Hace algunos años escribí un artículo titulado “Nalgoterapia”, la cual definí como esa forma de educar que utilizaron nuestros padres cuando la obediencia y el respeto desaparecían de nuestro entorno familiar, era entonces el momento preciso para que, nuestras nalgas recibieran unas palmadas o correazos que las mamás sabían dar con fuerza e intensidad, acorde con la falta cometida. Indiscutiblemente, las mamás tenían en la mente el programador nalgoterapeútico que determinaba la cantidad de correazos o nalgadas que se debían dar después de invocar la famosa frase “…venga que no es pa’ eso”.  Imposible negar que en ocasiones y dependiendo del estado de ánimo de los progenitores, las dosis nalgoterapeúticas se exageraban dejando una marca casi indeleble en nuestro sentadero.  Reconozco y admito que me tocó vivir bajo el régimen del fuete, la correa y los chancletazos pedagógicos y, no me siento frustrado por eso, hoy más que nunca agradezco a mis padres la formación que me dieron. Cabe señalar que a pesar de los castigos, siempre seremos reconocidos como una generación que amó y respetó a sus padres, que vivió y compartió en familia.

Para nadie es un secreto que la corrupción está desbordada y que los corruptos cada vez inventan más triquiñuelas para robar, robar y robar. Tengo muy claro que el problema en Colombia es uno y se llama corrupción, nada más peligroso que esas bandas de cuello blanco que desangran el erario público dejando innumerables familias sin los servicios públicos básicos, y, en no pocas ocasiones sin lo más mínimo para sobrevivir, ¿cuántos muertos más pretenden dejar estas bandas criminales cuando se roban el dinero de la salud?  Es cierto que desde siempre han existido los ladrones, atracadores o raponeros, aquellos que pueden robarnos el reloj, el celular, la cartera… pero, más peligrosos me parecen los corruptos que, teniéndolo todo en lujos y comodidades roban cantidades exorbitantes de dinero. Yo pregunto, ¿dónde está el dinero de Saludcoop, Caprecom, Reficar, Dragacol, Foncolpuertos, Agro Ingreso Seguro, Odebrecht y otros robos más? Ahora, ¿dónde estudiaron estos hampones de cuello blanco, de qué universidad egresaron?

Antes de proponer mi nalgoterapia pública a los corruptos, quiero hacer referencia a dos cosas, para mí importantes, la primera, fue la vez que conocí el puente del humilladero en Popayán, según el relato de un historiador nativo, pude saber que el puente fue construido casi en la época colonial y que éste servía de sitio de encuentro para castigar a maridos infieles, borrachos escandalosos, ladrones de gallinas, malos vecinos, entre otras conductas más que se consideraban repudiables.  

Sin vacilación, quién cometiera una falta cívica, el castigo era barrer el puente, lo que se convertía en un verdadero espectáculo que llamaba la atención de propios y extraños, quienes acudían allí para observar y burlarse de los humillados.  Otro hecho para recodar son las Mingas indígenas, reuniones al interior de los cabildos para organizar el trabajo comunitario y distribuir responsabilidades, es de anotar que los indígenas por mandato constitucional tienen sus propias formas de imponer justicia, es así como sus tribunales deciden, cuando alguien falle, qué castigo debe recibir, entre ellos los azotes públicos o la inmovilización en el cepo.

Es vox populi que en Colombia, los corruptos, generalmente son premiados con prisión domiciliaria, y, cuando van a la cárcel los llevan a guarniciones militares o pabellones exclusivos para políticos donde disfrutan de todas las comodidades, estando mejor allí que en la calle. Qué bueno sería que los corruptos los llevaran a cárceles reales, donde los reos viven hacinados y en condiciones difíciles de supervivencia, así, lo pensarían antes de robar como roban. Como ciudadano del común, a quien le duelen sus impuestos, por cierto muy onerosos, propongo una nalgoterapia pública a los corruptos, es decir, bajarles los calzones en plena plaza pública y escoger entre los asistentes las señoras más macanudas para que les den unas nalgadas con fuerza, nalgadas que tal vez no tuvieron cuando niños al llegar a la casa con juguetes que les robaban a sus amiguitos. Muy importante que los poderosos canales de televisión trasmitan en vivo y en directo las nalgoterapias y las publiciten con anticipación al mejor estilo como cuando anuncian una narco-novela.

Sé que no es el momento de buscar culpables, pero sí de hacernos preguntas, ¿el problema estará en la casa, en la escuela, o en la sociedad?  De mi parte creo que en los tres escenarios hemos fallado, en mi opinión los padres de familia deben saber que los hijos van a la escuela a aprender y deben ir educados de la casa, triste decirlo, pero se acabaron las clases de ética y buenos modales; más triste aún saber que la sociedad está contaminada de vicios y violencias en todas sus modalidades.  Finalmente, propongo educar bien estas nuevas generaciones para evitar nalgoterapias públicas.  Comuníquese y cúmplase.

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Redacción Minuto30

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