Resumen: La verdad en los medios: ¿Construcción o imposición? Un testimonio personal sobre la censura y la manipulación de la información en medios grandes y pequeños, y el papel del lector.
Si yo que como he dicho antes, no soy más que una persona común y silvestre con un espacio en un medio de comunicación, ya tuve que enfrentar la censura y la cancelación de mi columna por pensar diferente al dueño del medio pequeñito -comparado con los grandes conglomerados de la información nacional- en el que publicaba, no quiero ni imaginarme por lo que tienen que pasar los profesionales de la comunicación, que sí dependen económicamente del Medio para el que trabajan. Supongo, harán de tripas corazón, y será publicar lo que le dé gusto al patrón.
Hace varios años viene siendo cuestionado el papel que tienen los “grandes” medios de comunicación (periódicos, revistas y noticieros) como constructores de una verdad, subjetiva y acomodada a los intereses de empresarios y políticos, quienes aprovechan el alcance de masas de dichos medios, para jugar con la imagen y la aprobación del público para lo que les convenga. Pasa en el mundo, pasa en Colombia, pasa en todos lados.
Se sataniza y se cuestiona a ese noticiero de alcance nacional en horario estelar, ese que exigen ver los que no quieren ver los Consejos de Ministros, se despotrica de ese periódico regional que preferiría publicar una editorial recomendando tomar agua de cañería, antes que admitir que alguna cosa buena ha hecho el Gobierno nacional -el actual claro está-, y se defiende a los pequeños medios, a los “independientes”, esos medios que se cree escriben sólo lo que haga honor a la verdad, “sin responder a intereses de grandes conglomerados económicos que lo único que quieren es embrutecer al pueblo y aprovechar su posición, para que en concierto -a veces para delinquir- con los políticos, aumentar sus ganancias, y seguir haciendo al pobre más pobre, y seguir dominando las masas”, y que no se qué, y que no sé cuál… ¡pura carreta!, como diría el Presidente.
Que el medio de comunicación sea pequeño e independiente, no significa que no tenga una agenda, de derechas o izquierdas, no importa, y pobre del trabajador (o en mi caso el voluntario) que no les siga la corriente.
Hace días, uno de los periódicos en el que venía compartiendo mi columna de opinión, publicó una noticia que ya se había desmentido sobre el Gobierno nacional, me limité a comentar dos palabras: Noticia falsa; No pasaron tres minutos, para que el dueño-editor-comunity manager-periodista-escritor, el todero del Medio, me respondiera: “cómo quieres escribir en un portal dónde su dueño trae ‘noticias falsas’. Estos zurdos son lo peor que le pudo pasar a este país definitivamente”. Ese fue el final de mi primer espacio de opinión. No me queda sino agradecimiento por permitir iniciarme en esta faceta, pero qué lástima, que su supuesta imparcialidad y apertura, se develara así de fácil.
Si eso me pasó a mí, que lo hacía gratis en un periódico regional, cómo le tocará a esos pobres periodistas, que hasta sin prestaciones los contratan, esos comunicadores que sí dependen de la plata que se ganen en esa empresa grande de la información, esa que a claras luces sí está alineada con intereses político-financieros de toda índole, en las que para mantenerse en la nómina la única advertencia que deben cumplir es “piense lo que quiera, pero publique lo que yo diga”.
A uno como lector le tocará revisar qué “verdad” es la que me está entregando el medio de preferencia con el que decida informarme, revisar si lo que estoy tratando de hacer es reafirmar mis creencias y opiniones respaldadas en una noticia que tenga la postura que más me guste, o si lo que estoy buscando es saber en realidad qué es lo que pasó, porque la verdad puede ser todo lo subjetiva que quiera, pero los hechos, hechos son. Pobres periodistas.
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