Obreros de escritorio

Resumen: Detrás de los escritorios: La realidad laboral de los "ejecutivos" y la invisibilidad de sus luchas.

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En términos laborales, hemos idealizado la imagen “del ejecutivo”, esa persona que tiene un trabajo -creemos- bien remunerado, y que va bien vestido, que no se gana el pan con el sudor de su frente sino con su intelecto, que trabaja en una oficina, y se pasa el día cómodamente sentado o conversando con sus compañeros de trabajo, pero se nos olvida que la gran mayoría de esas personas que vemos con un trabajo de esos, son solamente unos obreros de escritorio.

Hay unos que van despacio, tranquilos porque su horario no les exige salir de casa antes de que salga el sol, y van ataviados con trajes o tacones de diseñador. A otros los ves antes del amanecer, caminando apurados para llegar a tiempo a sus lugares de trabajo, y visten con ropas que por lo menos parezcan “elegantes” porque su trabajo lo requiere, aunque tengan que llevar el saco colgado en el brazo mientras se aferran como pueden a las barras del bus, o tengan que ir de baletas y llevar los tacones en la maleta, para aguantar el viaje hasta la oficina. Los morrales raídos o de princesas no están permitidos, y es menester llevar bolsos de marca aunque los fabriquen en China como los de Mario Hernández.

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Por supuesto que algunos tienen buenos salarios o al menos por encima del promedio, sin embargo, otros tantos no distan de ser remunerados con el mismo racero que se les paga a otros trabajadores en oficios menos glamurosos, o incluso menos. Acá entra un ejército de trabajadores que se les contrata bajo la modalidad de prestación de servicios sólo porque es legal aunque no sea ético, van sin primas y sin vacaciones, sin “vínculo laboral” pero con horario, y se les vulneran sus derechos, que en tantas luchas obreras han ganado con anterioridad, otros trabajadores sudorosos, cansados y polvorientos.

En esta categoría de lo que simplificamos como ejecutivos caben decenas de oficios y puestos de trabajo, pensamos en el banquero, pero olvidamos al que atiende la taquilla, directores y gerentes de grandes empresas, pero también está ese contador que tiene la “oficina” detrás de unas cajas en el archivo, la gerente de marca de esa empresa de telefonía que odiamos, y el pobre asesor al que vamos a ponerle problema cuando no estamos conformes con la factura.

También está ese nuevo Director que llegó a una alcaldía, pero que depende de su asistente para saber qué tiene que hacer. Ingenieros, administradores, comunicadores, contables, secretarias, programadores, archivistas, asesores, abogados, correctores, diseñadores, sicólogos, un sinfín de gente que trabaja sentada en un escritorio.

Son trabajadores como cualquier otro, que muchas veces van saltando de puesto en puesto y de quincena en quincena, cuya motivación principal son sus familias, y que tienen los mismos deseos de salir adelante y progresar, son personas que cada mañana empacan sus sueños en una maleta, entre lapiceros y agendas y salen a trabajar para ganarse la vida, conseguir una mayor estabilidad o cualquier cosa que consideren que les dará un mejor futuro.

Paradójicamente, aunque laboralmente son como cualquier otra persona, a veces se ven a sí mismos como si pertenecieran a una categoría laboral más encumbrada, y olvidan que las luchas obreras también son sus luchas, que cuando se reclaman derechos laborales o mejores salarios también se reclaman para ellos, pareciera como si el brillo de las pantallas en las que trabajan, les hubiera hecho olvidar que son solamente obreros de escritorio.

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Redacción Minuto30

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