La reforma tributaria es una papa caliente para todos los gobiernos, sean de derechas, izquierda, moderados, fríos, verdes, azules, rojos. Y es que estar en campaña es una cosa y gobernando es otra. El resucitado Rudolf Hommes, apodado “el rudo” porque asustaba más que “el coco”, fue uno de los ministros más desventurados con esa papa caliente. Para ilustrar, mi vecina de esa época en el barrio Los colores de Medellín, aseguraba que hablaba como con una papa caliente, y que sólo vino a entenderle lo que decía en la televisión, cuando a ella le tocaba a mercar.

Al ministro Carrasquilla, dicen que lo tumbaron sus huevos. Lo cierto es que después de sus amenazas constantes a los televidentes colombianos con su reforma, mantenía al 90% del país en un constante temblor, como lo pone a uno todavía, la lectura del poema Anarkos del muy castizo Guillermo Valencia: (¡Son los hijos de Anarkos! Sus miradas, / con reverberaciones de locura, evocan ruinas y predice males: / parecen tigres de la selva oscura / con nostalgias de víctima y juncales).

Gráficamente, las amas de casa decían que un ministro que le pone a los huevos precio de huevo para engañarlas, no puede hablar de canasta familiar. En consecuencia, el ministro Carrasquilla renunció, no sin antes defender su papa caliente, argumentando que la reforma al sistema impositivo, “es un imperativo». Ese día, negro como el alma luciferina del Barón de Charlus, expresó: «Mi continuidad en el gobierno dificultaría la construcción rápida de los consensos necesarios».

Horas después, un domingo, cuando la niebla de los cerros caían sobre la capital y la deseada Casa de Nariño, el presidente anunciaba que retiraba la polémica reforma tributaria, misma que desató una ola de manifestaciones del Paro Nacional, y que cobró la bien puesta cabeza del ministro Carrasquilla que, a decir de las Gutiérrez, “a las jovencitas les caía bien”.

¡A rey muerto, rey puesto! Acto seguido, el presidente Duque anunció en Twitter que aceptaba la renuncia, y entregaba el nombramiento como ministro de Hacienda al titular de Comercio, José Manuel Restrepo. Este, con figura atlética y mirada serena, salió invicto del encargo el 7 de agosto de 2022, no sin antes decirle al país, preguntado por CM& sobre la reforma Petro, que Colombia tenía suficientes recursos, que bien manejados, no hacían necesaria la reforma del hijo de Ciénaga de Oro.

Hoy, a 10 de enero de 2022, quienes hicieron rodar la honorable cabeza del ministro Carrasquilla, por no contar dónde era que compraba la canasta de huevos a $1.800, a más, claro está, que por empecinarse en su reforma tributaria, presentan, en cabeza del resucitado ministro José Antonio Ocampo, extraído de los armarios viejos de César Gaviria, una RT, en mayúscula; que ahora no es por 25 billones, es decir, por la babada de carrasquilla, sino ¡por 50 billones! Como quien dice, llegaron ¡Pensando en Grande!

Lo delicado del asunto, y que hace recordar los tropeles y peligros de la papa caliente en un país tropical y con cambio climático al extremo como Colombia, es que la reforma tributaria que trae el gobierno en ejercicio de apenas 8 días, en la mano añosa, cansina y temblorosa del remasterizado ministro Ocampo, evoca ruina y predice males, como en el poema de Anarkos. Sin gozar silla y ya tiene cientos de detractores, defensores del pueblo por la fuerza de sus convicciones éticas, peléticas, morales y partidistas. Ya lo dijo la excongresista Margarita Restrepo, una voz bien timbrada y cantante de la primera línea del Centro Democrático:

“Cuando eran oposición casi acaban con el país por una reforma de 24 billones. Ahora que son gobierno proponen una por 50 billones. Esa es la coherencia mamerta”.

El asunto no pinta bueno. “El palo no está pa’ cucharas”, decía mi abuela. Porque, como bien lo escribió el columnista Lorenzo Madrigal, en el periódico de don Fidel Cano en diciembre de 2021, “El cuento va a que de la injusticia se pasa a la anarquía, no lo dice Valencia, porque los poetas no dicen las cosas, las ensueñan. Y a mí me llega porque escuchaba la otra noche al precandidato Gustavo Petro y me pareció entenderle, entre preguntas y réplicas (Caracol TV, con Juan Roberto Vargas), que la gente botada a la calle, entiéndase anárquica, podría modificarlo todo en un momento dado frente a los poderes establecidos, porque es allí donde reside la soberanía”.

La reforma tributaria es una papa caliente en Colombia, y la desigualdad social está intacta y a la expectativa. La mano ajena en el bolsillo propio, duele mucho.

Es decir: como lo dijo Petro en su primera lección de manera espontánea, coloquial y firme (con esa seriedad suya que asusta a un Rasputín), a sus ministros: “¡No podemos equivocarnos!”.

Cuidado, ministro Ocampo. Esto lo sabe usted muy bien, como buen caleño: ¡la papa está caliente!

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio