Continuamente, por lo menos en los últimos 32 años, se escucha a los dirigentes políticos, sociales y empresariales, que Colombia es un país de regiones, pero al mismo tiempo se oyen quejas del centralismo político y económico, que frena el progreso nacional.

Al parecer estas son premisas pueden tener sus días contados, por cuenta del proyecto de Plan Nacional de desarrollo «Colombia Potencia Mundial de la Vida» radicado por el Gobierno para su discusión y aprobación en el Congreso, antes del 7 de mayo, fecha señalada por la Constitución para que el país cuente con carta de Navegación.

Ese viaje, el que plantea el Plan Nacional de Desarrollo cuesta 1.154 billones de pesos, que se invertirán en justicia social y ambiental, transformación productiva y acción climática, derechos humanos y alimentación, ordenamiento territorial y, especialmente, reducir la pobreza extrema a un dígito, pilares para la construcción de la paz total.

El secreto para el éxito de esta bitácora de viaje de cuatro años está en la convergencia regional, el faro que guiará el camino, la ruta y las escalas para que cada región defina su forma de crecer económica y socialmente.

Esto significa, ni más ni menos que, por ejemplo el Caribe, dejará de tener ocho visiones individuales de crecimiento y, por el contrario, esas visiones individuales deben juntarse para que la planeación tenga el mayor impacto posible y se beneficien las poblaciones más afectadas por el abandono, la violencia y el atraso social.

De los 1.154 billones de inversión plurianual, 136.5 billones para la convergencia regional, 744 billones para la seguridad humana y la justicia social, otros 114 billones se destinan a la transformación productiva y la acción climática en la que se incluye la transición energética, 47 billones para los derechos humanos y la alimentación y los restantes 28 billones para el ordenamiento territorial alrededor del agua.

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