Un Presidente ya fallecido manifestó: “hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”. Parece ser que esa frase lapidaria que entiende como un hecho imposible eliminar, pero si mitigar o disminuir el % de recursos que se pierden o se desvían mejor, con motivo de las acciones corruptas de funcionarios, jueces, congresistas, diputados, concejales, empresarios del sector privado, empleados y hasta representantes de las diversas iglesias que se dejan seducir por esa manera de conseguir sus deseos de todo tipo, no hubiese calado en la mente de los colombianos y por el contrario se hubiese convertido no solo en motivo de risa sino en un acicate para incrementarla a proporciones incuantificables.

Algunas cifras del anterior contralor estiman que la corrupción en Colombia se roba, solo en el sector público una cifra cercana a los 50 billones de pesos que muy seguramente serán dineros que nunca pagarán impuestos, incrementando así en un 35% el desfalco a la nación y a los colombianos.

La cultura del corrupto se vive a diario en las calles cuando los agentes del orden se allanan a los deseos del infractor de cualquier norma por unos pocos pesos, es así como invadimos las calles con negocios ilícitos que pululan a los ojos de las autoridades, que ni cortas ni perezosas ven estas prácticas ilegítimas como una fuente de ingresos adicionales a sus sueldos. Restaurantes ubicados a bordo de carreteara que invaden las franjas de retiro con sus edificios y cuyo parqueadero es la vía pública se ven visitados con frecuencia por las autoridades de movilidad para desayunar, merendar o almorzar allí gratuitamente. Esa la denominé hace algunos años como la corrupción del chorizo.

Vemos a los pederastas que sobornan a sus víctimas con promesas de premios en la vida eterna, violadores que chantajean con publicar fotos o pruebas de actos obscenos efectuados bajo amenazas, funcionarios que retienen trámites a la espera del aceite que lubrique el proceso, agentes del orden que se inventan infracciones, plantan pruebas o se muestran “inflexibles”, para conseguir que el supuesto infractor afloje el billete, tramitadores en las oficinas públicas que consiguen permisos sin el cumplimiento de requisitos y en fin un pléyade de individuos y modalidades que hacen de las normas un canto a la bandera. Ese es el diario vivir del colombiano de a pie.

Claro que estos son los aficionados pues los profesionales o los de las grandes ligas están entre las altas esferas del poder en donde nada se mueve sin el engrase proporcional al tamaño del negocio; el porcentaje fluctúa entre un 30 y un 10 por ciento del monto dando un promedio del 17% del costo de la coima para el reparto entre los implicados que debe donar el que realizará el trabajo.

Como quien efectúa el trabajo no es un aparecido le cargará a este valor los costos correspondientes para recuperar la inversión y como mínimo ese 17% se verá traducido en un 30% más en el costo final del contrato.

También es corrupto el que cobra sin hacer el oficio que se le remunera y dentro de los empleados ya sean públicos o privados se reconocen como aquellos que cobran por horas c…., sentados en sus sillas sin realizar el trabajo. Estos pululan y si en verdad quisiéramos volver eficientes las empresas deberíamos realizar estudios de flujos de información o encontrar la razón de ser de los cargos, para disminuir costos reales del bien o servicio y así hacerlos más asequibles al común de la gente.

Ahora el mayor acto de corrupción se ha dado en los cuerpos legislativos cuando por no cumplir el deber de poner en el orden del día la conciliación del estatuto anticorrupción se hundió y esto se dio por el temor de los legisladores a perder el beneficio de casa por cárcel.

Es tan corrupto el que hace aceitado por el dinero sucio como aquel que deja de hacer lo que le corresponde ya sea por la misma razón o por otro tipo de intereses como fue el caso de ayer en el que el presidente de la cámara no puso en el orden del día de la agenda la conciliación, o el representante conciliador no actuó con la debida diligencia para cumplir con el encargo.

Postre: Mucho de lo aquí descrito se origina en los hogares en donde el conseguir plata sin importar el cómo, se convirtió en el objetivo de la vida de padres e hijos.

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Redacción Minuto30

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