Pasando la papa caliente

Un tema que seguirá siendo álgido sin perder ningún tipo de vigencia y del cual acepto he dado mucha rimbombancia en estas columnas, es lo concerniente a la Tauromaquia, la cual termina con abundante tela que cortar. Alrededor de esta polémica actividad se conjugan intereses particulares muy fuertes, lo cual trasciende gracias a la confusión que genera por un lado, tener normatividades que avalen la capacidad de sentir dolor por parte de  un animal, una denominada ley de protección animal que en “teoría” se encarga de evitar el maltrato animal y por el otro lado, la argucia con la cual los interesados se encargan de defender el “arraigo” cultural Colombiano que da luz verdes a macabras atrocidades como las corridas de toros, las peleas de gallos y otras barbaries que se erigen en nuestro territorio en contra del bienestar animal.

Somos un país inundado de leyes, anexos y rectificaciones; Muchas de ellas, van en contravía de otras, generando dificultades en su expresión y dejando a libre albedrío de quien la interpreta, su ejecución; lamentablemente, el más dominante termina siendo aquel que impone su pensamiento en un país como el nuestro.

Uno de los argumentos lamentablemente expuestos por aquellos que se lucran de esta anquilosada actividad, es una supuesta “incapacidad” para sentir dolor por parte de los animales enajenados al interior de un ruedo en una plaza de toros. Para ellos “lo esencial escapa a los ojos” y no son las muestras de dolor, el temor, sus ojos llenos de tensión y la sangre emanada en el ruedo; prueba alguna de que el animal en medio de las lanzas, banderillazos o al contacto con la pica y demás aditamentos de terror, sufren una muerte violenta, trágica y totalmente humillante

(En verdad quisiera saber qué sentiría un humano al recibir semejantes ultrajes).

Reaparece en el escenario esta semana, la discusión taurina; volvemos a los enfrentamientos arbitrarios de una dualidad que debería estar enterrada y no tener cabida en un espacio de evolución del ser humano (Aunque leía por ahí, de casos tráfico de esclavos en África y otras situaciones inverosímiles para el Siglo XXI y claro, allí están las corridas de toros).  Nos enfrentamos entre el respeto a la dignidad de un ser y su vida, versus una mal llamada tradición “cultural”. Permanecemos en un constante tira y afloje que lastimosamente no creo logre encontrar eco, mientras continuemos con dirigentes que no comulgan con temas de paz, de armonía o de vida. ¿Cuántos de nuestros queridos mandatarios asisten a engalanar con su presencia las graderías de las plazas de toros?

Algo de coherencia en un país que anhelaba la paz, armonía y reconciliación, precisamente era el ser consecuentes y no comulgar con acciones que enajenan la vida y el respeto; Sin embargo, acá estamos, nuevamente en la discusión.

La Corte esta semana, emitió un fallo sobre una nueva demanda ciudadana que busca un poco de coherencia frente a las excepciones de norma que vienen compiladas en las leyes de protección animal; Estas,  permiten acciones totalmente en contravía de la misma protección, como lo son: las corridas de toros, el coleo, corralejas, las peleas de gallos y otras más; Razón por la cual se pide, un poco de congruencia.

En su fallo, la Corte se encargó de ratificar lo previamente establecido en la  Sentencia 666, permitiendo las excepciones de la ley de Protección animal bajo el contexto de ser estas tradiciones culturales;  pero, en el caso particular de las Corridas, estas mismas no terminan siendo reconocidas inherentemente como tal (Tradición), sino que se genera un matiz permisivo en las localidades en las cuales se vienen llevando a cabo de manera rutinaria a razón de la costumbre (Lamentable costumbre); es decir, un municipio que desee incursionar en materia de corridas de toros, no podría en teoría hacerlo a la luz de la normatividad vigente; Sin embargo, todos se valen de argucias y artimañas para permitirse pasar por encima de lo emanado en las directrices naciones.

En este aspecto los sectores y personas que defendemos la vida, debemos permanecer atentos para lograr evitar esas violaciones a las normas, permitirlas, es ir un paso atrás en lo que duramente se ha logrado en materia de protección animal. Desde que la Corte generó su sentencia C666, las movilizaciones de los sectores animalistas han sido arduas, asiéndose de las herramientas jurídicas existentes para hacer llamados tajantes a los gobernantes de turno, para que no permitan la incursión de estas actividades, pasando por encima de la norma y por ende la no presencia de estas actividades en la costumbre regional.

El camino es complejo y lamentablemente, algunos medios de comunicación terminan siendo salpicados por intereses particulares y se generan informaciones no fehacientes que pueden ir en contravía de la defensa que venimos liderando desde hace mucho tiempo atrás.

En el momento cursa al interior del Congreso de la república, un proyecto de ley impulsado por toda una coalición Colombiana que busca erradicar las corridas de toros en el país, este es un intento por sacar de las agendas nacionales, todo un espectáculo que mancilla la moralidad, en términos de violencia y la no compasión.

Seguirá dando mucho de qué hablar este tema, por lo pronto esperemos que las movilizaciones ciudadanas a favor de la vida y el respeto, logren hallar su eco en las instancias legislativas que nos comandan, encontrando al fin, alguien que se apropie de una decisión tan transcendental como esta que nos aisle de los vestigios del pasado ávido de sangre y dejen de pasarse la papa caliente entre todos los actores. Por ellos, por los animales.

Fundación O.R.C.A