hombros recaerá la enorme responsabilidad de no cometer los mismos errores que se cometen ahora. Las corrientes y las ideas pueden oponerse totalmente, pero al final siempre deberá ponerse a la Patria por encima de todo, trabajando mancomunadamente por Colombia.

Espero que a futuro dejemos de ver simples políticos que se dedican meramente a esa actividad y podamos tener políticos que, con una clara visión de País, abarquen un sinfín de campos que vayan más allá de sentarse en el Salón Elíptico a votar un proyecto de ley que no le cambia la vida al colombiano promedio.

Fe en Dios y Fe en la Causa.

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Redacción Minuto30

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