Jamás negaré que pertenecí a esa generación donde los piojos y el carranchil hacían parte del paisaje natural, eso sí, admitiendo o mejor aclarando, que no fue por desaseo o cochinada, como despóticamente algunos lo han expresado, sino por las condiciones de asepsia o limpieza que vivían las ciudades en desarrollo, donde era común encontrar quebradas, basureros a cielo abierto, deficiencias en acueducto y alcantarillado y la cría de animales como cerdos y gallinas en terrazas y solares. A mi modo de ver, habiendo sido una generación en la que la pobreza rondaba la cotidianidad de nuestra mesa sacándole punta al hambre de niños y adolescentes, siempre fuimos higiénicos, limpios, aseados y, aunque remendados nos veíamos pispos y bien presentados.

Corrían los años setenta y era común que en una casa hubiese pulgas, chinches, ácaros, piojos, liendres, cucarachas, polillas y otros intrusos más, como también era habitual que en nuestras barriguitas habitaran lombrices y demás parásitos convirtiéndonos a los más flacuchentos en el prototipo del niño flaco y barrigón. Tampoco negaré que en aquellos años pretéritos era normal contraer enfermedades como, varicela, sarampión, rubéola, paperas y otros virus más. A lo anterior se deben sumar los raspones en codos y rodillas que casi siempre hacían parte de la presentación personal. Bueno, a pesar de todo esto tan trágico fuimos muy felices, no perfectos, tampoco angelicales, pero sí muy respetuosos de la norma y de nuestros padres.

Ya en los años ochenta, tomaron fuerza la fumigación, la vacunación y la erradicación de plagas, pestes y enfermedades. Como es natural no todas desaparecieron, algunas persisten, claro está, en menor proporción. Bueno… ya no hay piojos ni carranchil, pero, esa no es la discusión que quiero traer a colación, lo importante para señalar es que niños y adolescentes de esta generación light, no conocieron las plagas de Egipto como nos tocó a nosotros, ellos no padecen enfermedades físicas sino mentales o mejor neuronales como las llama el escritor, Sur Coreano, Byum Chul Han, “…toda época tiene sus enfermedades emblemáticas, una época bacterial que toca su fin con el descubrimiento de los antibióticos.

El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal”, es sabido que las nuevas generaciones conviven en medio de la angustia, la depresión, el estrés, la bipolaridad, la ansiedad, y muchas otras “enfermedades mentales” más. Bien lo dijo Jorge Luis Borges, “si pudiera vivir nuevamente mi vida, tendría más problemas reales y menos imaginarios…”

No pretendo ofender, tampoco menospreciar y menos insultar, pero si alzar la voz y decir que los jóvenes hoy parecen cáscaras de huevo, en quienes la fragilidad, la debilidad y flojera se conjugan como por arte de magia. Todo lo quieren fácil, siendo su mayor deseo el vivir cómodamente, huyéndole siempre a las cosas difíciles y complejas. En resumidas cuentas, les gusta estar bien, pero… con la ley del menor esfuerzo. No puede negarse que vivir bien sea algo agradable y maravilloso, eso no admite discusión. Sin pretender ser un aguafiestas, mi invitación es a pensar y repensar el cómo orientar estas nuevas generaciones, no estoy en ningún momento invitando a hacer la vida difícil o tortuosa, no se trata de eso, sino de enseñarles que todo no se consigue con la facilidad que ellos creen.

La nevera no da leche, hay que comprarla, las sopas y las ensaladas tienen un proceso, el agua que sale por el grifo no sale por qué sí, encender un bombillo o un televisor tiene un costo, nada es gratuito. Nuestra responsabilidad como adultos, es hacer conscientes a niños y jóvenes de las dificultades y fracasos que deben afrontar en su diario vivir, para eso debemos enseñarles a valorar y agradecer para que aprendan a justipreciar.
Recuerdo que, por aquellos años setenteros, los policías caminaban el barrio de norte a sur y de oriente a occidente, igualmente los niños íbamos a la escuela montados en tenis pisa huevo.

Ah, la escuela no quedaba cerca y con un bolis duro, cuando había dinero, calmábamos la sed, eso porque el transporte escolar no hacía parte del presupuesto familiar. Contrastando con el pasado, hoy todo queda cerca, a un clic, todo se pide a domicilio o cuando no, se prende el carro o la moto para ir a la esquina a comprar la leche, el queso y las arepas, la modernidad nos trajo muchas cosas y nos hizo la vida más fácil, pero poco a poco está tullendo esta generación de cáscaras de huevo que no quiere caminar.

No es casualidad que estemos invadidos de carros, motos, bicicletas, y lo último, las patinetas. Por favor caminemos, desplacémonos con los pies no con prótesis artificiales, por último, inculquemos en los jóvenes el coraje, las ganas y el deseo de hacer las cosas por convicción, no por obligación, ah, eso sí enseñándoles siempre que nada es fácil, nada es difícil, todo es una oportunidad.

Pd: Estoy creyendo que las excusas se inventaron para quienes no quieren esforzarse lo suficiente en alcanzar sus metas.

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Redacción Minuto30

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