La semana pasada iniciaba el mes de marzo y con él todas las expectativas en torno a la “celebración” del día de la mujer, las emisoras y alguna publicidad escrita ya no se refieren únicamente al día sino al mes de la mujer, por algo será.  Recuerdo que en mi niñez, años 70’, existía el día de los novios, día especial para compartir en pareja, era usual en esa fecha ver los enamorados caminando, mecateando y los más osados en una heladería, ellos tomando cerveza o aguardiente y ellas ron con Coca-Cola, pero, con el fin de ampliar el mercado se cambió por el día del amor y la amistad, ah, la idea era que aquellos a quienes Cupido no hubiera flechado, le regalaran a sus amigos, lo importante era hacerlos partícipes del círculo comercial.

En mi opinión, el día internacional de los derechos de la mujer está ahora banalizado por el comercio y las nuevas ideologías del mercado light, lo destacable hoy no es la mujer sino el comercio. Como no comparto ni acepto este tipo de celebraciones, y otras más, el pasado 8 de marzo, me sentí como un mosco en la sopa, no encuentro motivos para celebrar, las personas a mi alrededor me verán como un espécimen raro, pero lo cierto es que no acostumbro hacer aquello que no me nace o de lo cual no estoy convencido. Tristemente, algunos de aquellos que se embriagan de alegría, animación y alborozo desconocen que la fecha fue instituida para conmemorar, nunca para celebrar. Sin pretender herir susceptibilidades acudo a un dicho popular para expresar una idea: “…¿para dónde va Vicente?, para donde va la gente”, no hay duda que no pocos de quienes celebran lo hacen sin saber que es una conmemoración, no una celebración, dos cosas muy distintas.

Para la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y el mundo entero, está claro que el día de la mujer nace o se establece para evocar o recordar los atropellos de que fueron víctimas las mujeres en el siglo XIX, en esos días aciagos algunas mujeres cansadas del asedio y los malos tratos de parte de sus patrones se vincularon al movimiento social de los tres ochos: ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de estudio, luchas y sacrificios traspasados por la dureza de algunos poderosos que las golpearon e incluso llegaron a asesinarlas.  Coincidencialmente, muchos sucesos atroces ocurridos en contra de la mujer, en diferentes partes del mundo, ocurrieron en el tercer mes del año.  El más connotado sucedió en Nueva York, donde el dueño de una industria textil encerró con candado a 129 trabajadoras para impedirles sumarse a las protestas callejeras, procediendo luego a incendiar la fábrica donde muriendo todas carbonizadas, ese relato junto a otros más motivaron la declaración del día internacional de la mujer, con el único fin de conmemorar la muerte de estas y otras mujeres más.  Ofrezco excusas si me vuelvo necio o cansón pero no debemos celebrar, sería tan cruel como yo invitar un grupo de amigos a beber y parrandear aduciendo que es el aniversario más de la muerte de mi madre.

No he podido entender por qué se institucionalizó en escuelas, colegios y universidades el día de la mujer como celebración, para mí la fecha se convirtió en un carnaval de pechiches (abrazos), ósculos (besos), flores y regalos que van y vienen por todos lados, con decir que algunas mujeres hasta se enojan si no son felicitadas, otras más piensan que ese día es especial para derrochar lujuria y pasión, respeto y respetaré siempre toda idea contraria a mi creencia, pero, mujeres… así no, así no por favor, no creo que convertir todo en una fiesta sea el camino, la idea es seguir abriendo espacios en la sociedad sin dejarse instrumentalizar por unos intereses propagandísticos y comerciales, no se trata de hacer algo por el simple hecho que los demás también lo hacen. Celebrar el día de la mujer me parece tan inapropiado como ir a una fiesta condicionado a llevar un sobre con billetes, mi hija me explicó que se llama “lluvia de sobres”, yo lo veo de otra manera, antes uno ofrecía lo que podía y lo hacía con mucho gusto.

Volviendo al tema que nos convoca en estas líneas, quiero expresar el dolor tan grande que sentí al escuchar en la radio, que el pasado 21 de febrero, al norte de Nicaragua, en una remota población conocida como El Cortezal, el Pastor, Jorge Gregorio Rocha Romero, de la denominada Asamblea de Dios, consideró que la señora Vilma Trujillo estaba endemoniada, motivo por el cual debía ser quemada viva en la hoguera, fue así como, por tener el alma poseída del maligno la señora fue amarrada de pies y manos y dejada en la iglesia encerrada sola durante seis días para después ser lanzada a la hoguera. Me llamó tanto la atención la noticia que la busqué en internet y fue espantoso leer tan escalofriantes relatos, en pleno siglo XXI y siguen quemando las mujeres en la hoguera.

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Redacción Minuto30

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