Que pregunta tan difícil y retadora me hizo un estudiante que hace pocos días se graduó en la universidad, ¿profesor, qué posgrado bueno me recomienda y en qué universidad? Lo miré fijamente a los ojos y le dije, “el mejor posgrado es dedicarte a leer, le lectura es y será siempre la mejor universidad del mundo”. Entendí, por la expresión de su rostro, que no fue la mejor respuesta, él esperaba que le diera una lista de esas que uno hace cuando va a mercar. Pero qué respuesta más sensata podía dar, sí los posgrados de hoy parecen una lista de mercado, y digo una lista de mercado porque los posgrados no están pensados para el aprendizaje sino para la inmersión en el mundo laboral.

Yo invito a cualquier ciudadano para que indague acerca de los posgrados que están ofreciendo algunas universidades del país y del exterior. A mi modo de ver es indiscutible que existen personas con unos títulos tan raros, exóticos o estrambóticos, que la verdad no hay donde ubicarlos, ya sea por la especialidad de la materia, o porque eso no concuerda con nada, mejor dicho, no sirve para nada, es ahí donde terminan en un cargo de “asuntos sin importancia” devengando unos salarios extraordinarios, solo por el hecho de venir graduado de una universidad rimbombante.

Avanzando en el tiempo es imposible negar que las debilidades en la academia llegaron, cuando se hizo más importante el ser que el saber, la forma que el fondo… en fin, las cosas cambiaron cuando la vanidad, el orgullo y el narcisismo llegaron a los claustros académicos contaminando las mentes de los futuros profesionales, haciéndoles creer que un simple papel o cartón, como algunos lo llaman, los haría más poderosos y sobre todo sabios. Gústenos o no debemos admitir que, en pleno siglo XXI, un título no dice mucho de la preparación intelectual de un ciudadano, pero, es éste indispensable para su ubicación laboral.

Hago parte de una generación donde ser bachiller era un sueño espectacular y pensar en una carrera profesional, era algo así como subir al Everest. Pasó el tiempo y… a la velocidad de la luz los pregrados se volvieron algo normal, la meta entonces era volverse especialista en algo, en lo que fuera, luego vinieron las maestrías… ahora yo me pregunto ¿qué van a inventar cuándo estas nuevas generaciones, todos, todos tengan doctorado?

Consciente que hace muchos años tengo como principio de vida una frase de Shakespeare que dice: “prefiero ser rey de mi silencio que esclavo de mis palabras”, hoy, cuando las canas delatan mi edad me es imposible callar y menos negar que en el mundo académico uno encuentra de todo, desde el sabio maestro más humilde y poseedor de vastos conocimientos, hasta el profesional yupi más estúpido, quien posando de intelectual, cree saber de todo, un pobre tonto convencido que el mundo gira a su alrededor y que todos deben rendirle pleitesías porque, según él, en su hablar derrama sabiduría en cada una sus palabras. Algunos, con cartón de especialista no caminan sino que levitan, uh, que falta de humildad; como si un título fuera todo en la vida.

No debemos olvidar y menos desconocer que a los ingenieros graduados y con posgrados, se les están cayendo los puentes y los edificios, que según estadísticas, hoy, los médicos cometen más errores por no saber leer e interpretar diagnósticos clínicos; los abogados en un país con una impunidad del 98% poco pueden hacer para encontrar justicia… ah, yo creo que es hora de volver a la ética, de pensar en formar mejores profesionales, personas íntegras y responsables de su saber, no mediocres titulados.

No es que no esté de acuerdo con los posgrados, no, mi oficio es ser profesor y por eso me duele el “mercado persa” en el que se ha ido convirtiendo la educación en el mundo. Otrora, la gente se preocupaba por aprender a leer y escribir, hoy la preocupación es tener una buena hoja de vida así hayan pasados los años sin practicar la lectura y menos la escritura. Con relación al tema es pertinente agregar que, los rectores de las universidades públicas y privadas deberían pensar muy bien que van a ofrecer a la sociedad y por qué eso y no otra cosa.

Termino contando que mi madre no terminó la escuela primaria, solo cursó hasta segundo grado, pero, no tengo dudas que ella tenía una maestría en arepas redondas. Recuerdo que ponía en sus manos una bola de masa y, como si sus dedos fueran un torno, les iba dando forma y tamaño, no tenía moldes ni accesorios y todas le quedaban iguales en su forma y, de sabor ni se diga. Como ha cambiado la vida, hoy las arepas se hacen en fábricas y no en la cocina de la casa, saben a códigos de barras y no al amor de mamá. Quiero en este momento evocar personajes que haciendo parte del paisaje social de mi infancia y adolescencia, pude ver en ellos personas integras, humanas, así ninguna de ellas fuera graduada, por ejemplo el albañil, el tendero, el zapatero, el conductor del bus, el dentista…

Pd: ¿qué posgrados ofrecerán las universidades dentro de veinte años?

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Redacción Minuto30

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