La paz, tema que ha ocupado desde antaño a la humanidad, no tiene una concreta definición, pero en líneas generales puede sostenerse que ese valor y derecho puede verse desde dos perspectivas, una, la ausencia de guerra, la “no agresión” y otra, la que aparece en el texto de Kant “Hacía la paz perpetua”, como la voluntad de entendimiento y concordia.

En ninguno de sus dos sentidos –negativo y positivo- podemos hoy los colombianos “sentir” que existe paz en el país, por el contrario, encontramos una soterrada prolongación del conflicto armado, en el que las Farc, utilizando sus estrategias de lucha, obtuvieron por una parte poder en el Estado y por otra continuaron en plena conflagración, a través de las denominadas disidencias en las cuales se encuentran algunos de los integrantes firmantes del Acuerdo de Paz y una cantidad, no despreciable, de guerrilleros que se acogieron al acuerdo regresaron a la subversión.

La paz exige verdad, justicia y reparación, sin que el movimiento insurrecto haya propiciado alcanzar alguna de ellas, por lo que resulta evidente la pregunta ¿Los colombianos tenemos algún razonable motivo para conmemorar el acuerdo suscrito el 24 de noviembre de 2016?

Para responder ese interrogante recordamos que el 8 de septiembre del 2017, en la visita papal  a la ciudad de Villavicencio, el Papa Francisco en su homilía se refirió así a la verdad:  “Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos.” Hoy, luego de cinco años de la firma del acuerdo, siguen familias desgarradas por el dolor porque no saben qué pasó con sus parientes desaparecidos, tampoco se conoce lo sucedido con los menores reclutados ni a las mujeres víctimas de violencia y abusos, así como a otras víctimas, se les ha reconocido, como se advierte de la denuncia que éstas formularon ante la Corte Penal Internacional.

Y qué decir de la justicia? Hasta la fecha solo se tiene una notoria y evidente impunidad respecto a los victimarios de la Farc. Los avances en las investigaciones se encuentran respecto a los agentes del Estado, los militares y policías, quizás la “justicia” que se va a conocer. Y no puede olvidarse el antecedente del plebiscito que votó NO al acuerdo de paz. El cambiar la decisión del pueblo soberano fue como tratar de hacer regresar el cauce de un río a su punto de origen, algo imposible, pero con muchos vericuetos y malabarismos jurídicos lo consiguieron, sólo que a qué precio. Las consecuencias no se han hecho esperar.

Ahora, en el marco de la reparación a las víctimas poco o nada les ha sido concedido, y lo entregado, en su mayoría, ha sido por el Estado.

Por qué ante la magnitud e impacto de los incumplimientos del Acuerdo de Paz, primordialmente por la guerrilla que lo suscribió, los colombianos no solo guardamos silencio, sino que conmemoramos su firma? Parecemos anestesiados, no reaccionamos ante situaciones que en cualquier otro país, dada su gravedad, provocarían su completo rechazo por la ciudadanía.

Ver en los principales diarios de Circulación Nacional al causante de la entrega de gran parte del país al entonces grupo terrorista de las Farc, Juan Manuel Santos, al lado del expresidente Ernesto Samper, como testigo central del saludo con el Presidente Iván Duque, enardece el espíritu y sólo deja ver la “humillación” a las miles de víctimas que a la fecha no han tenido ninguna respuesta en su búsqueda de verdad, justicia y reparación.

En cambio, los otrora criminales de lesa humanidad, la mayoría integrantes de cuadros directivos que conformaban el secretariado de las FARC, conmemoran el acuerdo sentados en el Congreso de la República, sin haber pagado un solo día por sus crímenes, sin haber reparado a las víctimas y ocultando la verdad.

Muestra de ello es la tozudez y el cinismo del exguerrillero Rodrigo Echeverri en su respuesta a la entrevista al Diario El Espectador en la edición del 23 de noviembre. Al ser preguntado Con las víctimas, ¿cuál es su balance? contestó: Le contra preguntaría: ¿qué es lo que nos toca hacer a nosotros con la reparación de víctimas? La verdad, por ejemplo... Estamos con la verdad. Hemos aportado toda la verdad”.

Miente desfachatadamente como es propio de la izquierda radical. Fidel lo hizo en la propia ONU negando ser comunista. Hugo Chávez igual. No extraña que el antiguo subversivo conocido con el alias de “Timo” también lo haga. Todos fueron formados en la misma escuela y persiguen los mismos fines. Lo grave es, que fueron ellos, con la complacencia del gobierno Santos, quienes pactaron los términos de la futura justicia transicional a la cual se someterían, y a la cual le dan su “verdad”.

Así, cambian la narrativa de sus graves crímenes, muchos de ellos de lesa humanidad, por ejemplo, al secuestro, hoy equivocadamente se le denomina “toma de rehenes”, en el macrocaso No. 1; y pese a las evidencias que todos los colombianos vimos, niegan las condiciones infrahumanas en que los mantenían privados de la libertad.

Y de ALEXANDER BAYONA CAMACHO, secuestrado el 18 de marzo de 2000 en Palmira Valle, el cabo HÉCTOR VELÁSQUEZ CARRILLO, secuestrado el 27 de junio de 1997 en San Antonio de Atenas – Caquetá; CARLOS ALBERTO HERNANDEZ, médico capitán de la Policía Nacional, secuestrado el 24 de noviembre en Guamal  (Meta), SAID ALEXIS VILLAMIZAR CARRILLO secuestrado el 14 de marzo 2006 a la salida del Éxito de Envigado (Antioquia), JOSÉ ARBELAY LOSADA, secuestrado el  5 de enero de 2003 en San Vicente del Caguán, CARLOS IGNACIO URIBE ÁLVAREZ, plagiado el 25 de mayo de 1998 en Quibdó (Chocó), y ROSA MILENA BOLAÑOS SALAZAR secuestrada el 28 de agosto de 2001 en Pitalito (Huila), entre otros, solo se sabe que hoy gritan a una sola voz libérennos. Quién lo creyera siguen secuestrados y pareciera que a nadie le importa. Dolor de Patria causa la desgracia del secuestro que sigue a sus anchas en el territorio nacional. ¿Cuál paz se celebra?

Por más eventos, conmemoraciones, entrevistas que se  para mostrar un resultado que no se ha alcanzado, no van a poder cambiar el balance que hasta hoy realizan los colombianos y es que ese proceso solo sirvió a los victimarios, que los tienen en sitio privilegiado, mientras que a las miles de víctimas las tienen en el rincón más olvidado. Molestia y rabia ocasiona ver a los celebrantes de la conmemoración que en sus declaraciones permanentes citan sin sonrojarse, que las víctimas son el centro del acuerdo. Burla y mentiras por doquier.

En conclusión, no obstante las concesiones otorgadas Colombia no obtuvo la paz, en cambio se ve el crecimiento del narcotráfico en los territorios en que las Farc se hicieron fuertes durante su lucha subversiva. No había lugar a conmemoración.

@HenaoBernardo

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Redacción Minuto30

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