Guardo en mi memoria, cuando era muy niño, el día que pregunté a mi madre por qué moría tanta gente, ella me respondió que la muerte era una señora fea vestida de negro que andaba de casa en casa buscando gente para llevársela, sentí un miedo horrible, un miedo que rondaba por todos lados envuelto en pánico y terror.

Mi generación fue criada con el miedo como herramienta de control, nos hablaron del diablo, de brujas, duendes, espantos y todo aquello que pudiera intimidarnos. Recuerdo que cerca de la casa habían muerto varios vecinos, me angustié y esa noche casi no dormí esperando la dama de negro cubierta con su capucha y portando en la mano la guadaña para extirpar mi pequeño cuerpecito. En esa época los velorios se hacían en las casas, no había salas de velación, de ahí que la gente del barrio acompañaba al difunto y a su familia día y noche hasta la hora del sepelio.

Por muchos años les tenía miedo a los difuntos. Hoy debo decir que no le temo a la muerte sino al momento de morir, morir duele, eso creo. De mi parte sigo con la idea de que deberíamos aprender a morir, aceptar la pelona con tranquilidad, en fin, es un tema difícil de abordar, pero muy real. La muerte nos está matando.

Con relación a la muerte y sus estragos, nunca pensé volver a vivir episodios tan violentos como los que estamos viviendo, es insólito que como seres humanos nos sigamos matando. Nací en medio de la violencia, una violencia que no era mía; cuando abrí mis ojos por primera vez, años sesenta, también nacían grupos guerrilleros como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), el ELN (Ejército de Liberación Nacional), el EPL (Ejército Popular de Liberación) y otros más.

Me tocaron épocas difíciles, la muerte rondaba por todos lados disfrazada de ejército, guerrilla, paramilitares, narcos, bandas, lo cierto era que nadie estaba exento de encontrarse con esa señora en cualquier esquina. En consecuencia, la muerte hizo y hace tanto ruido en nuestro país, que es insólito que el conflicto armado haya dejado 450.666 muertos entre los años 1986 y 2016, según conclusiones de la Comisión de la Verdad en su informe final.

En más de medio siglo de existencia he sido testigo de varios episodios violentos donde la muerte se alborota haciendo de las suyas por todos lados. Sin lugar a dudas quedé marcado con la violencia que nos tocó afrontar entre los años 1989 al 1992, la muerte en estos años se paseó como “Pedro por su casa”, llevándose multitud de personas ajenas a un conflicto que nadie entendía.

Fueron años, meses y días aciagos en los que la violencia del narcotráfico con bombas y atentados, hizo que la muerte nos acechara sin distinción alguna. Sicarios al mando de Pablo Escobar, reconocido narcotraficante, tenían la orden de matar policías, por lo que fueron asesinados más de cuatrocientos uniformados, quienes caían como fichas de dominó. Era tan dramática aquella época que estar cerca de una patrulla o tan solo de un policía se convertía en algo muy peligroso.

La muerte nos está matando, sí, la historia se repite con diferentes actores, igualmente violentos, nuevamente están asesinando policías bajo la modalidad del llamado “plan pistola” el cual consiste, según el gobierno, en una orden del llamado “Clan del Golfo” que paga veinte millones de pesos por cada policía asesinado.

Según diferentes medios de comunicación este año, un total de 36 uniformados han muerto en el cumplimiento de sus funciones, la verdad es que el número deja de ser importante porque ninguno debería morir. Resulta infame pensar que en medio de una guerra absurda los muertos sigan siendo de familias humildes, como en las partidas de ajedrez donde muere más fácil un peón que la reina o el rey.

Triste saber que la muerte, otra vez, está rondando por todos lados afectando la tranquilidad de muchas familias donde hombres y mujeres tienen como oficio ser policías; ellos, al igual que todos nosotros, tienen una familia que sufre y vive la intranquilidad e incertidumbre de saber qué pasará con sus seres queridos. No más policías asesinados, todos debemos morir cuando la muerte nos mate, no cuando otro quiera.

Pero no solo asesinan policías, algunos intolerantes se dedican a matar integrantes de la comunidad LGTBIQ+, otros asesinan reinsertados, mientras otros más desquiciados dan muerte a su propia mujer, lastimosamente los feminicidios no se detienen. Finalmente quiero decir que la muerte es uno de los temas de conversación más evitados por los seres humanos, casi nadie quiere hablar de la señora fea que me dijo mi madre que era la muerte. Algo cierto es que no sabemos qué hay detrás de la muerte y muchos le tienen miedo, no solo a la muerte de sí mismos, también a la muerte de personas queridas. Definitivamente la muerte nos está matando.

Coda; me encontré esto en Facebook: “la muerte pregunta a la vida, ¿por qué a mí todos me odian y a ti todos te aman? La vida responde: porque yo soy una bella mentira y tú una gran verdad.

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Redacción Minuto30

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