Era una clase normal pero el entusiasmo por el tema se hacía cada vez más evidente debido a los aportes y las preguntas que ellos se hacían y, me hacían. Estábamos hablando de la descomposición social a nivel mundial y las consecuencias que esto genera a todos los pueblos, fue así como en medio de ese derroche de creatividad mezclada con altas dosis de análisis un joven pregunto, ¿profesor, será necesario que la sociedad vuelva a pactar para dejar tanta violencia, es decir, pactar para que respetemos la vida? A partir de ese interrogante empezamos a construir no una, sino muchas respuestas acerca de los pactos humanos. Indiscutiblemente, el hombre lleva toda una vida pactando, los acuerdos han sido el pan de cada día y sin embargo la violencia y la maldad no disminuyen.

Es de anotar que, las religiones lo que hacen es un pacto de respeto mutuo entre dios y los hombres, buscando siempre con esos acuerdos vivir en paz, para el caso de los cristianos todo quedó pactado en los diez mandamientos, mandatos que de ser cumplidos a cabalidad acabarían con tanta maldad. La verdad, no creo que se necesiten más acuerdos, lo que necesitamos es respetar lo que ya hemos acordado, para el caso colombiano los diez mandamientos poco se cumplen, analicemos uno a uno y veremos que la realidad es otra. Primero, “amar a dios sobre todas las cosas”, no logro entender como dicen amar a dios si no aman a su prójimo, viéndose eso reflejado en las cifras de miseria e inequidad en que vivimos los colombianos. Bueno, algunos si aman a dios, pero porque lo tienen convertido en un negocio, triste, pero cierto.

Segundo, “no jurar su santo nombre en vano”, uh, somos expertos en juramentos, en eso nadie nos gana, jura el presidente, juran los alcaldes, juramos bandera en los colegios, juran los militares, los religiosos, todos juran pero muy pocos cumplen lo jurado. Tercero, “santificar las fiestas”, sin lugar a dudas somos campeones, todo lo volvemos fiesta, con decir que somos uno de los países del mundo con más días festivos, este año tenemos diez y ocho festivos. Abundan los reinados y las fiestas, bailamos hasta para inaugurar un equipo de sonido, de fiestas sí que sabemos. Cuarto, “honrar padre y madre”, tremendo pecado cometemos, da tristeza ver el trato y la vulgaridad con que algunos hijos tratan a sus padres, en ocasiones hasta los golpean. Innegable que a medida que pasa el tiempo no pocos papás se van convirtiendo en esos muebles viejos que en cualquier parte estorban.

Quinto, “no matar”, el número de asesinatos cada año es alarmante, así todos los gobiernos acomoden las cifras para que creamos que nos matamos menos, es falso. Cómo olvidar la canción de Pablo Milanés “la vida no vale nada…”. Sexto, “no fornicar”, pocos saben que traduce la palabra fornicar, pero lo practican y se jactan de fornicar muy bien. Hoy pareciera como si el sexo hiciese parte de la canasta familiar, como olvidar el pronóstico de una reina, “el hombre se complemente al hombre, mujer con mujer, el hombre con hombre y también mujer a hombre del mismo modo en el sentido contrario…” Séptimo, “no hurtar”, ladrones tenemos hasta para exportar, ladrones de cuello blanco y hasta sin cuello, tenemos tantos ladrones que no será raro que algún día se inventen una maestría en trampas con énfasis en corrupción.

Octavo, “no levantar falsos testimonios ni mentir”, somos el único país del mundo con un cartel de falsos testigos, el colmo de los colmos, empresarios que trafican con mentiras para desacreditar a alguien, bueno, también está la vecina que es un poquito chismosa, los que dicen mentiras piadosas, que de piadosas no tienen nada, en fin, se miente al por mayor. Noveno, “no desear la mujer del prójimo”, aquí sí que llegamos al nudo, como dicen por ahí, “quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”. Sin lugar a dudas las telenovelas son las mejores escuelas de infidelidades, también la música y hasta el reggaetón, se perdió el respeto por la pareja.

Décimo, “no codiciar los bienes ajenos”, a mis años lo más ridículo que he escuchado es que algunos sienten envidia de la buena, ¿envidia buena? La envidia conlleva a desear cosas y personas ajenas, ahora, nada más enfermizo que ver comerciales en los que uno queda asombrado de lo pobre que es, todo lo que sale en las propagandas uno termina deseándolo, qué falta de conformidad y humildad para aceptarnos como somos sin codiciar ni desear. Bueno, yo insisto, para que más pactos, deberíamos empezar por cumplir los que ya hicimos, el principal acuerdo debería ser “no matarás”.

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Redacción Minuto30

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