Quienes soñaban con que el presidente Iván Duque repetiría la historia de Juan Manuel Santos se van a quedar con un palmo de narices. Con la decisión de objetar la JEP el presidente Duque no sólo le ha cumplido a sus electores, sino a su partido y a los uribistas, pero principalmente al expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien ya puede cantar victoria porque quizás esta es la prueba fehaciente de que realmente encontró un pupilo que no lo defraudaría. Uribe siente hoy que apoyó a un candidato que le resultó totalmente diferente a Santos, quien, a juicio de los entendidos, se la hizo completa.

Ahora los grandes derrotados son la recua de periodistas filomamertos que encabezan Daniel Coronell y Daniel Samper Ospina, a los que siguen a pie juntillas los dibujantes Vladdo y Matador, quienes le apostaban férreamente a que Duque se le volteara a Uribe, con lo cual de inmediato sería arropado por la mamertada nacional e internacional. Ahora les tocará seguir poniendo cascaritas y dibujando marranitos para ridiculizar al presidente porque lo que es cierto es que no van a encontrar motivos para celebrar una volteada como lo hicieron con Santos. Duque es Duque y Uribe es Uribe. Pero ante todo Duque ha demostrado con esta papa caliente que un hombre que cumple su palabra.

Por supuesto la mella que hará esta decisión se reflejará automáticamente en la mermelada mediática que soñaban los mamertos de todos los pelambres y en los puestos para sus esposas en la JEP o en entidades de víctimas, los cuales quedarán también con los crespos hechos. Duque, con la decisión de objetar la JEP se cumple a sí mismo. En su campaña presidencial la objetó y como presidente no podía hacer menos. Y aunque las objeciones son 6 puntos de 159, el grueso del articulado lo asume con neutralidad benévola, pero con vigilancia porque algunos puntos quedaron con compuertas débiles.

Pero esos 6 punticos, que no son de poca monta, son los pilares de su gobierno para lograr una paz sostenible y duradera para que las víctimas no sientan que fueron burladas por obra de los acuerdos de paz. Duque tiene claro que no se está frente a un choque de trenes entre los poderes ejecutivo y judicial. Y que la Corte Constitucional es la guardiana de la Carta Política y además tiene la última palabra en materia de constitucionalidad. Pero también tiene claro que no existe el falso dilema entre amigos y enemigos de la paz porque todos los colombianos de bien quieren la paz.

El presidente Duque tiene claridad en que, salvo los terroristas, los narcoguerrilleros y quienes tienen intereses creados en el delito, el resto de colombianos quiere la paz. Pero que esta paz debe garantizar genuinamente la verdad, la justicia y la reparación, así como la no repetición. Y sobre todo tiene claro que el acto legislativo debe vigilar que los delitos que se cometan después del 1 de diciembre de 2016 son competencia de la justicia ordinaria, con lo cual quienes creen que la JEP es una cobija de alcahuetería se estrellarán con un Duque que no necesita inyectarse uribismo para no dejarse burlar.

El gran ganador de la jornada es el presidente Duque. Se revolcarán las fanaticadas mamertas, se espelucarán los antiuribistas, se rasgarán las vestiduras los impulsores de todos los vericuetos jurídicos que llevaron a burlarse del umbral, a hacerle el esguince al No y a patrocinar un acuerdo montado en la impunidad como colofón, pero Duque se llevó las palmas. Hoy los colombianos sienten que tienen presidente y que este no está pintado como algunos creen que los caricaturistas pretenden mostrarlo.

Duque no está de acuerdo con que no exista la obligación principal de los victimarios de reparar integralmente a las víctimas. Piensa que una reparación material, con sus bienes y sus activos que satisfaga a las víctimas es lo menos que se puede esperar de un proceso de paz. Tampoco cree que sea válido que la ley estatutaria de la JEP no determine el alcance de la competencia del Alto Comisionado para la Paz para verificar los sujetos a beneficiarse de la justicia especial para la paz. Y menos cree que sea valedera la suspensión de la justicia ordinaria, ya que esta no precisa las diligencias judiciales en que la Fiscalía deba abstenerse.

Aunque al comienzo de la semana los amigos de la JEP con impunidad habían puesto en coro el grito en el cielo, Duque tiene la suficiente independencia para saber que es necesario definir con mayor precisión cuándo se suspenden acciones de la justicia ordinaria. Sabe que no se puede renunciar a la acción penal para los crímenes de lesa humanidad porque eso genera impunidad y sabe que está por precisar que el tribunal de paz no puede practicar pruebas porque eso promueve Incentivos perversos que terminarán por beneficiar a terceros con ropaje de involucrados en procesos subversivos.

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Redacción Minuto30

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