No es bueno olvidar a nuestros grandes referentes culturales, y menos si ellos hicieron parte de nuestra formación cultural y literaria. Países como Argentina o México, por citar sólo a dos muy cercanos a nosotros, promueven ampliamente en sus medios escritos, televisivos y radiales; en sus aulas de clase y en la virtualidad misma, a sus grandes referentes culturales. Hoy quisiera hacer lo mismo con un grande de la literatura colombiana, sin dejar pasar el mes de noviembre.

El pasado 19 de noviembre de 2020, se cumplieron 16 años del fallecimiento del escritor colombiano Manuel Zapata Olivella. Mi “encuentro” con el maestro afrocolombiano ocurrió al terminar la década del setenta, cuando entre la alegría, el estudio, la literatura y los amigos de juventud (entre los cuales estaban incluidos los profesores de entonces, cuya amistad fraterna no transgredía nunca la barrera del respeto, como suele ocurrir ahora, cuando se confunden los roles y el maestro se iguala por lo bajo, y el estudiante considera que el buen maestro es el complaciente y el laxo), terminaban los azules años del bachillerato.

Era la época dorada de la hoy extinta Editorial Bedout y su famosa e inolvidable colección bolsilibros. A esa bella época vuela la memoria y el corazón cuando, en la dulce estancia de mi biblioteca, la mirada amorosa tropieza con el pequeño libro (de la citada colección) Chambacú, corral de negros, tal vez el libro más emblemático del escritor cartagenero, cuya vida y obra, hoy recordamos.

La novela corta está ambientada en el barrio Chambacú, que hasta finales de los años sesenta fue el barrio subnormal más grande de Colombia cuando, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, entró en proceso de desalojo. El desalojo, que para muchos fue despojo, concluyó en 1981 cuando los terrenos fueron entregados al Instituto de Crédito Territorial de la época.

El libro Chambacú corral de negros de Manuel Zapata Olivella, un capítulo en la lucha por la libertad, de Lucía Ortiz y Regis College, describe el nacimiento, vida y muerte del barrio (Chambacú), así:

“Después de la abolición de la esclavitud (1852), muchos afrocolombianos se movilizaron por el país en busca de trabajo y se establecieron en las riveras de los ríos de la costa del Pacífico, en las riveras del río Magdalena y en las cercanías de ciudades como Santa Marta y Cartagena de Indias. Chambacú, una de las comunidades creadas por africanos libres, estaba localizada al lado de las murallas que rodean a Cartagena.

Durante la época colonial, este sector fue importante escenario de las luchas de los africanos por su liberación de la esclavitud, gesta encabezada por Benkos Biojo, figura legendaria de la resistencia afrohispana (Durango 2004: 1).

De acuerdo con Elizabeth Cunin (2003), Chambacú se creó en medio de manglares entre la tierra y el mar, y poco a poco se fue volviendo tierra firme por los rellenos de arena, cáscara de arroz y basura. A principios del siglo XX, debido al trabajo creado por la construcción del tranvía y más tarde por la construcción de una carretera, Chambacú se convirtió en el más grande de los barrios aledaños a las murallas.

Al finalizarse esas obras, chambaculeros y chambaculeras se desempeñaron como obreros de construcción, lavanderas y cocineras en las casas de los sectores más pudientes de la región. Como es el caso de muchos barrios pobres cercanos a las ciudades, las autoridades nunca se preocuparon por el bienestar de Chambacú y sus habitantes no conocieron los servicios básicos de electricidad, acueducto o higiene.

Pronto el barrio llegó a definirse como “el más grande y antiguo tugurio del país” (Cunin 2003: 135). Cuando a principios de los setenta Cartagena de Indias comenzó a emerger como ciudad turística importante, Chambacú representaba un obstáculo para la imagen de la ciudad.

Fue así como comenzaron los proyectos de desalojo del barrio. Inversionistas, arquitectos y políticos llegaron prometiendo grandes proyectos urbanos para justificar el desalojo de sus habitantes, pero ninguno se llevó a cabo. A principios de los setenta, el barrio fue erradicado y sus habitantes quedaron al azar viviendo en otras comunidades cercanas. Apunta Cunin que en lo que era Chambacú “quedó un inmenso terreno abandonado que separaba al centro del resto de la ciudad”.

Así pues, la recordada novela de Zapata Olivella recrea el barrio Chambacú, donde vivían los descendientes de los esclavos africanos sumidos en la miseria. A lo largo de sus 155 páginas se encuentran personajes bien caracterizados en sus oficio, en su vida y en su sicología: Máximo, el personaje central, con sus permanentes lecturas, sus ideas libertarias y sus catorce arrestos, decidido a conquistar las obras, la salud y la educación que por muchos años el gobierno les ha negado; en los libros que lee encuentra la fuerza para su empresa libertaria.

José Raquel, el hermano que se alistó en el Batallón Colombia y que convirtió la guerra de Corea en un negocio, traicionando su condición y su raza. Inge, la bella sueca que se convirtió en maestra por la fuerza del amor a su nueva familia, los negros; las Rudecindas, ejerciendo el viejo oficio de la prostitución; Petronila, sumida en el dolor hasta la muerte; Anacleto, asesinado por la causa de máximo; y el sargento Sardinilla, fiel representante de la autoridad, y el poder militar al servicio de los poderosos. Y entre ellos, la Cotena, la abnegada madre de Máximo, paradigma de la mujer gigante en su dignidad, sufrimiento y amor por el hijo.

El escritor, antropólogo, etnógrafo, folclorólogo y médico Manuel Zapata Olivella, nació en Lorica, Córdoba, el 17 de marzo de 1920. Muy niño aún, fue llevado a Cartagena por el profesor Antonio María Zapata Vásquez, su padre, de quien heredaría su reconocida vena humanista. Estudió Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, viajando después por Centro América y México, donde escribió su primera novela, Arroz amargo. Fue profesor en varias universidades de los Estados Unidos, Canadá, Centroamérica y África.

La obra de Manuel zapata Olivella está centrada en la historia, la cultura y la lucha de los negros e indígenas, destacando en ella su novela Changó, el gran putas (1983), donde narra sus orígenes africanos, la historia de los negros Cimarrones en Cartagena, la independencia de Haití y la segregación racial norteamericana.

Entre sus novelas, todas ellas de profundo sentido social y clara valoración de su raza, encontramos: Tierra mojada (1947), La calle (1960), Detrás del rostro (1963), la citada Chambacú, corral de negros (1963), En Chimá nace un santo (1964), y Changó el gran putas (1983). Son suyos los relatos: Pasión vagabunda (1948), He visto la noche (1952), China, 6 a.m. (1954), Cuentos de muerte y libertad (1961), El cirujano de la selva (1962), y ¿Quién dio el fusil a Oswald? (1967). Sus obras de teatro están representadas en: Hotel vagabundo (1954), Los pasos del indio (1960), Caronte liberado (1961), y El retorno de Caín (1962).

Las novelas, la poesía y la dramaturgia, y en general los trabajos de Manuel Zapata Olivella son una constante valoración, defensa y reivindicación de su raza, la raza negra, raza de la cual nunca se avergonzó. La vida del autor de la hoy recordada novela Chambacú, corral de negros, que se apagó el 19 de noviembre de 2004, en Bogotá, fue un constante homenaje y un sentido reconocimiento a las comunidades afrocolombianas dispersa a lo largo de nuestras costa.

Al volver a leer a Manuel Zapata Olivella, nos percatamos con satisfacción de que la sencillez de su estilo no pudo ocultar la fuerza y la hondura de su pensamiento.

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Redacción Minuto30

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