Podríamos sentirnos dispuestos a invertir un poco de tiempo, en suponer que en algún momento, de cierto modo, tendríamos que “ejercer” como patriotas y no descartamos completamente la posibilidad de llegar a seguir siéndolo.
Más que tener rol como defensor, el patriota aporta lo máximo al logro de lo mejor para cada ser humano que es, como todo otro de su especie, desde el inicio de su concepción, parte de su sociedad. La defensa de los derechos fundamentales de cada connacional, como los de la vida, integridad, salud y desarrollo, sin excepciones, es solo una de las múltiples tareas del patriota.
La patria tiene una entidad normativa que une a la comunidad que la conforma, dentro y fuera del territorio.
La localidad en la que se nace -“patria chica”-, que da contexto de pertenencia por vínculos afectivos, históricos y jurídicos, suele atraer con más fuerza de identidad territorial, incluso si por cambios geopolíticos llegara a ser señalada como parte de otra nación.
El patriotismo expresa la capacidad que tiene una persona para aportar, en justicia, a los que más le han ayudado, a ella y a sus antepasados, en y desde su lugar natal o adoptivo, que se suele denominar “patria”, porque con frecuencia coincide con que es también la tierra en que nacieron sus padres o con la que se tienen especiales vínculos de valores culturales, costumbres familiares y sociales, raíces de formas de mutua ayuda que nutren el alma por generaciones y que sirven como referentes para identificar y ejecutar, la tarea de la propia vida, la que aporta el mejor desarrollo, en y desde nuestro ser.
Esto lo defiende y acrecienta quien ejerce plenamente su patriotismo, al que tienen necesidad y, por tanto, derecho, uno mismo y los demás. Entendido así, el patriotismo, debería enseñarse siempre, por todos los medios posibles, desde las edades más tempranas, las del primer aprendizaje, hasta en las casas de adulto mayor y demás instituciones de fuerte tradición, e incluso en los postdoctorados.
Un patriota en sentido pleno es una persona que no ama su idea de patria, sino a quienes la conforman, que no son ideas, sino seres humanos reales, con unas necesidades concretas que se tiene el deber de ayudar a solucionar, con la magnanimidad de quien sabe que a la mayoría de los beneficiados no los conocerá personalmente; el amor no es tal, si no es ordenado: los compatriotas son primero por ser más cercanos en cuanto comparten un territorio común de origen o vivienda que, por ser habitual, ha hecho posible el reconocimiento de una identidad social común, concretada frecuentemente en la adjudicación de unos derechos y deberes de ciudadanía.
La localización de identidades sociales varía territorial y virtualmente, y aun así permanece la identidad cultural con matices comunes de ayuda mutua, que recuerdan que se ha vivido lo que suele corresponder, con quienes se reconocen como codeudores, por los bienes recibidos y cuidados en común, también por parte de las generaciones anteriores que vivieron en el mismo territorio en el que se convive en una sociedad.
Por esto, los patriotas respetan las tradiciones sanas, se sienten en deuda con quienes las transmitieron y también aportan nuevas costumbres, que ayudan al pleno desarrollo y al cuidado de los más débiles, conscientes de que tienen el deber de hacerlo, incluso cuando este deber no está acompañado por sensaciones o sentimientos de apetencia: la inteligencia nos ayuda a entender que no toda sensación ni todo sentimiento, coinciden siempre con lo que contribuye a que seamos mejores personas, y por eso voluntariamente decidimos, a veces con nuestra voluntad contradiciendo otros deseos, porque somos y merecemos más que lo que a veces percibimos como sentimientos y tendencias, y todos los demás seres humanos también valen más que todo deseo que surge en ellos o en terceros.
Los patriotas no suelen conocer a la inmensa mayoría de los beneficiados de su noble correspondencia a quienes han constituido una red de mutua ayuda que, por estar basada en el bien que es cada ser humano y a lo que tiene derecho para su pleno desarrollo, suele demandar una relación más cercana con los que tienen un lugar de nacimiento o adopción en común, pero también pueden trascenderlo y ser patriotas de otros lugares, como ocurre en campañas de independencia de distintas regiones, o ante la agresión con nuevas estrategias, a veces no sobre cierto territorio o nación, sino culturales y globales, pero que también son de colonización, de ejercicio despótico de poder sobre otros pueblos. Para esto suele usarse “misiles” de cultura y costumbres, ante los que hay que responder con el mejor patriotismo, que como toda otra virtud, se fundamenta en el bien que es la humanidad de cada uno de todos los miembros de nuestra especie, incluyendo la de las generaciones futuras.
Ante las amenazas globales del mundo actual, el patriotismo como correspondencia al aporte social recibido, cuidando lo que sigue siendo válido para el pleno desarrollo humano, y enriqueciéndolo, tiene alcances de planeta, cosmos y especie, actual y en lo que falta de su historia, en lo que de algún modo pueda recibir una influencia positiva nuestra.
Quien es patriota no es excluyente con otros seres en cuanto humanos, pero sí tiene una jerarquía de valores con quienes han hecho posible una sociedad y un Estado, en los que hay un especial deber y derecho de ayuda mutua, por los bienes que sus componentes han reconocido, logrado, difundido y defendido, en y con sus vidas, para pasarlos a las generaciones futuras, por ser aportantes del pleno desarrollo de cada uno y tener la impronta -la sinergia-, en la amplia riqueza de la cultura, del esfuerzo común para lograrlo: son parte del bien común de un área geográfica que comparte la valoración, consecución y conservación, de estos bienes y esfuerzos, con el estímulo de un ambiente concreto, natural, social y artificial.
