Petro destruye la economía, pero el Banco de la República la salva

En cada discurso, Gustavo Petro repite que la economía colombiana “va bien”, como si se tratara de un logro de su administración. No nos llamemos a engaños. La realidad, respaldada por los propios datos oficiales, es incómoda: lo poco que funciona se sostiene a pesar del Gobierno y gracias a que el Banco de la República ha actuado como un muro de contención contra el populismo económico que sale de la Casa de Nariño.

El DANE informó que en el segundo trimestre de 2025 el PIB creció 2,1 % interanual, por debajo de lo que proyectaban analistas y el propio Banco de la República. En todo el primer semestre, el crecimiento acumulado fue de apenas 2,4 %, cifras mediocres para un país con el potencial de Colombia. Sectores como comercio (5,6 %), agro (3,8 %) e inmobiliario crecieron, pero la minería se desplomó 10,2 % y la construcción cayó 3,5 %, golpeadas por la incertidumbre regulatoria y el freno a la inversión privada. La inversión total subió apenas 6,4 %, muy por debajo de lo que un entorno de confianza podría haber generado.

La inflación anual se redujo a 4,90 % en julio, luego de alcanzar niveles de dos dígitos en 2023. Pero este resultado no tiene nada que ver con Petro: es el fruto de una política monetaria dura y coherente, aplicada por el Banco de la República, que mantuvo la tasa de interés en 9,25 % incluso frente a las presiones del Ejecutivo para recortarla prematuramente. La inflación subyacente sigue en 4,8 %, y la Junta Directiva advierte que no hay margen para cantar victoria.

La última votación en el Banco fue dividida: cuatro miembros votaron por mantener la tasa, tres por bajarla. Entre los que querían recortar estaba el propio ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, alineado con la visión cortoplacista del presidente. El resto de la Junta, con mayoría nombrada antes de Petro, se plantó con un mensaje inequívoco: la estabilidad de precios no se negocia. En abril, cuando se redujo la tasa a 9,25 % —el nivel más bajo desde septiembre de 2022—, fue por unanimidad y con base en datos, no en impulsos politiqueros.

El contraste no puede ser más claro: mientras el Banco de la República actúa con independencia y prudencia, el Gobierno empuja reformas laborales, pensionales y energéticas que paralizan proyectos, ahuyentan inversión y golpean sectores clave. La autoridad monetaria ancla expectativas, sostiene la confianza de los mercados y evita que los errores políticos se conviertan en crisis económica. El déficit en cuenta corriente se ha reducido a cerca del 2% del PIB y la inversión extranjera directa crece en sectores como comercio y servicios financieros, no porque el Ejecutivo los haya incentivado, sino porque aún quedan reglas claras y contratos firmados con antelación de este gobierno.

Si el presidente Petro tuviera influencia directa sobre la política monetaria, la historia sería otra: inflación desbocada, fuga de capitales y una moneda desplomada. Lo que hoy se presenta como un “logro” es, en verdad, el resultado de que las decisiones económicas más importantes del país estén fuera de sus manos. ¡Gracias al Banco de la República!

La economía colombiana “va bien” solo comparada con el desastre que sería si el Banco de la República no hubiera resistido las presiones del Palacio de Nariño. El mérito no es del presidente Petro, sino de una institución que, blindada por su autonomía, ha evitado que Colombia se convierta en otro experimento fallido del populismo latinoamericano. Si esa autonomía se rompe, la estabilidad que hoy presume Petro desaparecería tan rápido como su credibilidad presidencial.

@JuanDaEscobarC.