Si nos autoevaluamos y tomamos consciencia, podremos ver que infestamos nuestra mente con resentimientos y rencores y podremos empezar a hacer algo para detectar de dónde vienen y para dónde van, pues si no aprendemos a perdonar a los otros y a nosotros mismos, jamás en la vida llegaremos a ser felices.

El punto de partida para erradicar el rencor es arrancarlo de raíz, para así poder activar nuestros procesos creativos y lograr percibir toda una visión clara, sin esa nube de bacterias y virus que torturan, arrebatan y destruyen, no sólo nuestra paz interior, sino la de todos los que nos rodean.

Luego de detectarlo y de acuerdo con los síntomas, debemos examinar en qué estado de incubación se encuentra para poder aniquilarlo y desarrollar un mecanismo efectivo de protección, que será nuestro antivirus.

Si dejamos que la ira, el temor, la culpa y el odio ahoguen nuestro corazón, nuestra vida se verá afectada de tal manera que perderemos la paz interior, llenos de resentimientos que nos atraparán en un círculo vicioso sin salida.

Recuerdo que en mi infancia era castigado continuamente y la mayoría de los castigos tenían como finalidad que, a través del temor y el condicionamiento, aceptara el virus y fuera como todos los otros, sin embargo, entendí que tenía la opción de escoger lo que quería hacer con mi propia vida, aceptando los virus y convirtiéndolos en antivirus que me fortalecían al igual que una vacuna. Así, a pesar de ser tan chico, comprendí que en la vida tenemos la oportunidad de escoger lo que queremos ser, hacer y tener.

Después de vivir éstos y muchos castigos más entendí que tenía dos formas de ver la vida: podía llenarme de resentimiento, rencor o afán de venganza y convertirme en una persona amargada, o podía elegir recordar sin dolor ni resentimiento y ver que todo pasa para nuestro bien, que no debemos resistirnos a nada, sino aceptarlo, porque aquello contra lo que luchamos nos debilita.

Hay una realidad que no podemos dejar atrás: no podemos controlar el odio ni las críticas de los otros porque están fuera de nuestro alcance. Sólo podemos liberar la culpa y los resentimientos que tengamos en el corazón, porque en nosotros está la fuerza poderosa del amor que todo lo sana.

Los principales y más comunes nutrientes de este virus que nos impide perdonar son el odio, la ira, la culpa y el temor. Si no los erradicamos de nuestra mente, nunca podremos perdonar.

Para perdonar y liberar la culpa debemos tratar de ponernos en los zapatos del otro, mirando la situación desde su punto de vista, de manera que nuestras ideas, pensamientos y emociones cambiarán, logrando una nueva percepción de la realidad.

Recuerda que nunca debes identificarte ni asociarte con el sufrimiento, porque hoy tienes toda la capacidad para aprender a elegir si amas o sufres. No olvides que tienes dos opciones para enfrentar y dominar el dolor: sanamente, sin sufrimiento; o con un sufrimiento destructivo, para llamar la atención, compadecerte o quizá disfrutar torturándote.

Deja que las cosas fluyan. Ninguna emoción, situación o circunstancia es permanente, pues así como hay día y noche, luz y sombra, tenemos momentos de alegría y de tristeza. Lo único que puedes hacer es aceptarlos como parte integral de la dualidad de la naturaleza.

Ámate, quiérete, cuídate y valórate. Experimenta la presencia de Dios en tu corazón, siente que eres amado por Él y devuelve amor a quien te arremete, orando como si todo dependiera de Dios y actuando como si todo dependiera de ti.

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Redacción Minuto30

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