Jaime Alberto Mejía Alvarán

Hablar de un proceso de paz sin tener incluido en la agenda la determinación de trabajar por una educación con calidad, así como el criterio gubernamental de enfrentar el terrorismo y erradicar en todos sus aspectos la corrupción administrativa es hablar de una paz de mentiras.

Jaime Alberto Mejía Alvarán

Jaime Alberto Mejía Alvarán

Y digo que es una paz de mentiras, no porque no esté de acuerdo con la salida negociada al conflicto, sino por la manera como se están desarrollando dichas negociaciones y los puntos que se están tratando como pilares fundamentales para refundar una nueva Colombia, hechos que solo evidencian que volvemos a repetir los errores del pasado.

Colombia ha convivido con un conflicto interno desde sus inicios, esto a causa de la heterogeneidad de la violencia evidenciada en la lucha por la tierra, la obtención del poder político y militar, el surgimiento de nuevos líderes políticos y la institucionalidad del Estado que es precaria en muchas zonas del país, conllevando al conflicto entre clases sociales en el que cada día se agudiza más la brecha de la desigualdad.

Recordemos las luchas agrarias llevadas a cabo por las autodefensas campesinas en los años de 1925 a 1936, las cuales sirvieron de antecedente a la violencia y de base para las guerrillas de los años siguientes. No olvidemos cuando las cuadrillas armadas, tanto liberales como conservadoras, tenían como objetivo inicial la defensa de la integridad física y de las parcelas, debido a la escasa presencia del Estado permitiendo la consolidación del conflicto armado entre partidos.

Lo anterior llevó a la conformación de las primeras guerrillas liberales bajo el argumento de la defensa y la venganza partidista, a raíz de estos hechos el país inicia un recrudecimiento de la violencia como consecuencia de la muerte de Jorge Eliecer Gaitán en el año de 1948. Se estima que en esa época hubo más de ciento noventa mil personas muertas a causa del conflicto y más de dos millones de personas fueron desplazadas de sus territorios, en un país que tenía casi trece millones de colombianos.

Años más tarde se realizó la primera desmovilización de guerrilleros cuando la columna Villarrica depone sus armas en la plaza de Cabrera, (Cundinamarca) para sellar el pacto de paz, el 30 de octubre de 1953, pero sucedió lo mismo que está ocurriendo en la actualidad con el proceso de la Habana-Cuba, no incluyeron a todos los actores del conflicto y sumado a eso, se evidenció la poca presencia del Estado para enfrentar los problemas sociales en aspectos como la educación, el crecimiento económico y el fortalecimiento de la fuerza pública en el territorio Colombiano, lo que llevó a que se consolidara con mayor fuerza la presencia de grupos revolucionarios en toda la región andina, desde el sur hasta el norte del país, y según datos históricos, en tan solo cinco (5) años el grupo guerrillero que hoy conocemos como las Farc-Ep logró tener el control y el dominio en dicha región.

En los años 80 con la incursión del narcotráfico y con el pasar del tiempo, estos grupos perdieron todo su contenido ideológico y convirtieron su causa en una lucha por el poder militar y económico, ahora, su mayor objetivo es obtener el poder por medio de actos terroristas financiados con los dineros obtenidos a raíz del tráfico de drogas, la extorsión, el secuestro, etc… Pasando a ser un grupo terrorista y olvidando sus orígenes de luchar por la desigualdad social, toda vez que su único objetivo ha sido incrementar grandes fortunas de dinero al mejor estilo de los grandes capos narcotraficantes.

Bajo esa paz de mentiras, vemos un grupo terrorista negociando con un gobierno que ha doblegado la institucionalidad para solo obtener un reconocimiento histórico de conseguir una paz, pasando por encima de los principios internacionales, violando los Derechos Humanos, burlando la justicia y desconociendo la verdad de cuarenta y ocho millones de colombianos.

¿Qué país es el que se está negociando, el de las Farc, el del Gobierno Santos o el que le conviene a todos los colombianos? dudo de este último, porque si fuera el país que nos conviene a todos los colombianos, estarían negociando el mejoramiento de la calidad de la educación, la incursión de nuevas tecnologías para fortalecer el campo, mayor inversión para la ciencia y la investigación científica, y la dejación inmediata de actos terroristas a la población civil, ahí si creería que estarían buscando la paz.

Pero como creerlo si hoy las finanzas de este grupo armado son de 3.6 billones de pesos dinero con el que sostiene sus estructuras armadas de casi diez y nueve mil hombres armados ¿y qué pasaría con estos hombres en una eventual claudicación del Estado? Creería yo, engrosar las filas del ELN o de las BACRIM agudizando el conflicto aún más tal como sucedió en el 53.

Mientras siga existiendo paz de mentiras, sin educación, sin la búsqueda de la disminución de la brecha de pobreza, se siga reclutando niños para la guerra y exista el fantasma del narcotráfico alimentando la conflagración, es iluso pensar que algún día materialicemos ese mandato constitucional consagrado en el artículo 22 de tener paz en esta república.

Por eso no creo en una paz de mentiras y para ellos retomo las palabras de San Juan Pablo II cuando manifiesta “Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, justicia, y solidaridad”.

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Redacción Minuto30

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