El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.

Víctor Hugo

Hace treinta y dos años se produjo la película colombiana  Rodrigo D. No Futuro, dirigida por el cineasta antioqueño Víctor Gaviria y protagonizada por Ramiro Meneses. El contexto: la violencia de Medellín en la década de 1980. Una época de crisis urbana en la ciudad  resultado del desplazamiento rural a causa de la violencia del conflicto armado  y de la guerra de Pablo Escobar contra el Estado. La película fue una muestra viva de la  subcultura forjada con base en la violencia, la música y las drogas en una generación con pocas posibilidades y esperanzas en el futuro.

Esta es la película de la que quieren hacernos parte aquellas y aquellos que atados a la dinámica del odio y la violencia, insisten en mantenernos en el pasado de forma permanente en la ciudad. Nada más fácil para una oposición que fabricar el miedo al futuro, bajo el adagio popular que “todo tiempo pasado fue mejor”, y es mejor “malo conocido que bueno por conocer”. La anticuada lógica de crear el malestar aferrándose a los libretos ya aprendidos y repetidos para un mundo cambiante que exigen nuevas respuestas a los viejos problemas.

Las nuevas generaciones de la ciudad no merecen semejante despropósito, sobre todo cuando han demostrado en las últimas escenas del estallido social en el país, que  ya no puede vivir sin esperanza y que el camino es más seguro si el compromiso colectivo imponen un rumbo hacia el cambio tanto en sus modos, contenidos y en las formas de ver el desafío del presente: resolver la deuda generacional para garantizar la movilidad social impedida por el voraz efecto depredador de una economía inhumana que ha imposibilitado que jóvenes, niños y niñas conozcan la sociedad de derechos que se ha prometido desde aquellos días de la Constitución del 91.

Pero una sociedad de derechos no es posible desarrollarse sin la novedad de los desafíos que imponen los retos actuales de una generación, cada vez más exigentes en una época de avances científico tecnológicos que impulsan el conocimiento y promueven la inteligencia colectiva e individual a hacer de éstas y éstos jóvenes más dueños de la aldea global, de la que ya no son simples espectadores sino protagonistas de los ritmos sociales y políticos del cambio social.

El futuro está cada vez más cerca si podemos abrir la puerta para que la deuda generacional en materia educativa, laboral, social y económica pueda superar esas fisuras impedidas por el robo   de las empresas estatales que han feriado la riqueza colectiva de la población y para la población. Esa es la clave por la que se impide en Medellín avance hacia el futuro: derechos se anteponen al robo y esto definitivamente afecta la repartición de la torta de los jugosos negocios del bien público.

El futuro como derecho ha iniciado, tenemos posibilidades para mejorar la vida de las y los habitantes de Medellín. A pesar de los intentos por destruir  la perspectiva del cambio social que hemos empezado a labrar con el compromiso de hacer una política para la ciudad más amiga de su población y sobre todo a fin de resolver sus necesidades, en especial de las y los más vulnerables, persistimos en la idea de no retroceder en los logros alcanzados en materia social, económica, política y cultural.

El futuro es también un acuerdo colectivo con todas y todos y para el bien de todos y todos. Esto implica que el diálogo y la necesidad de los acuerdos sobre el diseño  y perspectiva de lo que podemos hacer sin perder el objetivo de los derechos y resolver la enorme deuda social por la cual una generación de colombianos y colombianas se ha expresado en la movilización callejera y electoral.

Estamos a tiempo de construir una agenda del futuro más amistosa, dialogable, acordada y positiva con carácter prospectivo, dispuesta a hacer de Medellín  un proyecto de ciudad democrática, una sociedad de derechos y una comunidad efectiva de lo público. A treinta años de esa generación que quedó retratada en el pesimismo social del NO FUTURO de Rodrigo D, nosotros y nosotras creemos firmemente en la oportunidad que nos brinda el tiempo del cambio. No lo desaprovechemos cosechando odios en la esterilidad del pasado y el anhelo al mundo de ayer. ¡Aquí y ahora es nuestro tiempo!

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Redacción Minuto30

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