El patriota defiende la libertad espiritual, religiosa, cultural, física, territorial, de modos de comunicación y en todo otro campo necesario para el pleno desarrollo de la sociedad humana, dando prioridad a las naciones y a las comunidades a las que más directamente pertenece, por tener con estas una deuda mayor y el consiguiente deber de correspondencia.
La Constitución Política suele ser un referente de esa identidad en el reconocimiento del valor de cada ser humano, y el compromiso de procurar, también con esta lista de valores, principios, definiciones y normas comunes, el esfuerzo generoso que hace posible ayudarse mutuamente, por medio del respeto solidario con que se viven los contenidos e interpretaciones fieles a la Carta Magna.
Cuando se entienden los derechos de una persona a los bienes que le corresponde aportar y recibir de su patria, quien es patriota sabe ayudarle a que los posea, valore, ejerza, defienda, conserve y desarrolle, en la convivencia familiar y social, y sea consciente del derecho de conocer y ejercer sus deberes incluyendo el de contribuir a vivir, defender y restablecer, la coexistencia sana y solidaria con todos en la propia patria y en la que le acoge: hay deberes de patriotismo que se deben vivir en toda patria, siempre se debe aportar más justicia y paz donde se vive.
Una persona contribuye a una patria -es patriota-, cuando, en primer lugar con su ejemplo, buena intención, vida familiar, trabajo, vida social, lúdica y cultural, estimula a que haya más ciudadanos cumplidores de sus deberes con Dios, la familia, la sociedad más cercana, otras sociedades, la nación, otros países y regiones, las generaciones futuras -en especial con la inmediatamente posterior-, la cultura local, nacional y global, la economía y el entorno natural y artificial.
El patriota supera todo obstáculo que se oponga al mayor bien en cuanto persona, de cada uno y de la sociedad, que es una forma de convivencia para facilitarse mutuamente dicho bien.
El patriota promueve diligentemente, que cada uno ponga todo su esfuerzo, condición imprescindible para que logre desarrollarse plenamente como persona, en la forma de superarse y de asistir a otros, facilitando su madurez personal, en lo que depende del ejercicio pleno de la libertad responsablemente vivida.
Un patriota respeta y promueve el máximo desarrollo individual que cada ser humano pueda lograr, en cuanto persona, según su propia dotación natural, siempre diversa a la de todo otro de su especie, que aporta a su sociedad nacional, al ser enriquecida con el bien de la humanidad o dotación corporeoespiritual en que consiste cada uno, siempre, y que constituye la razón del invento de forma de convivencia humana denominado patria.
Ser patriota no se reduce a los límites físicos reconocidos por la comunidad internacional al propio país; se puede ejercer esta cualidad, entre otros modos, defendiendo y promoviendo la patria de otros, también con la forma de acogerlos en la propia y ayudarles a que ejerzan esta virtud donde son admitidos, con su gente y con los de toda otra patria, como medio convenientísimo de pertenencia y convivencia, para el pleno desarrollo de la generación actual y las venideras, en una sociedad global.
Quien es patriota sirve con lealtad en la vida y bienes, a los compatriotas y a las generaciones futuras, que puedan recibir de algún modo su influencia. El patriota cumple la Ley justa y es diligente para erradicar toda injusticia de la Ley, incluyendo la relacionada con los impuestos; es completamente honrado y leal, con todos, sin concederse excepciones, aunque muchos o algunos muy cercanos, se las concedieran: no se es mejor persona por consenso, costumbre o porque ciertas conductas se hagan comunes, sino por optar por lo mejor en cuanto humanos.
En el corazón patriota caben todos los ideales nobles de sus semejantes y el deseo de una patria capaz de ser el entorno que les facilite hacerlos realidad, dentro y fuera de ésta.
Quien es patriota está dispuesto a que una patria así sea vivida por todos y duradera, siendo a la vez consciente de que se paga el precio de no lograr ciertos bienes menores para poder centrarse en los medios necesarios hasta alcanzar el mayor de modo sostenible. Quien es patriota sabe vivir el dolor de renunciar a lo que lo privaría de lo mejor.
Tal vez la antítesis del patriotismo sea la pasividad egoísta, la evasión cobarde, la fluctuación ante el bien deseado pero intangible, el silencio cómplice u otras formas de evasión y descuido del desarrollo propio y de otros, en cuanto humanos, por no asumir de una vez por todas, la renuncia necesaria para poseer el mayor bien, el que depende del uso más ético de nuestra libertad y la de cada otra persona que con nosotros constituyen igualmente la patria, que debemos ayudar a inmunizar de todo despotismo interno y externo, a través de la valoración coherente de cada ser humano, que hermana hasta la heroicidad, con todo otro de nuestra especie.
El miedo paraliza y entorpece para decidir; el amor, también a la patria, es mayor intensidad de vida y, por eso, potencia más toda facultad humana, porque es la plenitud de vida del espíritu, expresada en la de la libertad, la justicia, y la solidaridad, también y siempre, para los más pequeños, inocentes, frágiles e indefensos.
No hacer excepciones en vivir nuestro deber continuo de ser patriotas, implica dar lo mejor de sí mismo, al servicio de todos los que se puedan beneficiar de este esfuerzo generoso, que es el que nos hace más felices, si lo vivimos con orden: el primer modo de patriotismo es cuidar a aquellos con quienes inició nuestro ser y entre quienes surgen otros seres humanos, los que constituyen nuestra familia: la patria lo es por la unidad interna y entre sí, de las familias que la conforman y del modo como estas acogen a las que proceden de otras patrias.